Soplan nuevos y buenos vientos en Colombia, una nueva etapa del país surge tras la firma del acuerdo final de paz y con este, haber logrado dejar a un lado la cortina de humo de la guerra contra las Farc-EP y, el su lugar, poder reconfigurar la realidad de un país enrumbado por los caminos de la profunda injustica social.
Pero esos vientos necesitan de una gran serie de condiciones para podernos llevar a buen puerto, de lo contrario, estaríamos frente a un conato por mejorar nuestras vidas. La realidad exige de un movimiento, una fuerza social en capacidad de encausarnos por la ruta del auténtico desarrollo y no quedarnos en el simple intento por hacernos socialmente un poco más soportables.
Existen problemas estructurales que deben ser resueltos y estas soluciones solo podrán surgir de un país que se apropia de sí mismo, en capacidad de desarrollar sus mejores ideas que, a pesar de toda la barbarie vivida, aún persisten y en ellas un gran interés por construir justicia social.
La conformación de un nuevo gobierno, conquistado con las voluntades de millones de colombianos, forjadas al calor de amplias y variadas luchas que permitieron elevarla a nuevos niveles, transformados hoy en acción política y democrática, es desde ya un logro histórico.
Hasta ahora hemos visto los mejores esfuerzos por consolidar un equipo de gobierno en capacidad de asumir este gran reto con la historia, al cual esperamos no ser inferiores, pero la crudeza de la realidad que esperamos transformar es más exigente aún.
El proceso de empalme realizado desde la elección misma del nuevo gobierno marcó una nueva forma de hacer política, y en los pasillos de los lugares escogidos para ello observamos a las gentes del común, a quienes venidos de todos los rincones hicieron parte de este proceso y con ellos los sueños de millones de colombianos que están dispuestos a construir país desde sus territorios, algo nuevo, antes reservado para quienes durante dos siglos ostentaron el poder.
Pero de igual manera, surgen desafíos y uno de ellos es cómo lograr generar auténticos espacios de unidad, no de uniformidad, si no de unidad por el sueño de país que tenemos en común, para entender que cada actor por variado o distinto que sea, es una pieza clave de este rompecabezas de sociedad que tenemos por construir.
Seguramente, seguirá siendo motivo de debate en muchos escenarios el concepto de unidad y de la capacidad que desarrollemos para cimentarla, dependerá en gran medida el poder hacer de este momento histórico un auténtico proceso de cambio, de desarrollo integral, de tal forma que logremos enseñarle a la antigua clase gobernante los rumbos correctos de la civilización, erradicando el egoísmo y los odios que nos envenenan.
Ahora se ha reanudado el debate sobre la forma de hacer país, sobre la forma de gobernar el país, pero también se tiene que avanzar en la creación de las condiciones necesarias para que este debate sea los más franco y constructivo posible, para que valla de la mano de la razón y en ningún momento se preste para estigmatizar, excluir, segregar o desconocer al otro, de lo contrario no seriamos distintos a lo viejo.
Ahora debemos realizar ingentes esfuerzos para desarrollar la acción política en los distintos procesos organizativos, para generar conciencia política y con ella facilitar los escenarios de discusión necesarios.
Las nuevas elecciones territoriales serán una gran prueba de fuego donde el movimiento social, elevado a la categoría de la fuerza social, tendrá que jugar un papel decisivo para mantener, ampliar y fortalecer los procesos organizativos en cada territorio, al tiempo que deberá incidir de forma directa en el nombramiento de las nuevas alcaldías, consejo, gobernaciones y asambleas, de tal manera que se logre engranar la acción creadora a todos los niveles.
Colombia comienza a escribir un capítulo muy interesante de su historia y la acción organizativa, política y consciente nos deberá dar la capacidad narrativa para superar estos renglones.