Yo que siempre he dudado de que las antípodas de pensamiento sean algún lugar que traiga beneficios, y de allí que desde el comienzo del ascenso del candidato de la izquierda en Colombia me haya declarado uno de esos millones de opositores, uno de los más férreos quizás opositor, igual de aquellos de derecha, que creo plenamente en que la maquiavélica del "Divide y Vencerás", solo beneficia a quienes andan siempre tras bambalinas... hoy debo decir tempranamente (tal vez de manera apresurada por aquello de abrazar más la esperanza que la desilusión), hoy debo decir con humildad que será mejor dejar el pesimismo para épocas mejores, y que como decía el filósofo: "El sabio puede cambiar de opinión, el necio nunca".
Hoy debemos ver que detrás del miedo a sus ideas (las de Petro) se puede vislumbrar tras dos noticias, una, la del nuevo presidente consultando a la que muchos apuestan por el Nobel de economía, y la otra, la entrevista donde el mandatario electo con muestras evidentes de humildad pronuncia las palabras: "Si fracaso, las tinieblas arrasarán con todo", ambas describen a un ser humano que es capaz de exteriorizar una profunda preocupación por hacer las cosas bien.
A mi hija, quien ha estado de manera independiente a favor del ganador y con quien en paz tuvimos diferencias durante toda la campaña le escribí: "Un ligero respiro de esperanza me inunda por momentos; yo que a Dios nunca lo he tenido de muletilla diaria, desde lo más profundo de mi corazón, oro: ¡Que Dios le aclare su mente y limpie las memorias erróneas que pudieran persistir de aquellos recuerdos dolorosos que alguna vez vivió!
Entonces tal vez sea el momento para dejarle a los eternos pesimistas Cioran y Schopenhauer, un mensaje de optimismo. A todos nos vendría bien.
