La actual situación tormentosa por la que atraviesa la ganadería obliga de manera mayúsculas la unificación y concertación del gremio en aras de buscar tierra firme, donde se pueda seguir desarrollando la actividad de manera digna.
Es hora de que el ganadero despierte del letargo y alce su voz, a lo largo de la historia nacional, los ganaderos han sido estigmatizados y golpeados de manera contundente por la violencia y el abandono estatal. Muy a pesar de todas estas vicisitudes, el ganadero ha sido jalonador de progreso y transformación social en regiones apartadas de nuestra geografía.
Hace algunos meses se evidenciaba un panorama esperanzador para la quienes en cada ordeño, canto de vaquería y demás faenas imprimen bienestar y seguridad alimentaria a la nación y nivel internacional. En ese entonces el precio del ganado gordo figuraba cerca de los 10.000, pero eso no le gustó a los enemigos de quienes se esfuerzan por hacer patria y construir país.
Hoy, a raíz de un panorama nublado por especulaciones y posible desaliento del gobierno entrante a las exportaciones de ganado en pie, el precio disminuye de manera dramática, paralelo a esto, los insumos y herramientas que se requieren para los animales e instalaciones ganaderas sube de manera vertiginosa.
Como si eso fuese poco, un gobierno entrante que encamina desde ya sus fuerzas a golpear, en cambio de alentar. La ganadería está herida de gravedad, los ganaderos no podemos seguir permitiendo que se desangre, si el ganadero pierde, también pierde Colombia.
Para contrarrestar el oleaje violento que golpea la nave del progreso en la que se transporta la ganadería, los ganaderos deben proceder bajo los parámetros de unidad, fortalecerse como gremio y brindar la mano a aquel homólogo que pueda estar siendo discriminado o violentado a razón de su propiedad ó actividad.
La ganadería no es solo una actividad económica, es un estilo de vida, es cultura, pero sobre todo es esperanza y progreso.