Después de decantar un poco los acontecimientos y emociones vividos con motivo del acto de posesión del nuevo presidente de los colombianos y depurar, desde la tarde del domingo y gran parte del lunes 8 de agosto, la información y reacciones producidas en los medios de comunicación nacionales e internacionales sobre el acontecimiento, me permito como colombiano del común, aunque no fui invitado a la posesión del presidente Petro, dada mi condición de común, poner en contexto algunos “claros y oscuros” que nos han quedado a la gran mayoría de los colombianos de mi misma condición.
Claro, contundente, pero oscuro a la vez, que el primer mandato del presidente haya sido “ordenar a la casa militar”, traer la espada de Bolívar que en un momento de la historia su grupo guerrillero, el M19, se había robado, para simplemente decirnos a los colombianos que esa espada tenía mucha historia, como si no lo supiéramos.
Acto de soberbia. Simplemente, se quiso aprovechar el boom mediático del momento y sentar de una vez por todas su postura autoritaria. La autoridad y el poder son taxativos, no admiten discusión pero tampoco se imponen, sencillamente se ganan y por eso aparecen implícitos
–están ahí– en el “buen” ser y hacer de los seres humanos.
Muy oscuro, pero muy oscuro, como oscuro es el personaje, el discurso de Roy Barreras, quien en varias ocasiones se refirió a la nueva dupla presidencial como los salvadores y mesías de todos los colombianos, frente a los innegables desafueros de gobiernos anteriores, pero olvidando el autor de tales falacias que él ha estado por casi dos décadas, si no es más, como parásito de esos gobiernos, a quienes ha llenado de halagos y adulaciones, tal como ya lo ha empezado a hacer con este nuevo gobierno; halagos y adulaciones que le han permitido participar corruptamente en beneficio propio y ahora se nos presenta con todo el descaro y cinismo del que es capaz, como el más indigno presidente que haya tenido en su historia republicana el Congreso de la República.
Los gobiernos anteriores, de los cuales éste chupasangre politiquero ha sido parte, dejan para él un legado construido desde la incompetencia de todos aquellos, que como él han hecho parte de los mismos. ¿O me equivoco?. Vayamos a cualquier buscador de información nacional o internacional sobre las “hechuras” de este lagarto en bien de Colombia y nos daremos cuenta de su ancestral ineptitud. (Uso ancestral como término de moda).
Sabemos que la retórica tiene que ver con el manejo adecuado de las reglas o principios del arte de hablar con el fin de deleitar, conmover o persuadir; de la misma manera conocemos la capacidad que tiene el presidente Petro en su uso. Claro su discurso y por qué no decirlo, contundente.
Especialmente, cuando hizo lectura de su decálogo, el que a la voz de la verdad no dice nada nuevo bajo el sol, sino que engloba en él las aspiraciones mínimas de todo un pueblo, que habiéndose deleitado, conmovido y de pronto hasta persuadido, debe decantar y depurar esa retórica y esperar en hechos concretos, el cómo se va a lograr el cumplimiento de dicho decálogo.
Claro tenemos el QUÉ, pero nos queda muy oscuro el CÓMO. Y es precisamente ahí, donde se conoce el verdadero talante del gobernante. Créanme, que hablar bonito y deleitar, conmover, persuadir y convencer a través de la palabra es muy fácil; lo difícil viene cuando vamos a traducir esas palabras en hechos. Es lo que esperamos atentos.
Oscuros los personajes que custodiaban la espada de Bolívar durante su desplazamiento del Palacio Presidencial hasta la plaza de Bolívar, quienes por su vestimenta no pertenecían a las fuerzas armadas de la nación y portaban armas en sus manos. ¡Oscurísimo! Como también oscuro “el palco especial” para integrantes de la primera línea, de quienes todos los colombianos conocemos sus hechuras de crimen, muerte y destrucción, durante los vergonzosos acontecimientos de un mal llamado “estallido social” y que hoy son tratados como héroes de la patria, por todos aquellos que mal interpretando los valores esenciales del estado de derecho, redefinido en el discurso de posesión por el presidente Petro, poniendo en su lugar la libertad y el orden, no desperdician momento o circunstancia de pisotearlos en sus libertinajes, desorden, muerte, vandalismo y demás.
Claro todo el andamiaje de símbolos utilizados en los actos de posesión, incluyendo los diseños y vestimenta de la nueva clase política del país; las mariposas con los colores de nuestra bandera, revoloteando durante todo el acto; los invitados especiales, llamados así por el presidente como silleteros, escobitas, vendedores, pescadores, etc; presencia y relevancia de comunidades afrodescendientes, indígenas, raizales, palenqueros y otras más; las manifestaciones pluriculturales y diversas previas al acto de posesión.
En fin, todo ello formando parte de la retórica simbólica que también existe, nos ha llevado a los colombianos a deleitarnos, conmovernos y hasta persuadirnos, pero de aquí en adelante, qué? Frente a las preguntas sin respuesta, aparecen los infaltables y lógicos oscuros.
Claro, clarísimo el día, no sólo sobre nuestra ciudad capital, sino sobre gran parte del territorio nacional, donde resplandeció el día con soles de nuevos sueños y esperanzas sobre las realizaciones del nuevo gobierno.
Esperanzas y realizaciones que se tienen que ir concretando en los primeros días de mandato que han de ser cruciales, para que el gobierno Petro construya la verdadera confianza que necesita y que le hace falta, para que realmente sea un gobierno exitoso, no desde el ámbito personal egoísta que podría pensarse, sino desde el ámbito social comunitario que ha de ser el empeño de todo gobernante.
Los colombianos no podemos quedarnos con lo escuchado ayer de parte del presidente Petro, sino exigir y estar atentos a sus realizaciones, pues no puede ser que una vez más nos quedamos contentos y felices con cualquier nube de humo que se nos lance, en lo que se convertiría el plan de gobierno si no se cumple, pues no queremos pensar que todo se haya hecho con el ánimo de tapar otras oscuras verdades que no se han contado, disfrazando reales actuaciones en lenguajes macondianos y caribeños, mirando de soslayo, como ha ocurrido en otras ocasiones, las realidades a atender.
No podemos pensar, estúpidamente, que por los simples hechos de los simbolismos utilizados, y la presencia de “pueblo pueblo” de múltiples y variadas regiones del país, ya se puede estar hablando, como ya lo vienen haciendo algunos, de que este sí es de verdad es el gobierno del pueblo. Claros y oscuros. Para mi gusto, más oscuros que claros.