Desde el Frente Nacional -1 de diciembre de 1957- hasta el proceso de la Habana -26 de septiembre de 2016-. La paz en Colombia sigue siendo asesinada.
Cuando nos referimos a Colombia, aparece la imagen de un país multicultural, con dos mares, miles de ramificaciones hídricas, climas, montañas, nevados, extensas llanuras, indómitas selvas, diversidad de especies de fauna y flora, productor de alimento, ciencia, industria, investigación, folclor, música, arte, desarrollo, amabilidad.
Pero, en medio de todas estas maravillas, coexiste una subcultura que nunca ha peleado una guerra, pero se creen con el derecho de enviar a otros que no quieren una guerra a pelear sus guerras.
Acompáñenme, por un recorrido en el imaginario de lo que pudo ser y no fue el proceso de paz conocido como: “Los diálogos del Caguán”. No haremos referencia histórica, sino como la imaginación lo pueda dibujar.
Las Farc en aquella época tenían reconocimiento en algunos países como grupo beligerante. No solo los veían como “héroes de la lucha social”, sino recibían donaciones, a través de cancillerías en los mismos. Por primera vez, los ojos del mundo, estaban puestos sobre las diferentes problemáticas de Colombia, y las FARC, eran los invitados de honor. “La guerrilla más antigua del mundo”.
El gobierno Pastrana les entrega 42.000 Km de extensión territorial conocida como “Zona de distensión”. Limítrofe con los municipios de Mesetas, La Uribe, La Macarena, Villahermosa y San Vicente del Caguán al sur de Colombia. Una extensión rica en biodiversidad, donde gozaban de garantías por parte del estado que, no solo se les concedió salvoconductos para su movilidad, desmilitarizó la zona, para facilitar su agrupamiento; sino que invito a sus principales líderes a recorrer el mundo, para poder establecer modelos en el ejemplo de otras sociedades.
El proceso, aunque estuvo viciado de protagonismos políticos, tenía un ingrediente especial dado que la comunidad internacional ejercía su presencia. Se hubiera podido ceder terreno discretamente en los poderes públicos legislativo y judicial, dando paso a su participación como garantes y de forma activa en proyectos de ley y el proceso de reinserción sin medrar en la soberanía nacional, pero que haría más sostenible el compromiso por parte de la guerrilla de mantenerse firmes en el propósito de paz.
La guerrilla debió replegar completamente sus fuerzas en la zona como fue el propósito del despeje, y que tuvo no pocos contradictores entre diferentes estamentos estatales entre ellos los militares. Cumplir con el cese total de hostilidades; y, no usarla como corredor y refugio de quienes salían de ella, o nunca se replegaron, para cometer los actos de barbarie que fueron de conocimiento público, y a los que asistimos los colombianos como espectadores.
Pudieron dejar de lado el protagonismo intimidatorio y criminal, como muestra de fortaleza. Y centrarse en un modelo de desarrollo, constituyéndose en un laboratorio de paz. Ese hubiera sido su mayor fortaleza y poder.
Solicitar el manejo de los recursos de presupuesto nacional del área, en su total extensión, incluyendo, los recaudos por impuestos y regalías de explotación; acompañados de una veeduría internacional no solo vigilante sino activa con profesionales idóneos en administración, ciencia, tecnología, e inversión de recursos públicos.
Concertar con la población civil, la erradicación manual de cultivos ilícitos, prestando los mismos hombres que cambiarían el fusil por el azadón. Reemplazarlos por la siembra de productos de pan coger, y otros que pudieran industrializarse, agrupando las comunidades de la región en cooperativas de desarrollo agrícola, que los llevara a concertar con los garantes internacionales, y las multinacionales, que le hubieran apostado al proceso con aportes presupuestales, maquinaria y tecnología en todas las áreas, para mejoramiento rural.
Construido vías para facilitar el transporte de productos en su estado natural y procesados en micro empresas asociativas de los campesinos, eliminando la tercerización entre las asociaciones y el distribuidor final. Estableciendo compromisos con las grandes cadenas comerciales en Colombia para la distribución de los mismos, con campañas persuasivas para su consumo. Además de facilitar la exportación hacia los países garantes, cero aranceles.
Convertir la zona en una gran despensa capaz de sostenerse y retroalimentarse con sus propios recursos, de modo que no tuviera que demandar ingresos del estado diferentes de los recursos públicos contemplados en el plan de desarrollo nacional.
Constituirse en una comunidad auto sostenible que reinvirtiera en el mejoramiento de sus gentes, a través de la construcción de hospitales, escenarios para el deporte, vivienda y mejoramiento de las existentes y servicios públicos.
De mano de la academia y la comunidad internacional, desarrollar programas educativos a fin de fundar una universidad rural, que sirviera para atajar el éxodo a los cordones de miseria de las grandes urbes, y a su vez, los jóvenes campesinos y reinsertados encontraran un verdadero acompañamiento para el desarrollo del saber, es decir, que encontraran el camino abierto para su propio desarrollo profesional, cultural y científico.
No terminaríamos de soñar como un micro país inteligente, capaz de mostrar un verdadero modelo de desarrollo, de esta forma el proceso hubiera podido extenderse por años, hasta consolidar la paz, pero de la mano de un verdadero modelo incluyente digno de copiar en la nación.
Años después –porque no hubieran sido cuatro– las Farc acompañadas de la comunidad internacional, presentan ante el país el balance de estas, y muchísimas cosas más que se podrían pensar en un universo de posibilidades; como modelo de administración eficiente, con justicia social, con unas poblaciones productivas y en proceso de desarrollo digno; y, el país entero, al igual que el mundo, les hubiéramos abierto las puertas al la reinserción total.
Se hubieran constituido en movimiento político legítimo, con la asistencia de veedurías internacionales que les garantizaran no solo su derecho a participar de política, sino su vida.
Todo el derroche militar que comenzó desde Pastrana hasta el día de hoy se hubiera podido invertir en Colombia, en el pueblo quien es el Estado soberano. Entonces tendríamos menos soldados (carne de cañón), y más jóvenes profesionales.
Las Farc no hubieran pasado por el humillante proceso de reconocerse como unos barbaros y desalmados asesinos ante la JEP, y el Estado colombiano, no habría caído en la barbarie y humillación, de la que también hemos sido espectadores a través de la JEP.
Replicando las palabras del padre Francisco de Roux luego de presentar el informe de La Comisión de la Verdad: “Cómo nos a atrevimos a dejar que esto pasara”. Diríamos ahora: “Como atrevernos a dejar que esto continúe”.
La esperanza no tiene fecha de caducidad.