Un acierto la designación de Iván Velásquez como ministro de Defensa. Esperamos que con él se imponga el espíritu civilista que guía nuestra constitución y a la cual se debe subordinar la doctrina y el accionar de las Fuerzas Armadas.
El respeto pleno a los derechos humanos y el cumplimiento del derecho internacional humanitario tienen que ser la nueva hoja de ruta de una institución cuya honra y prestigio están cada vez en un punto más bajo. Ojalá que la tortura, la desaparición forzada, la actuación connivente con paramilitares y otros grupos criminales, las ejecuciones extrajudiciales (mal llamados falsos positivos), la violación y el abuso sexual, entre otros, no vuelvan nunca a ser noticia y no sigan manchando el honor de las armas y uniformes del Estado.
Dura pero encomiable tarea tendrá el nuevo señor ministro para lograr que tome curso un nuevo ideario y pensamiento de las fuerzas armadas a las que, en el marco su misión y mandato constitucional, necesitamos más comprometidas con la paz que con la guerra.
Como nunca en la historia de Colombia se pone a prueba el talante democrático de una institución que como las fuerzas armadas deben obediencia y subordinación al poder civil, independiente de las ideas y el origen político del gobernante.
Tendrán que refrendar, ahora con más poder de convencimiento, su carácter no deliberante y su acogimiento a lo que taxativamente les ordena la constitución y les exige la ética y moral a la que se debe un soldado, cualquiera que sea su rango.
Que la experiencia, el conocimiento, la sabiduría y su valioso prontuario ético ilumine al doctor Velásquez al frente de una institución de la que sí que se esperan cambios en esta nueva era de la historia y la política colombiana.
Fe en la causa doctor Velásquez, que en algo ha cambiado.