La historia mal contada ¿nos ha llevado a repetirla?

La historia mal contada ¿nos ha llevado a repetirla?

La historia se falsea cuando entendemos que la enseñanza de la historia es la acción política que trata de ocultar o excluir diferentes antagonismos, en la escuela

Por: OCTAVIO TORO CHICA
julio 12, 2022
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La historia mal contada ¿nos ha llevado a repetirla?
Foto: Canva

Parafraseando al poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, quien palabras más, palabras menos es el autor de la famosa frase, cuyo contenido básico expresa: Un pueblo que olvide o no conozca su historia, está condenado a repetirla.  Esta frase está escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz, nada más ni nada menos.

Desde hace muchos años y casi que, por arte de magia, la historia y en especial la historia patria fue desapareciendo de los currículos formativos de los niños y jóvenes de nuestro país, teniendo en cuenta los argumentos de algunos mal llamados sabios de la educación, quienes afirmaron en su momento que la historia como tal haría parte de la “cultura general” de los pueblos. ¡Vaya inteligencias superiores! Qué derroche de neuronas para afirmar tal “barrabasada”

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Desde la educación y la formación humana y social de los seres humanos, siempre hemos entendido que la enseñanza de la historia debe propiciar una forma de pensar, analizar y comprender nuestra realidad diversa, compleja y cambiante y así poder entender los caminos que se han trazado, se vienen trazando y con altas probabilidades de acertar, se trazarán a futuro.

Actualmente se acepta que el papel de la escuela consiste en impulsar el aprender a aprender y la historia forma parte de este propósito.

Pero es bueno advertir, que pareciese que lo que menos le interesa a la escuela y al aparato productivo en sus diversas manifestaciones es que los seres humanos aprendamos a aprender, pues hoy las necesidades, nos llevan al mal llamado mundo de las competencias y nos exigen más el enseñar a hacer, pero bueno, ese es el mundo de hoy, donde incluso con esos énfasis, cada vez nos hacemos más incompetentes.

Por otro lado, la cultura general se nos señala como el saber que permite a un individuo construir su propio criterio, analizar asuntos diversos y responder con éxito en diferentes facetas de la vida cotidiana.

Podemos apreciar que son dos conceptos muy distintos y que cada uno de ellos la historia y la cultura general, deben hacer parte de los procesos de formación de los seres humanos, pero en ámbitos muy diferentes, puesto que, los sentidos de sus aprendizajes, son absolutamente diferentes, aunque sí complementarios.

Desafortunadamente, hoy por hoy, entendemos que la enseñanza de la historia es la acción política mediante la cual se trata de ocultar, mitigar o excluir a los diferentes antagonismos inherentes a las interpretaciones del pasado dentro de la escuela y eso hace que la historia se falsee, dando por descontado que la verdadera historia no se nos cuenta y por ende las interpretaciones que podamos hacer del mundo y nuestras realidades aparecen de manera igual, completamente falseadas.

No podemos desconocer que la cultura histórica es constitutiva de los legados materiales y simbólicos con los cuales se estructuran las maneras y formas de actuar en la vida práctica.

Los fines de este conglomerado cultural, son valorar las acciones históricas pasadas, otorgarles sentido y proyectarlas al futuro. Personalmente, pienso que esta es una tarea inconclusa, no sólo del aparato educativo de la nación sino del estado mismo.

Teniendo en cuenta el enunciado anterior, no podemos desconocer que esa falta de cultura histórica, es lo que ha llevado a que nuestros niños y jóvenes, desconocedores de la verdadera historia nacional, por aquellos intereses mezquinos de las clases dirigentes y políticas del país, quienes son los que tienen incidencia sobre los contenidos educativos y aprovechando sus sensibilidades, hacen caso omiso de la historia, pues para ellos pareciesen cuentos de viejos y que no sirven para nada y haciendo uso de su libre albedrio, que ese sí lo aprenden sin saber cómo, lo utilizan para tratar de generar hechos episódicos que nada tienen que ver con la construcción histórica de la nación.

Por el contrario, se constituyen en fermento de pasiones desbordadas que son aprovechadas por la ramplonería de los liderazgos actuales y los ubican en el pleno meridiano de la insensatez y las insatisfacciones creadas, con el firme propósito de desinstitucionalizar lo que quieran, lo que puedan o lo que les mandan.

Más grave aún, es cuando desde las aulas de clase se ha llegado a la manipulación de las conciencias, que no es otra cosa que generar alienación, de acomodar los hechos históricos de la patria, los que son contados y compartidos con los estudiantes por maestros, qué digo…por proselitistas de todos los pelambres, a su manera acomodada de ver las realidades, frente a sus propios resentimientos, mediocridades e idioteces, o respondiendo a padrinazgos  que les mantienen vigentes en una carrera que por sus actuaciones ha perdido la dignidad.

Muchos maestros y ojo que no digo que todos, porque como maestro que he sido toda la vida, conozco el medio y el entorno, especialmente de las ciencias humanas y sociales, donde tiene un lugar preponderante la historia, aprovechan “su estatus” y adoctrinan a sus estudiantes aprovechando épocas, patrones, necesidades creadas, odios infundados, verdades a medias o mal contadas que es casi lo mismo, amiguismos, dependencias políticas, compromisos poco éticos y hasta la misma candidez de los estudiantes, para sembrar en ellos malestares mal habidos, pues su conciencia manipulada, no alcanza los niveles críticos de discernimiento a los que ese tipo de maestros tanto les temen.

Los enseñantes de la historia como ha de ser, de la verdadera historia, deben ser verdaderos humanistas, que ya de por sí tienen que tener dicha impronta y que les duela esa misma historia, o que les llene de orgullo, porque desde el mismo dolor que puedan acarrear ciertos hechos históricos, se puede sentir el orgullo de la tenacidad que como pueblo se ha tenido, para superar hasta su misma historia o para deconstruirla en sus dolores y hacerla posibilidad de desarrollo y de fortalecimiento de los seres humanos.

Los resultados que se van obteniendo en muchos de los hitos, precisamente, históricos de nuestra patria, demuestran un desconocimiento total de nuestra historia y por ello, aquello que podría parecer al mundo mediático en el cual nos movemos hoy, como algo completamente disruptivo, y encaminado a las construcciones de cambios necesarios en lo político, lo social, lo económico, lo cultural, y así en todas las dimensiones en las que nos movemos como seres humanos.

Simplemente son respuestas ignorantes y vacías hacia mundos desconocidos, pues, y es lo que vemos a diario, a los niños y jóvenes, pensadamente mal formados, sólo les interesa eso: lo desconocido, aquello que produzca adrenalina, lo estrepitoso, lo fácil, lo que menos esfuerzo requiera, pero que eso sí, haga la mayor bullaranga posible y de eso nos aprovechamos.

La historia, precisamente da cuenta de todos los esfuerzos y hechuras, así como de los personajes “buenos y malos” que se han tenido a lo largo de los distintos períodos de nuestra nación y de qué manera todo ello ha contribuido a que hoy seamos lo que somos.

Y eso, lo que somos, es el resultado del esfuerzo y del trabajo cotidiano y sin descanso de quienes creemos que es con ello que se construye aquello que queremos y nos merecemos.

Todo lo que nos propongamos como individuos o como nación, tiene que estar mediado por el afán, ahínco, ardor, brío, impulso, ánimo, denuedo, vigor, sacrificio, sudor, trabajo, empeño, puesto que nada se hace esperando que lo que necesitamos nos llueva de lo alto o venga empaquetado con hermosos moñitos como subsidios y regalos.

Definitivamente, la historia bien contada nos tiene que llevar a tomarla como experiencia de vida y expectativa de futuro, así como a reconocernos como partícipes protagonistas en la construcción del país y de nuestro destino personal y social, sin ser expectantes parásitos y chupasangres que nos desgastan como pueblo digno.

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