Hay personas que convocan, que concitan el interés del público cuando hacen presencia en algún espacio. Tal el caso de Marta Gómez, quien llenó completamente el auditorio Diego Garcés Giraldo de la Biblioteca Departamental centro del 8º Festival Internacional del Libro: Oiga, Mire, Lea, que se realiza en la capital del Valle.
La presentación y moderación de la charla estuvo a cargo del escritor, Juan Carlos Garay, un chicludo de la música; un apasionado por las letras en quien converge el conocimiento, la bonhomía y el ejercicio del periodismo.
Con su guitarra al lado, eterna compañera, y provocada por las preguntas de Garay, Marta habló de su acercamiento a la música, su formación en el exterior y su amor por lo raizal, por el folclor.
No se ahorró en elogios a las poetas que ha ido descubriendo y que admira por los temas que tratan. Habló de canciones como Las Acacias y cómo de niña lloraban ella, y sus hermanas con esa canción.
Dijo también que no se considera poeta, y que siente que lo que hace es escribir canciones “porque el trabajo de un poeta es muy riguroso, no ponen ninguna palabra al azar. Yo no tengo esas cualidades –señaló- aunque sí hay unas canciones más poéticas que otras, pero en general no me considero poeta”.
Luego, a petición de su moderador cantó una canción. Acomodó su guitarra sobre el pecho, que es el amplificador de sus sentimientos, marcó unos acordes introductorios y su voz se hizo mensaje cuando empezó:
Para el viento, una cometa
Para el lienzo, un pincel
Para la siesta, una hamaca
Para el alma, un pastel
Para el silencio una palabra
Para la oreja, un caracol
Un columpio pa' la infancia
Y al oído un acordeón
Para la guerra, nada.
Entonces se hizo la magia: el auditorio Diego Garcés Giraldo se fue llenando, no solo de la voz de la artista, sino de las voces que coreaban suavemente los versos que son sencillos, que llegan a la gente, porque saben que es una oración a la vida en la que se pide todo para vivirla en felicidad pero que ruega a gritos que: para la guerra nada.
Fue una velada emocionante, cargada de anécdotas, de contar las experiencias de compartir el buen humor del que hace gala esta caleña por adopción y que va por el mundo regalando canciones que celebran la vida, que cantan al amor por las cosas sencillas.