“La casa fue desde siempre, en innumerables culturas, el ámbito destinado a las mujeres. Si hasta el siglo diecinueve la casa familiar era percibida en la literatura como gineceo o reducto privado, cuna de la feminidad laboriosa, obediente y recatada, tras varias olas del feminismo la casa parece haber dejado de ser una cárcel para recuperar su estatus primigenio de ómphalos sagrado y centro del mundo, lugar propio e íntimo que a la vez protege y comunica con el exterior, habitado por múltiples presencias, voces y afectos”. María Lucía Puppo. (1)
Quienes se han dedicado a estudiar la historia del tango nos han contado que los lupanares eran, además de sitios de conversación, lugares para enseñar a bailar tango y también se hacían bailes con derroche del 2x4. Este hecho marcó influencia en la creación de algunas letras y es de fácil deducción saber que dichos temas no entraban en los hogares.
Con todo, es justo reconocer que las letras de los tangos evolucionaron desde contenidos salidos de tono y machistas hasta los más sublimes poemas, lo que significó un giro que dio cabida a movimientos literarios con presencia sobresaliente en el tango cantado. Aunque no fueron estas las primeras poesías que entraron en los hogares, sí que hubo una que salió de un desafío.
El compositor Enrique Saborido cuenta que era asiduo visitante del Bar Reconquista al que también asistía Lola Candales, bella bailarina uruguaya, quien en una de tantas noches de concurrida asistencia fue admirada por el compositor, asunto que notaron los contertulios, lo que llevó a un reto, componerle un tango a la bailarina. Después en su casa y en la madrugada se acordó del desafío, se sentó al piano y terminó la creación, y en pocas horas estaba buscando a Ángel Villoldo para que le pusiera letra, y así se creó La Morocha.
De esta manera lo cuenta Saborido: “A las diez de la mañana, letra y música estaban de acuerdo y, al mediodía ambos visitábamos a Lola... Lo aprendió de memoria, lo ensayó y esa noche, en presencia de toda aquella barra memorable, ella misma lo cantó por primera vez. -¡Todo un triunfo!”. Después lo grabó la chilena Flora Gobbi.(2)
Sobre los derechos de propiedad hay varias versiones, sin embargo, lo que sí se sabe con certeza es que a ambos autores no les llegó ni un centavo, sí el honor y el contento, además, la partitura viajó en la Fragata Sarmiento y fue conocida en Europa.
En todo caso, lo que quiero contar es que alguna vez escuché a Otilia Da Veiga, presidenta de la Academia del Lunfardo, afirmar que la intención en la creación de esta letra era que a los hogares pudiera entrar un contenido decente. Aquí está una estrofa:
“Yo soy la morocha,
la más agraciada,
la más renombrada
de esta población.
Soy la que al paisano
muy de madrugada
brinda un cimarrón...
Soy la morocha argentina,
la que no siente pesares
y alegre pasa la vida
con sus cantares.
Soy la gentil compañera
del noble gaucho porteño,
la que conserva el cariño
para su dueño...”
Empiezo con el primer enunciado. Aquí la mujer se nombra: “Yo soy la Morocha, la más agraciada, la más renombrada …” ella tiene la palabra, se ve en un principio con gran presencia desde su yo, después dice: “la que conserva el cariño para su dueño”, y plantea con esta frase un conflicto: la mujer que tiene presencia, con la sumisa. En el imaginario es pensada como la mujer criolla, y en realidad es la sometida porque está la expresión: “mi dueño”.
“Yo, con dulce acento,
junto a mi ranchito,
canto un estilito
con tierna pasión,
mientras que mi dueño
sale al trotecito
en su redomón...”
En los anteriores versos subyace un sentido que conduce a “La teoría de las dos esferas”: el ámbito público el afuera para los varones y el ámbito doméstico para las mujeres, donde está el cuidado del hogar, la atención al marido y la educación de los hijos, de donde la presencia en la polis es inconcebible.
Son líneas que conducen a la ideología que va desde La perfecta casada de Fray Luis de León (1.583), hasta el poema de Coventry Patmore “ El ángel del hogar” (1854), donde se exaltan las cualidades de la mujer sumisa, abnegada, dulce, pasiva y complaciente. Uno de los mandamientos de Fray Luis en La perfecta casada es que la mujer debe madrugar para que con ella madrugue la gente de su hogar, porque la esposa es el motor. En “El ángel del hogar” la esposa debe estar siempre alegre: lo dice la letra de La Morocha: “la que no siente pesares y alegre pasa la vida con sus cantares”.
Es preciso dejar claro que no podría afirmar que Ángel Villoldo fuera conocedor de los dos libros mencionados, lo que sí puedo deducir es que era una ideología que andaba por ahí como rumor, y que a pesar de tantas luchas de las mujeres aún está vigente en muchas conciencias.
Para mejor ilustración transcribo una parte del poema prescriptivo" El Ángel del hogar" o "El Ángel de la casa" de Coventry Patmore que consta de cuatro partes: El Noviazgo, Los esponsales, Eternamente fieles y Las victorias del amor. Aquí se encuentra la alabanza a las cualidades de la mujer en tanto es un ser doméstico, abnegado, dulce siempre, el sexo no importa y su importancia está dada en la relación con el hombre, con el esposo.
“El hombre debe ser complacido, pero complacido
en el placer de la mujer,
Bajando por el golfo de sus necesidades
Ella pone su mejor esfuerzo, ella se arroja.
¡Y con qué frecuencia se arroja en vano!
Estrecha su corazón en el capricho,
Cada palabra impaciente provoca otra,
No de ella, sino de él,
Mientras ella, suave aún para la réplica,
Espera de él una respuesta amable,
Espera su remordimiento,
Ya con el perdón en sus ojos”.
Este sermón ha logrado pasar ha través de muchos siglos y sociedades, prescribiendo para la mujer, a manera de dictadura, solamente una única manera de habitar la vida en la sociedad.
Entre las ideas que se han impartido para que la mujer habite la casa como el único sitio pertinente están las que dicen que su capacidad intelectual es menor que la de los hombres, y de ñapa la educación que se les impartía era para reproducir las condiciones domésticas, porque su destino era el matrimonio.
Finalizo con unas palabras de Concepción Arenal: “Una de las consecuencias de que se impida que se puedan equiparar las facultades intelectivas de hombres y mujeres y de la supuesta inferioridad de la mujer, señala Arenal, es que a ésta se la rebaja en el orden moral; de ahí que la legislación la tratase como a un menor.” Después de esto me atrevo a agregar que no es raro encontrar ante cualquier contingencia esta frase: “a un lado las mujeres y los niños”.
(1) Puppo, María Lucía. Está viva la casa y habla: hospitalidad y poesía de mujeres. https://repositorio.uca.edu.ar/handle/123456789/10700. Consultado el 16 de junio de 2022.
(2) Página Todo Tango. Irene Amuchástegui. Oscar del Priori