Tomé Coca-Cola durante años. Por eso quedé como el propio marrano. El lunes, después de un durísimo fin de semana pasado a punta de comida basura, podía constatar el desastre cuando veía la montaña de botellas plásticas. ¿A dónde irían todas las botellas que he consumido en toda mi vida, compactas, convertidas ya en una isla flotante tan grande como un continente? Igual no quiero entrar en consideraciones ecológicas porque si escribo es para hablar del daño que me estaba haciendo a mí mismo. Antonio Caballero decía que uno es lo que consume entre los 40 y 50, la década en la que defines si vas a llegar a viejo o no. Soy lo suficientemente pobre como para renunciar a la posibilidad de comprarme un Ferrari descapotable y así darle rienda suelta a la famosa crisis de los cuarenta. Dejando a un lado los venenos, sofocado por 100 kilos de peso, por un asma incipiente, dejé el humo y sus efluvios y probé otro tipo de vida, una en donde las madrugadas y el sufrimiento de correr buscaban torcer la debacle de los años. Solo fue costumbre y dejando de lado el fastidio que es levantarse aún de noche, en una de esas madrugadas lluviosas del páramo bogotano, ya puedo afirmar que disfruto correr 6 kilómetros diarios. Una nimiedad si uno se compara con un superhombre como el padre Francisco de Roux que hace lo mismo a sus 79 años.
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Los niños nacidos entre 1975 y 1985 en clase media fuimos expuestos a la radiación de comer comida chatarra como símbolo de estatus
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He dejado la Coca-Cola, peso 85 kilos, todavía soy una monstruosa marmota, pero al menos esta marmota se mueve. He reemplazado la Coca-Cola por jugos naturales y limonadas. Ya no compro azúcar. Vengo de una familia colombiana promedio. Crecí en los años ochenta. Que la nostalgia no los confunda, década tonta esa. Década de Reagan. Queríamos ser como los Estados Unidos de Reagan donde las películas más taquilleras las hacían símbolos del fascismo como Schwarzenegger, Stallone o Charles Bronson. La Coca-Cola nos hacía más gringos. Los niños nacidos entre 1975 y 1985 en clase media fuimos expuestos a la radiación de comer comida chatarra como símbolo de estatus. Inocentes nuestras madres nos condenaban, sin nosotros saberlo, a un vicio que deja millones de muertos por enfermedades coronarias, por diabetes. Pablo Escobar la tenía clara, si Estados Unidos había decidido combatir el perico que él exportaba no era precisamente por cuidar la salud pública sino para evitar la fuga de capitales. A largo plazo un McDonald’s es más peligroso que una raya de cocaína.
Y entonces uno ve a medios como RCN, tan cercanos al uribismo radical de Cabal, Polo-Polo, Maria Andrea Nieto, afirmando que este gobierno alcahuetea la drogadicción y condena las fiestas de cumpleaños. La analista estrella de Semana lo afirmó, que, en este país, por culpa de Petro, se acabarían las fiestas de cumpleaños porque nadie volvería a comprar una torta, ni Coca-Cola. ¡Qué tal la estupidez!
Yo creí siempre que los uribistas eran gente muy refinada, como Polo-Polo que dijo que su comida favorita era la langosta y el caviar. Sin embargo, no tienen ningún tipo de refinamiento. Que un político no lo tenga no importa, pero que un medio como RCN promueva la obesidad y toda la desgracia que conlleva es algo tan descarado, tan sucio, sobre todo sabiendo estos datos: a organización Ardila Lülle, lo dueños de RCN, es dueña de Postobón (gaseosas), Nutrium (salsas, aderezos, compotas, pulpa de frutas), Iberplast (envases de único uso), Incauca S.A. (azúcares y endulzantes) y IPBJ S.A. de C.V. (azúcar industrial). Los Gilisnki, propietarios de Semana, tienen acciones (30,8 %) en el Grupo Nutresa, asimismo, son los dueños de productos Yupi (Rizadas, Mekato, Golpe de Todo, Tosti, Liza's y Yupi)
Por eso que no nos enreden que jamás una Pepsi va a formar parte de la canasta básica. Si lo están haciendo es solo para favorecer a los dueños de Semana y RCN. Eso no es periodismo, eso es proteger a los megarricos y hundir en la miseria enfermedad a los pobres. Recuerden que en los países subdesarrollados la mala alimentación también se manifiesta en la obesidad. Por eso en este país, los ricos son flacos y los pobres cada vez más gordos.