Hay prácticas que se van diluyendo en el tiempo y se desdibujan en esta modernidad que corre a toda velocidad. De ellas solo quedan las evocaciones que de vez en cuando se aparecen como amables fantasmas en nuestros recuerdos.
Desde el mismo momento en el que a un niño de las cavernas se le escapó de sus manos una piedra esférica y rodó por el suelo mientras su dueño trataba de recuperarla, podemos imaginar que surgió el juego de las canicas.
En nuestro país el juego con bolas o canicas, tuvo como en el resto del mundo, diversas modalidades: de gotera, al cuadrado, vuelta a Colombia, a la pared, al hoyito, y al pepo y cuarta, entre otros.
Juegos apasionantes para los niños pero dolor de cabeza para las madres quienes veían como los pantalones de sus muchachos se desgastaban más allá de lo normal en las rodillas. Era que en la emoción del juego no había postura difícil para el chiquillo que buscaba dar un “pepo” o acercarse a una cuarta para recibir como recompensa una bola que iba parar, en casa, a un tarro oxidado de galletas Noel. (La cuña es de cortesía).
El pepo y cuarta es un juego de precisión que se jugaba en la Colombia de las calles sin pavimentar de hace unos pocos años atrás.
Consistía en que uno de los jugadores lanzaba una bola a cierta distancia, el otro jugador utilizando los dedos, índice, pulgar y anular trataba de darle a la bola lanzada por el adversario. Si acertaba eso era “pipo” y como recompensa se quedaba con la canica a la cual había acertado gracias a su “puntería”.
Si al lanzar la bola no acertaba, el jugador que había lanzado primero hacia lo mismo del anterior hasta que alguno acertara y sé quedaba con el premio.
Otra variante durante el juego es que lanzada la bola, si el lanzamiento hecho dejaba la bola del contrincante justo a la medida de una cuarta, que consiste en extender al máximo los dedos de la mano para tomar la medida entre la distancia que hay desde el extremo del pulgar y la yema del dedo meñique de la mano usada para medir.
Si se condicionaba “con recogida” el que media debía ser capaz de tocar las bolas a medir con los dedos ya mencionados y juntar los dedos llevándose las bolas hasta que chocaran. Ahí ganaba esa partida.
Pero el “pepo y cuarta” también se fue volviendo palabra de uso común para definir distancias: eso queda a “pepo y cuarta” significando que estaba cerca.
Hoy, ese juego es olvido pues, los chicos de este tiempo tienen otros pasatiempos en sus modernos celulares, así que no hay preocupación de sus mamás por los daños a los pantalones, pero esos muchachos no saben de lo que es ver con asombro cómo se iba reduciendo para tristeza nuestra ese tesoro de bolas de colores que nos acompañaban.
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