En la conformación del gabinete del presidente Petro son muchos los egresados de la UNAL que están ingresando con la seguridad que cualquier egresado de la UNAL merece todo el respeto, que poseen una alta formación académica y ética y que, de hecho, son nombramientos meritocráticos por provenir de la universidad pública más importante del país y de las mejores de la región.
Al fin y al cabo, la UNAL es de todos los colombianos y sus egresados le deben al país su mantenimiento y deben retribuirle esa oportunidad que tuvieron de formarse en ese claustro.
Pero Petro también debería tener en cuenta las universidades privadas de clase media, donde con gran esfuerzo millones de colombianos se formaron y se especializaron con grandes sacrificios, y no son tenidos en cuenta para los altos cargos directivos del Estado, a excepción de los que tienen que hipotecar su pensamiento con algún politiquero de turno para tener una posibilidad de tener de realizarse o ascender en el estado.
Es ya una tradición excluyente que solo los egresados de universidades de élites dirijan el Estado en todas las ramas del poder público. Y no quiere decir que sean más inteligentes que los demás o más transparentes. Tienen la ventaja, como lo señala Sandel , que por circunstancias de la vida tuvieron ese privilegio y lo aprovechan. Pero en un país tan desigual esas exclusiones no han contribuido a democratizar el empleo público en esos altos cargos gerenciales y dan lugar a la conformación de oligarquías que han dirigido el estado por centurias.
Romper esos esquemas es parte del cambio de un presidente de izquierda.