De buenos modales e hipocresía frente al mar de Cartagena

De buenos modales e hipocresía frente al mar de Cartagena

Como moscas, los hoteles cinco estrellas se están frotando las manos al ver que pronto solo ellos pueden ofrecer estadía en Barú, pues los de a pie no se benefician

Por: Valeria Ayola Betancourt
septiembre 05, 2022
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De buenos modales e hipocresía frente al mar de Cartagena
Foto: Flicker

Siguiendo con la saga de hablar de Cartagena cuando algo fuera de lo común pasa, quisiera apuntar varias cosas al calor de este nuevo #Soscartagena. Luego de leer todos los comentarios despectivos de mis conciudadanos, quisiera recordarles un par de cosas.

Primero, agradecerles la atención y contarles que en los pocos días desde que en Playa Blanca Paraíso en Crisis -como lo tituló El Tiempo-, se cobraron unas mojarras a precios exorbitantes, desde ese entonces, ya se reabrieron los puntos de atención al turista, se establecieron líneas de denuncia y se realizó un encuentro con las juntas de los Consejos Comunitarios de Ararca, Santana, Playa Blanca y Barú.

Excelente, lo que queremos es que hagan más bulla por favor. Vivimos solos con esto todos los días y Colombia voltea a ver solo cuando algo extraordinario sucede o cuando toca a los turistas. De hecho, sí que pasan cosas raras, por ejemplo, los últimos meses han sido los más violentos en la otra Cartagena. Además, ostentamos el lugar de la ciudad más pobre de las 13 áreas metropolitanas de Colombia, el último informe de Cartagena Cómo Vamos solo confirmó que vamos, pero bien mal. Una verdad salta y es que el turismo hace mucho dejó de beneficiarnos.

Segundo, quisiera contarles que Playa Blanca es casi el último recodo que queda en la gran isla de Barú para disfrute abierto de la ciudadanía. Es uno de los pocos lugares accesibles por tierra, el resto de Barú, así como el archipiélago de San Bernardo y las islas del rosario están en su mayoría bajo dominio privados. De hecho, hay islas que cuestan miles de dólares -no pesos- por visitarlas y pasar una noche allí.

En contexto, Playa Blanca es un destino sobrexplotado. Los isleños que se apropiaron de esa parte de la playa solo conservan esa pequeña franja. Solo quería recordarles que lo que ven y disfrutan es solo un pedacito de toda esa gran isla, lo cual existe porque los raizales se lo han disputado al poder. De hecho, más de uno está interesado en privatizar playas y poner negocios con precios claros, pero bien altos. Aun cuando hay mucho por mejorar, las economías populares en las playas están destinadas a desaparecer.

De hecho, este tipo de noticias solo sacan sonrisitas a los grandes hoteles y a las élites dueñas de las islas. Desde lejos ven cómo se acerca el momento en que solo hoteles de cinco estrellas puedan ofrecer estadías en Barú. En el propio pueblo de Barú no hay playa. Cerrando con PB me gustaría recordarles que, efectivamente, nos duele lo que pasa allí, una sobreexplotación del medio, un tratamiento de basuras dudoso, miles de vehículos acuáticos depositando allí los restos de gasolina, erosionando la barrera de coral, la situación ambiental es deplorable y ahora ni siquiera tenemos a un Rafael Vergara (qepd) quien alce la voz por el medioambiente cartagenero. Aquí vivimos bajo el sálvese quien pueda.

Ahora hablando del turismo extractivo que se da en Cartagena. Quisiera recordarles que el cartagenero de a pie no se beneficia del turismo, de hecho, el turismo ha dañado no solo nuestros paisajes, nos ha llevado a vivir una burbuja inflacionaria, nos hace convivir con una prostitución descarada, encima de esto, vivimos en una ciudad pobre, poco educada y con infraestructura deficiente, también tenemos que aguantar facturas exorbitantes de electricidad, un sistema pluvial inexistente, un tráfico impropio, etcétera. Imagínese lo que es estar todo el tiempo peleando tarifas, de hecho, el cartagenero promedio ni a playa ni al centro va. ¿Cómo podría ser esto posible cuando un coctelito cualquiera representa mucho más que el ingreso diario para miles de familias?

Hay que decirlo: de nada nos vale ser el epicentro de un turismo mundial, de nada nos vale tener un patrimonio al lado de la playa, de nada nos vale ser el lugar de recreo de los colombianos si lo único que recibimos es golpe. Por esto, el cartagenero normal vive entre el hastío y el fastidio de su ciudad, una que ya no ofrece calidad de vida y erosiona sus bolsillos constantemente.

El poco sentido de pertenencia que esa ciudad tenía, se ha erosionado a la par de sus corales y manglares, en una ciudad que no es de nadie, solo el refugio domestico queda. Por eso, es absurdo pedirles a los cartageneros que quieran a su ciudad, que se manifiesten, que defiendan los intereses de los turistas, pero ¡por favor!

Cartagena es lo que es porque el país la ha tratado de una manera extractiva, un destino al que solo se le saca provecho y donde no se ha implementado una política pública adecuada. De hecho, mucho de los negocios ligados al turismo, así como empresas e industrias que se asientan en la zona industrial de Mamonal ni siquiera pagan impuestos allí. El dinero que entra no se ve, por eso vivimos peleándonos por los pocos recursos que hay, por eso cuando alguien se hace el vivo, es un triunfo.

Ahora bien, esa visión del mundo no es propia del cartagenero, pues no fue allí donde se acuñó la gran máxima colombiana del vivo vive del bobo. El turismo atrae personas en una disposición de consumo, el que va, va con plata, los vendedores solo aprendieron de eso. Lo que para un colombiano es barato, para un extranjero no lo es. Recuerdo la cara de una turista que en estos días entrevistaron en Noticias Caracol, le preguntaron si le parecía cara la ciudad y ella desorientada ante toda Colombia al medio día le dijo al reportero, ¿de qué me hablas? es muy barato aquí.

Son necesarios los precios claros, pero hay que entender que no existe la idea de cuidar al cliente porque son tantos que, de hecho, no hay incentivos para gastar el tiempo en atenciones ni en consentir a nadie, a menos que sea con dinero. Eso aplica para ciertos negocios, porque otros -de los que no se habla- sí construyen clientela, por lo general hay que caminar un poco más, yo misma he ido con el equivalente a 100 dólares, me he quedado a dormir en habitación privada, he comido, tomado cervezas y he vuelto a CTG.

En fin, abusadores hay y esos hay que ponerles límites, por eso es importante este tipo de escándalos pues ¿quién nos defiende? Nadie, no, no hay chapulín colorado en las playas de Cartagena, la policía solo sirve para, en la tarde, sacar al turista en sus nuevas cuatrimotos, pero poco para defenderlo en estas situaciones. En un país de abusadores y de corruptos, ¿será más condenable el abuso de Daniel Hernández o el robo de millones del presupuesto nacional? ¿no les indigna ver jóvenes de todo el país posar frente al patrimonio vendiendo su cuerpo al mejor postor? El país es quien juzga.

Ahora bien, a aquellos que saltan a proponer destinos turísticos diciendo que allá no les roban, es apenas lógico ¡Colombia entera es bellísima! por eso aprovecho para decirles y advertirles que ojalá la fama no les cobre la factura que hoy nosotros pagamos. El estilo del turismo colombiano es anárquico, la ciudad se prostituye bajo el silencio y la complicidad de todos. El turismo extractivo es casi tan fatídico como la minería, la riqueza salta a los ojos, pero la pobreza es quien da de comer todos los días.

Antes de despedirme quisiera comentarles que he podido bañarme en las bellas playas de Punta Cana, Cancún y Miami y decirles una cosa: las playas con economía popular están desapareciendo. Es verdad que aquí abusan, pero es algo que se podría arreglar con algo de educación y amor hacia estas personas.

El día que desde la alcaldía se realicen trabajos serios con los vendedores podremos cambiar, el día que se les garantice un ingreso mínimo y el reconocimiento de su actividad, algo comenzará a cambiar. No es cuestión de idiosincrasia, en República Dominicana hace rato entendieron que acosar al turista no daba buena imagen, es solo cuestión de un trabajo serio con los vendedores.

También he de recordarles que estos escándalos y el #soscartagena no tardará en ser instrumentalizado por los políticos tradicionales, quienes al habérseles arrebatado la Alcaldía de Cartagena, están sedientos por posicionarse como salvadores de la heroica.

Hoy Cartagena yace inundada, con un olor fétido que sale de las alcantarillas. Tal vez la ciudad sigue viva y la única manera de manifestarse ante tanta indolencia es exponer lo que nadie quiere ver. Ojalá no continuar esta saga con otro nuevo desprecio del país hacia la que alguna vez fue su joya, la que alguna vez casi se independiza como república independiente, la otrora heroica, hoy solo erótica y excremental.

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