Uno: un profesor, y luego dos mujeres católicas, son decapitados mientras rezaban en su iglesia por extremistas musulmanes que se consideraron ofendidos en sus “sentimientos religiosos” porque el profesor mostró una caricatura satírica de Mahoma en el colegio donde enseñaba en Francia.
Dos: decenas de miles de familias marchan por el centro de la capital con pancartas diciendo: “Con mis hijos no te metas” y “Que renuncie la ministra lesbiana”, debido a que la funcionaria acató el fallo judicial de la corte para que en los colegios del país se ejecutaran planes de enseñanza sobre diversidad sexual.
Este fallo fue el resultado del caso del suicidio del adolescente Sergio Urrego, provocado por el matoneo recibido por profesores, directivos y parte de sus compañeros por ser gay y ateo.
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Tres: fanáticos religiosos acosan frente a las clínicas a mujeres desesperadas que han decidido interrumpir su embarazo haciendo “jornadas de oración” frente a las instalaciones y llevando carteles que dicen que tanto los médicos como las mujeres son “asesinos de bebés”.
Como resultado de esta visión radical, en EE. UU. incluso han puesto bombas en dichas clínicas y asesinado a médicos que practican la interrupción del embarazo.
Mientras en Centroamérica han obligado a niñas de tan sólo 9 años de edad a dar a luz, sin importar su riesgo de muerte y sabiendo que llevan en el vientre el resultado de una violación por incesto.
Los anteriores ejemplos, todos de la vida real y verificables en las noticias tras breves minutos en cualquier buscador en línea, son ejemplos palpables y trágicos de cómo los grupos de fanáticos, aun en pleno siglo XXI y en países con una tradición de separación de Estado e iglesia como Francia, pueden hacer mucho daño o ejercer una fuerte presión mediática y política para que dicha separación no se mantenga o se debilite.
¿Y cómo se llama en los estados modernos a esta separación de iglesia y estado? Estado laico, es decir, un Estado sin religión donde las creencias particulares de una comunidad de fe no se privilegian sobre las otras, donde el Estado mantiene una estricta neutralidad en asuntos religiosos y no permite que, aun tratándose de la mayoría de su población, se legisle o se gobierne según la tradición religiosa de esa mayoría.
De esa manera, los pobladores minoritarios de dicho país no serán obligados a prácticas que van en contra de sus propias creencias, y se evitará la figura de la tiranía de la mayoría.
Un Estado laico cultiva de esa manera la racional forma de vivir entre la diversidad y acata los principios fundamentales de los derechos humanos básicos de libertad de culto, de pensamiento, de conciencia y de expresión.
Ello fomenta la tolerancia entre la inmensa diversidad de la población humana.
¿Por qué es importante entonces fortalecer la laicidad del Estado? Pues porque estados laicos consolidados y fuertes nunca cambiarían sus políticas de separación entre el Estado y la iglesia por votos o para “proteger los sentimientos religiosos” de los fanáticos, y mantendrían presentes los derechos de las minorías ante las mayorías, así a estas “no les guste” o los “ofenda”.
Por ejemplo, Francia, un Estado laico que después de la Revolución francesa remplazó la monarquía (“legitimada” por el absurdo de que los reyes eran enviados por dios y el cardenal los coronaba como tales), no cedió un solo milímetro ante la exigencia de los fanáticos y de la creciente comunidad musulmana “moderada” en su territorio, para que se prohibiera ser blasfemo en los medios o redes sociales.
Más aún, luego de la horrenda muerte del profesor y las señoras católicas a manos de esos fanáticos musulmanes, y en evidente desafío a dichas exigencias, se proclamó al profesor como héroe nacional en defensa de la libertad de pensamiento y de expresión.
En un Estado laico consolidado, la ministra lesbiana que acató el fallo de la corte no sería destituida, y dicho fallo se hubiera acatado por más “marchas por nuestros niños y la familia” que se hicieran, pues los gobernantes de turno entenderían que más allá de los votos de esa mayoría, se requiere que las instituciones perduren y los derechos se protejan para consolidar un proyecto de país estable, en paz y duradero.
En un Estado laico consolidado, los asesinos de médicos, los terroristas que ponen bombas en las clínicas o aquellos pro parto que obligan a parir a niñas violadas y acosan a mujeres en situación de vulnerabilidad, serían tratados como lo que realmente son: delincuentes hipócritas que usan su religión como licencia para su odio hacia quienes piensan distinto que ellos, y lo disfrazan con falsas piedad y lucha por la vida.
En conclusión, un Estado laico consolidado es una apuesta por una sociedad más civilizada, racional y donde la ciencia y la evidencia sean la base para tomar decisiones políticas, en lugar de supersticiones o creencias descabelladas e incluso peligrosas.
Por la importancia del Estado laico y los derechos humanos asociados en estos casos, por el uso racional de los recursos públicos, por la necesidad del impuesto a las iglesias y muchos otros tópicos, la Universidad Libre, la Asociación de Ateos de Bogotá, la Fundación Humanistas Seculares de Bogotá, La Gran Logia, Iniciativa Laica, La Fundación Qniros, el grupo de investigación Justicia social Primo Levi y el grupo de investigación de bioética, ecología humana y ecología política Con(s)-Ciencia, invitan a todos a nuestro simposio internacional presencial.
Esta actividad se realizará en el Auditorio Darío Echandía de la Universidad Libre de Colombia, Sede Candelaria, Calle 8 #5-80, Bogotá, Colombia, este 26 de setiembre de 2022 entre las 3:00 y las 9:00 pm.
Ponentes invitados de Argentina, Perú, Colombia, Costa Rica, Puerto Rico, México y EEUU nos acompañarán para hablar de estos temas tan relevantes. Entre ellos, tendremos a Dan Baker, ex pastor y famoso cantante de música cristiana gospel y ahora prolífico escritor, activista por los derechos humanos y el Estado laico en su país y cofundador de la Freedom From Religion Foundation (Fundación para liberarse de la Religión).