Jesús Antonio Bejarano sabía que las FARC lo buscaba para matarlo. Semanas antes de su asesinato, el 15 de septiembre de 1999, le escribió una carta a la Fiscalía con una información reveladora que no se entiende por qué no bastó para alertar y tomar medidas de protección. Sus pasos los seguía con la intensidad de un sabueso el comando urbano Antonio Nariño, comandando por el temible Carlos Antonio Losada.
Veintitrés años después, ya convertido en el congresista, en pleno evento en el auditorio León de Greiff, en un evento programado para el Centro Para Educación Política, Julián Gallo expresó la vergüenza que sintió reconocer que había mandado asesinar a Jesús Bejarano. Pidieron perdón y recordó que una unidad de la Antonio Nariño asesinó, en el mismo campus de la Nacional, a un profesor algo que en, palabras del propio excomandante, no podía pasar y rebelaba el nivel de demencia en el que había caído la confrontación armada.
Lo de Bejarano es inexplicable. Uno de esos errores en los que las FARC demostró que era más una descarnada organización armada capaz de tomar decisiones tan crueles como erráticas enceguecidos por el fanatismo ideológica fue el crimen del profesor Bejarano. No solo era uno de los economistas más respetados del país sino una persona más que comprometida con la negociación de paz de varios grupos guerrilleros como el EPL y las FARC. Pero se convirtió en objetivo militar de esa guerrilla por la investigación que seguía con el asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, el gran líder conservador, quien fue abaleado mientras salía de la Universidad Sergio Arboleda en noviembre de 1995. Losada también reconoció su participación en este asesinato.
Bejarano estaba inquieto y les decía a sus alumnos: “Estoy notando cosas alrededor mío en la universidad, eso es una tierra de nadie donde uno no sabe qué pueda pasar. Porque se ve mucha arma y encapuchado”. Además, su carro había sido pinchado en el parqueadero de la universidad en tres ocasiones y a sus clases cada vez iba gente más rara y desconocida.
Se había interesado por los temas de resolución de conflictos y con pensamiento crítico de izquierda, razón por la cual aceptó interrumpir su docencia universitaria para ser el consejero de paz de los gobiernos de Virgilio Barco y Cesar Gaviria, llevando el peso de las frustradas negociaciones de paz de Caracas y Tlaxcala con la Coordinadora Simón Bolívar. Unos intentos fallidos que terminaron costándole la vida.
El doctor Rubén Darío Ramírez le advirtió a Bejarano que había un plan de las Farc para matarlo. Al grupo guerrillero le molestaban las opiniones de Bejarano que era crítico con respecto a la posición de Manuel Marulanda Vélez sobre su voluntad de hacer la paz que le proponía Andrés Pastrana. El 15 de septiembre de 1999 mientras entraba al salón 238 de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional dos sicarios lo asesinaron.
Dos décadas después el ahora congresista Julián Gallo ha reconocido el error en plena Universidad Nacional donde Chucho Bejarano pasó sus últimos días transmitiendo conocimiento y experiencia a sus alumnos de economía. Un perdón que llegó 23 años después.