La homeopatía salvó a mi perro Bruno del moquillo

La homeopatía salvó a mi perro Bruno del moquillo  

Aunque la mayoría son sacrificados, Bruno se está salvando con amor y medicina homeopática

Por: Juan Pablo Beltran
diciembre 10, 2014
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La homeopatía salvó a mi perro Bruno del moquillo   

A pesar de las recomendaciones de mis amigos que me decían que regalar un perro a tu pareja era firmar la sentencia de muerte de la relación, decidí arriesgarme y recibir a mi novia a su regreso de Argentina con un perrito con el fin de fortalecer nuestra relación y que se sintiera feliz. Así fue. Pero pronto todo comenzó a complicarse: nuestra relación se deterioraba y el perrito comenzó a enfermarse.

Era pequeño y nos cabía en una sola mano. El día que lo saqué de la casa de adopción sentía que tenía una vida muy frágil en mis manos. No sabía si dos hombres íbamos a sobrevivir en medio del muladar en que había convertido nuestro apartamento ante la falta de una mujer que nos mantuviera en orden. Éramos el perro y yo, solos ante el  mundo a la espera del regreso de su nueva madre.

Para alimentarlo le compré un concentrado marca Ringo y una aderezo de carne para que se animara a comer y una cama miniatura que nunca utilizó porque desde el día uno, siempre dormimos arrunchados. No sabía qué edad tenía pero todo indicaba que no tenía más de un mes y que había sido separado de su madre de forma prematura. Su boca olía a café con leche como es común en los perritos recién nacidos. Aunque era pequeño y frágil se veía en perfectas condiciones y feliz de haber encontrado una familia.

Cuando Yenny regresó de su viaje ya estábamos acondicionados y teníamos una relación de padre e hijo; dormíamos juntos y fue adquiriendo mis mismos hábitos al estar siempre a mi lado. En esa semana de soledad junto a él aprendí a querer a los perros y a entender por qué muchas veces se convierten en los niños consentidos de casa incluso recibiendo más amor que los propios hijos; Ya estaba enamorado de mi perro y tenía puestas en él mis esperanzas para salvar mi relación que atravesaba por un momento complicado.

La cara de felicidad de Yenny al ver a esa pequeña bola de pelos me hizo sentir muy bien. Sabía que le iba a gustar y que era una buena forma de demostrarle mi amor y de resarcir mis culpas. Hace unos meses ella había tenido que regalar su antigua mascota por mis constantes reclamos. Me sentía culpable aunque le insistí muchas veces que no lo tenía que regalar, sino educar.

Inmediatamente lo bautizamos con el nombre de Bruno con nuestros respectivos apellidos. Pero al parecer las advertencias de mis amigos comenzaban a hacerse realidad. Con la llegada del perrito confidencialmente comenzaron a salir a flote más diferencias en nuestra relación. Problemas de esos que surgen de forma inexplicable y que en algún momento se le salen de las manos a cualquier ser humano poniéndolo en situaciones difíciles de explicar y que llevan a juicios apresurados e injustificados. Caso aparte. Sentía que era la maldición de regalarle una mascota a mi pareja y que nos iba a hacer terminar definitivamente.

Pero por fortuna no fue así y por el contrario terminó por unirnos en torno a él. Lo demás eran mitos y creencias sin ningún fundamento.

Con cariño Yenny me hizo entender que Bruno era una bendición que no tenía nada que ver con nuestros problemas, que logramos superar o al menos intentar pasar la página. Entre tanto, Bruno siempre estuvo ahí para hacernos sentir que ahora teníamos una familia y para recordarnos que el amor todo lo puede. Bruno se convirtió en la prueba del poder del amor.

Sin embargo no todo fue felicidad. Cinco días después Bruno comenzó a toser. Los dos primeros días no le prestamos mucha atención pero  luego nos preocupamos y llamamos a Catalina, una muy buena veterinaria que atendía a la anterior mascota de Yenny . Nos dijo que podía ser una gripa aunque existía el riesgo de que fuera moquillo, una enfermedad que no tiene cura y que mata al 80% de los perros que se contagian.

Una semana después de haberle aplicado antibióticos para niños, Bisolbon para la tos y de hacerle nebulizaciones con eucalipto e incluso hasta con marihuana, acudiendo a sus propiedades benditas de curación para las enfermedades respiratorias, Bruno seguía empeorando.

 

 

 

El moquillo es una infección mortal que no tiene cura y se da en cuatro  fases: respiratoria, digestiva y neurológica, es altamente contagiosa para los perros. Se produce por culpa de un Paramixovirus del género Morbilivirus y suele afectar al aparato gastrointestinal y al aparato respiratorio del animal.

Decidimos hacerle una prueba del Moquillo con un test similar a las pruebas de embarazo. Dio positivo y de inmediato estallamos en llanto. Yo sentía que iba a morir y que lo mejor era aplicarle una inyección para que descansara en paz y no sufriera. Yenny  por el contrario se armó de valor y amor y se propuso salvarlo a toda costa.  Comenzó a leer en cuanta página de internet encontraba información sobre el moquillo y posibles tratamientos que podría curarlo, nunca desfalleció. Leía cosas hasta la madrugada dejando de lado su trabajo y se volaba de su oficina para atenderlo cada vez que podía. Su lucha comenzó a dar frutos.

Un día, mientras Bruno empeoraba y ya pensábamos que tenía la fase neurológica del virus, la más complicada,  encontró una veterinaria homeopática en el Norte de Bogotá. Lo llevó sin importarle lo que tuviera que pagar para que su hijo, como le dice, se salvara. Luego de una rigurosa evaluación médica, la veterinaria ordenó suspender los antibióticos y demás medicamentos y remplazarlos por un tarrito miniatura de gotas homeopáticas.

Esa misma tarde Bruno pudo volver a caminar, sus ojos recuperaron el brillo y el apetito volvió. El tratamiento era milagroso. Nos llenó de esperanza y ese día ya ambos estábamos convencidos que nuestro perrito se iba a salvar. Corrimos a comprarle un Ensure  (suplemento para enfermos terminales) para que completara su alimentación. Le compramos varios sacos para que mantuviera abrigado y soportara el frío de la capital mientras estaba solo en casa y le compramos varios juguetes para que pudiera divertirse y no perdiera el ánimo, lo más importante para enfrentar el virus.

Han pasado dos semanas con el tratamiento homeopático y aunque aún no podemos cantar victoria, por mi lado aprendí varias lecciones de vida: como que el amor todo lo puede, que nunca hay que rendirse cuando hay amor de por medio y que la medicina homeopática es milagrosa.

Hago pública esta historia porque sé de muchas personas que están en la misma situación tratando de salvar a su perro y esto puede servir como aliciente para saber que aunque la mayoría de los veterinarios se den por vencidos, siempre hay esperanza y sus perro se pueden salvar del moquillo como se está salvando Bruno con la ayuda del medicina homeopática, del amor de sus padres y de Dios.

 

 

 

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