La tarea desarrollada ocupó un intervalo significativo de tiempo. Décadas perdidas que hoy se ven reflejadas en el desconocimiento de nuestra historia patria, de parte de las nuevas generaciones. Nada es gratuito todo obedece a claros objetivos: el conocer la historia resulta demasiado peligroso, para los que propugnan por eternizarse en el poder.
Estigmatizar a los profesores fue una proterva tarea que les rindió frutos políticos electorales. Los profesores se convirtieron en parte vital de la doctrina del "Enemigo Interno", igual la caudalosa juventud que expresó su inconformidad en la calles. Suprimir la enseñanza de la historia no fue un hecho fortuito, macartizar a la Federación de Educadores (FECODE) tampoco. Todo obedecía a la estrategia de doblegar el pensamiento critico, debilitarlo y sumirlo en la obediencia.
La idea era mantener a toda una generación, en una ignorancia oceánica, de la cual solo se salvaría una minoría privilegiada con acceso a una educación de calidad, a fin de anclarse en el poder un reducido y plutocrático sector de clase, que son educados con ese objetivo. Los medios o mejor dicho sus medios, se dedicaron por largos años a mantener asustada a la gente, con el Coco de las Farc, que era una innegable realidad político militar y, cuya existencia también servía para mantener a raya la reprimida explosión de inconformidad que a corto plazo conduciría al cambio.
Liberados de Farc había que prefabricar "disidencias" a como diera lugar, para que el Coco no muriera. Pueblo contra pueblo matándose en la Colombia profunda, era lo ideal; mantener la guerra eterna era la consigna. Los acuerdos había que volverlos trizas. "Ese maldito papel" dijo en una oportunidad el brillante ideólogo de la ultraderecha Colombiana Fernando Londoño Hoyos, refiriéndose a los acuerdos de paz y a la imperiosa necesidad de convertirlos en jirones de papel, cuyo destino final no se escaparía del cesto de la basura.
Y efectivamente así fue en este gobierno, que afortunadamente hoy acaba. El objetivo se intentó pero resulto fallido en un alto porcentaje: la JEP sobrevivió a los despiadados ataques, la Comisión de la Verdad cumplió su encargo y la implementación fue precaria.
Era la podredumbre que subyacía y no salía a flote, era la venalidad q se ocultaba con la existencia de las Farc. La rampante corrupción se hizo visible ante la ausencia del fantasmagórico "Enemigo interno", machacado día y noche en los sesgados medios de comunicación y en los emotivos discursos oficiales.
Pero nada fue gratuito, el legado de Juan Manuel Santos los dejo desnudos. Se visibilizo, que el conflicto armado servía como cortina de humo, para invisibilizar un problema igualmente lesivo y preocupante para la sociedad: la venalidad oficial. La corrupción cooptó hasta los recursos de la OCAD PAZ, dineros de las regalías para invertir en programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), en municipios considerados afectados por el conflicto armado. Las ultimas informaciones hablan de un latrocinio de medio billón de pesos. O sea que, la defraudación de las MinTic de Centros Poblados es un juego de niños, una bicoca comparado con esta nueva y sorprendente defraudación al erario.
¡Pero no todo es malo!
Se eligió el cambio, se eligió un gobierno cuyo propósito prioritario es unir a todos los Colombianos y lograr una gobernabilidad que facilite la aprobación de las fundamentales reformas pendientes, un presidente que no fomente odios, ni divisiones, ni persiga al que piense diferente. ¡Un nuevo Gobierno!
El anterior régimen enseñaba a odiar, este nuevo gobierno nos invita a amar. No se puede aspirar a un malsano unanimismo, pero si a una oposición constructiva razonable y sensata. Desacuerdos y polarización siempre habrán, es el material del cual esta hecha la política, pero la propuesta del nuevo gobierno es, que Colombia sea una potencia de la vida, practique una política del amor, cero corrupción y a llevar una vida sabrosa, en el mejor sentido de la palabra.