Tengo 31 años y llegué a Santa Marta a los 18, es decir, he absorbido el discurso de Carlos Caicedo por 12 años y debo manifestarlo: hasta hace poco lo creí, lo repetí y muchas veces escribí en su favor y sus procesos, sin embargo, las máscaras en algún momento empiezan a develar los verdaderos rostros que tras ellas se esconden.
Resulta que acá nos enseñaron que los “de antes” eran unos rateros sin escrúpulos, que cualquier miembro de las familias más tradicionales de la política en Santa Marta y en el Magdalena, ya era por sí, alguien despreciable, que no merecía la mínima confianza, y fue la primera falacia que las mayorías nos tragamos, pues, es un error la generalización indiscriminada.
Luego, nos enseñaron que no solo los miembros de esas familias debían ser señalados y apartados de la administración pública, sino también todo el que los acompañaba, congeniaba o trabajaba para o con ellos. Cuando Carlos Caicedo se dio cuenta de que habían ganado la batalla por la opinión pública, entonces buscó al enemigo nacional, a Uribe y Duque, y el discurso era que el gobierno nacional era enemigo de los gobiernos distritales y después del departamental, y todos los problemas de este territorio (el Magdalena), se los achacaron al poder central, pues se inventaron un “bloqueo” al mejor termino cubano-estadounidense (pero ese si es un bloqueo).
Los que en estos 12 años pasamos de la adolescencia a la adultez, aprendimos sin mayor análisis a tener resentimiento en contra de personas que nunca hemos conocido, ni tampoco hemos hecho el esfuerzo por determinar si de verdad son todo lo malo que Caicedo decía.
También nos enseñaron a criticar con rigor todo lo que otros hacen (políticos adversos a Fuerza Ciudadana), pero a callar sin razón ante las propias negligencias o actos de clara mala fe, por eso nos convertimos en críticos acérrimos de Duque (en muchos aspectos justificado), pero en perritos contentos con las grandes fallas que hemos visto por casi 12 años en el Distrito y 2 años en la Gobernación del Magdalena.
Nos metieron en la cabeza que eso de colocar a familiares en puestos de poder era nefasto si lo hacia el uribismo, pero cuando Patricia Caicedo (hermana del gobernador) fue escogida como la gerente de la Empresa de Servicios Públicos de Santa Marta, ni siquiera se podía insinuar que había nepotismo en esa acción.
Cuando el puente Chirajara se cayó por allá en los llanos, acá se hizo leña con el árbol caído, en cambio, nunca se ha tenido una explicación seria con los puestos de Salud, con el acceso a los servicios públicos, con la inseguridad, el desempleo y el descuido con los empresarios, mejor dicho, acá nos enseñaron a odiar no lo indebido y malvado, sino lo que venía del adversario político, aunque este tuviese o no una justificación valida.
Hace un tiempo se hizo eco nacional que mas de 140.000 niños pobres del Magdalena no podrían tener acceso a la alimentación escolar (en mi infancia fui beneficiario en el departamento del Cesar), porque los recursos destinados para ello dependían de que el gobierno central girara tales dineros y no bloqueara la aprobación de los mismos en un escenario llamado OCAD-CARIBE.
Ese cuento nos lo tragamos entero las mayorías, incluso el suscrito, que a pesar de que para esas fechas ya estaba en las orillas de los críticos de Fuerza Ciudadana, me atreví a decir que “el gobierno nacional debía ser sensato y por desafectos políticos, no afectar a niños inocentes y necesitados” pues no tuvimos otra versión que analizar. Pues bueno, es posible que hayamos sido unos pendejos.
Recomiendo la columna del exdiputado Edwar Torres Ruidiaz, https://www.opinioncaribe.com/2022/07/17/las-mentiras-de-caicedo-que-se-cayeron-con-el-pae/, en la que nos explica con detalle cómo todo pudo tratarse de una farsa, una puesta en escena, un plan para cubrir la propia negligencia y echarle hábilmente la culpa a otro, pues en ultimas, si 140 mil niños del Magdalena pasaron hambre no fue por falta de recursos, sino porque el gobernador no los ejecutó eficazmente, ya sea por negligente o por algún motivo non santo.
Ese caso de los recursos del Programa de Alimentación Escolar en el Magdalena, es parecido a aquellos casos donde una criaturita de tres años desaparece junto con su mamá embarazada, y vemos al padre que llorando a moco tendido ayuda a las autoridades en la búsqueda de su amada y su hijo, organiza marchas, velatones, se ensaña en acusar a uno que otro pariente, pero al final, se descubre que ese mismo sujeto, asesinó a su esposa embarazada, a su hijo de tres años de edad, y los ocultó en un potrero lejano con la esperanza de que jamás los encontraran.
Tal parece que en este tema de la alimentación escolar en el departamento, hemos encontrado los cuerpos de las víctimas y tenemos identificado al verdadero responsable, de todas formas, es algo que los entes de control Fiscal, Penal y Disciplinario deben estudiar, porque sinceramente es un asunto de extrema crueldad.
Para finalizar, nos enseñaron a odiar todo lo diferente al color naranja, a no pensar ni cuestionar hacia adentro, pero en mi caso y se que en el de miles más, ahora hemos aprendido a dudar, y no al estilo de la mayoría de los miembros de Fuerza Ciudadana, sino, cuando de verdad lo amerita y tenemos argumentos para hacerlo.
Estoy liberándome del odio que me sembraron hacia quienes no conozco, entendiendo que malos políticos y líderes de derecha o de izquierda son igual de nefastos para Santa Marta y el Magdalena, también que no es más creíble quien más gasta en marketing, porque entre más suena la maraca, más vacía está, pero, sobre todo, estoy interiorizando que la pantomima del gobernador con los recursos del PAE es una auténtica desfachatez, algo que en las conversaciones más básicas de nuestro Caribe, decimos “hey, eso no se hace”.