María Carolina Hoyos no disimuló a través de sus redes sociales sus reacciones cuando se enfrentó a la realidad, su realidad de dolor y zozobra, que recreo el director Rodrigo García en la serie inspirada Noticia de un secuestro, el libro periodístico escrito por su papá Gabriel García Márquez. Lo resumió con naturalidad: no ha parado de llorar. Sus hijos no se han atrevido a verla por temor de resucitar viejos fantasmas. Miguel Uribe, su hermano, tampoco la quiere ver. La herida nunca se ha cerrado.
Hubo un momento en el que Miguel Uribe recordaba con amargura a su mamá Diana Turbay. Siendo niño no entendía su riesgosa profesión que terminó arrebatándole la vida, dejándolo a él huérfano a los cuatro años. Miguel se revelaba contra ella, contra Dios y, por supuesto odiaba a Pablo Escobar por haberla matado y a César Gaviria, el presidente que no escuchó los pedidos de no intentar rescatarla a sangre y fuego, con el fatal desenlace que prefiere borrar de su mente.
En la serie no aparecen muchos detalles de lo que ocurrió en la familia antes, durante y después del trágico desenlace. La pasión de Diana Turbay por el periodismo la llevó a caer en una trampa mortal.
Fue contactada para entrevistar supuestamente al entonces jefe del ELN, el cura Manuel Pérez. No dudó en cumplir la cita. El 30 de agosto de 1990 Turbay, acompañada por cinco integrantes del Noticiero tomó el rumbo hacia Copacabana Antioquia a donde supuestamente llegaría el revolucionario español. Dos horas esperaron en una tienda hasta que llegaron unos hombres de civil que se presentaron como milicianos del ELN, los subieron en dos jeeps y, después de dos horas de camino, llegaron a una casa de ladrillo en donde los metieron en dos piezas. Por una de las rendijas del cuarto Diana Turbay podía ver los edificios de Medellín. Le parecía extraño que el ELN estuviera tan cerca de la capital de Antioquia. Sus peores temores empezaban a azuzarla.
El 21 de septiembre la familia Turbay, quien esperaba con desespero noticias de Diana, supo la cruda verdad: un miembro del Cartel de Medellín llamó a Todelar Radio Medellín a informar que tenían en su poder a Diana Turbay, directora del noticiero, el editor de este medio, Juan Vitta; el corresponsal alemán Hero Buss; la jefe de producción del Noticiero Criptón, Azucena Liévano, y los camarógrafos del mismo informativo Richard Becerra y Orlando Acevedo.
Lo que exigían Los Extraditables era que el gobierno de César Gaviria le diera el mismo trato que les había dado a los grupos guerrilleros del M-19 y el EPL para poder negociar. Si se rehusaba empezarían a matar periodistas. Fueron seis meses de angustia. Miguel recuerda solo sombras, todo el dolor se centró en Maria Carolina Hoyos Turbay, su media hermana, quien en esa época tenía 18 años y sufría al lado de sus abuelos, el expresidente Julio César Turbay y su exesposa Nidya Quintero. El niño Miguel no entendía muy bien las noches de insomnio, los Rosarios rezados en familia, los oídos pegados a la radio. La angustia que pesaba como un yunque dentro de la familia Turbay.
Sus abuelos intentaron convencer a César Gaviria de negociar con Pablo Escobar. Esa gente era feroz y no habían tenido piedad con Carlos Mauro Hoyos, procurador del gobierno Virgilio Barco a quien mataron fríamente cuando intentaron secuestrarlo. La idea de Nidya Quintero era liberar a su hija a como diera lugar antes de navidad. Necesitaba que Diana estuviera con sus hijos el 24 de diciembre. Poder cenar en familia, como siempre lo habían hecho.
El 26 de noviembre parecía que todas las oraciones surgían efecto. Los extraditables dejaban libres al periodista Juan Vitta en el sector de El Poblado. Viajó esa misma noche a Bogotá y le contó todo lo que necesitaban saber los abuelos de Miguel: Al poco tiempo de secuestrarlos los separaron en grupos. Él no tenía contacto con Diana pero sabía que estaba bien y con Azucena Liévano.
Las liberaciones no se detuvieron. El 11 de diciembre soltaron a Hero Buss, el 14 a Azucena Liévano quien dio detalles de Diana, estaba fuerte, no pensaba en otra cosa que en darle un abrazo fuerte a sus hijos y poder disfrutar con ellos la navidad. Estaba encadenada en una cama y comía sólo para mantenerse bien. La fe dentro de los Turbay aumentaba, sobre todo después de que dejaran en libertad el 18 de diciembre al camarógrafo Orlando Acevedo. Pero ahí terminaron las liberaciones y después vino un silencio y una calma espectral. Ni el 24 ni el 31 de diciembre de ese año hubo paz en la casa Turbay. Lo único que se pedía a César Gaviria era no intentar un rescate. Escobar era implacable. Pero todos los malos presagios se cumplieron.
Cinco meses después de su secuestro, el 25 de enero de 1991, un helicóptero empezó a sobrevolar el lugar donde estaba secuestrada Diana Turbay acompañada del camarógrafo Richard Becerra. Era el Cuerpo Elite de la Policía que había llegado, por orden del presidente, a liberarlos. En una entrevista entregada a W Radio en el 2016 Becerra relató los angustiantes momentos: “Nos dijeron que teníamos que salir corriendo porque había llegado la Policía (…), escuchamos disparos y en el cruce de disparos resultó gravemente herida (Diana), eso fue lo más terrible” Ella cayó con un disparo en la espalda. Cayó al suelo. Se desangraba. Becerra le pidió a su jefe que se parara pero no podía. Su columna vertebral estaba destruida. Ahí la dejó el camarógrafo. No la volvió a ver con vida. De ahí en adelante todo en la casa de los Turbay fuero noticias tristes. Sombrías.
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