Cada final de año se reúnen empresarios y trabajadores para concertar el alza del salario mínimo, y con muy pocas excepciones, no se llega a ningún acuerdo y el Gobierno lo fija por decreto. También, cada final de año las posiciones de las dos partes sobre este incremento tienen diferencias abismales. Los trabajadores no pierden la esperanza de altos aumentos de sus ingresos y los empresarios quieren lo contrario, minimizar lo que consideran grandes costos para sus empresas. Mientras tanto, los argumentos de unos y otros siguen siendo los mismos y por ello esta famosa concertación es otra de las grandes farsas de nuestro país.
Como lo señalan algunos analistas, detrás de esta situación se esconde algo muy grave: la imposibilidad de empresarios y trabajadores de lograr ese diálogo fundamental que ha permitido en muchos otros países hacer avances significativos en productividad, calidad de vida y competitividad. Muchos temas alrededor del contenido de estas negociaciones se han convertido en dogmas, y mientras investigaciones objetivas no los aclaren estas reuniones no solo serán inútiles sino frustrantes.
Los últimos gobiernos que han estado descaradamente del lado de los empresarios no han contribuido a aclarar el panorama, y facilitar de esta manera el diálogo entre dos sectores fundamentales para toda sociedad. Se ha desprotegido a las masa de trabajadores debilitando su capacidad de asociación y su lucha por mejorar su nivel de vida. Pero más serio aún, no se ha trabajado seriamente en entender los misterios que se encierra en el mercado de trabajo del país quedándose el análisis en las simples tasas de desempleo.
Y aquí entra la responsabilidad de la investigación: en estas discusiones no se han aclarado realmente con cifras si los dogmas que dominan estos debates son o han dejado de ser la verdad absoluta, como se viene aceptando sin beneficio de inventario. La voz del Observatorio del Mercado de Trabajo del Externado y de Stefano Ferné quien hace los análisis más serios sobre el tema y le plantea permanentemente preguntas al gobierno, pocas veces logra respuestas que aclaren las diferencias entre el triunfalismo gubernamental y los resultados de sus investigaciones. Parecería que al Gobierno no le interesara aclarar la situación real de los trabajadores colombianos.
Lo primero que debe quedar en claro es si lo que afirma Piketty también sucede en nuestro país: cae el peso del ingreso de los trabajadores en el PIB y aumenta sin parar la participación del capital. Lo segundo es saber exactamente si el argumento eterno de los empresarios es verdad o no. Es decir, si el alza de los salarios y en este caso del mínimo, genera desempleo. Porque lo que sí seria muy fácil de demostrar es que la tesis contraria no ha funcionado en Colombia; flexibilizar el mercado laboral genera muchos más puestos de trabajo. Desde la tristemente célebre Ley 50 del senador Álvaro Uribe Vélez, eso no se cumple. Y probablemente lo más importante: entender la informalidad en Colombia incluyendo lo que sucede actualmente en las grandes empresas del país, públicas y privadas. Es decir, saber claramente la manera cómo ni en el Estado ni en el sector privado se cumple a cabalidad lo que manda el Código Laboral.
Ahora que supuestamente la equidad está en la agenda nacional, es el momento de entender algo que para muchos ya es una realidad; parte de la profunda injusticia en este país se genera en la forma como ha venido funcionado nuestro mercado laboral. Si esta área de investigación no resuelve las grandes preguntas cuyas respuestas sustentan las posiciones que se asuman cada final de año, la concertación del salario mínimo seguirá siendo una farsa. Otra de las tantas en que vive nuestro país.
E-mail [email protected]
