Felicito a Gustavo Petro y a Francia Márquez por su elección como presidente y vicepresidenta de Colombia.
—¿Creemos, sí o no, que tenemos una democracia?
—Sí, sí creemos.
—¿Y fueron elegidos mediante la democracia que tenemos?
—Sí, así fue.
Entonces, no hay más de qué hablar. Es nuestro deber acatar el resultado.
Pero tanto en la vida como en la sociedad no basta cumplir la ley. También hay que sobrecumplirla.
Para vivir la democracia no basta con acatar un texto constitucional. También es preciso aprender a vivir como demócratas.
La campaña presidencial ya pasó y eso es lo primero que debemos asumir. Asumirlo, además, como un hecho afortunado. Una campaña larga y hostil que cada día iba dejando más ofensas y más ofendidos en el camino.
—Siquiera ya pasó.
Ahora estamos parados en una nueva realidad, en un nuevo capítulo de nuestra historia.
Lo primero que supone sabernos parados en una nueva realidad es sentirnos parados en un nuevo momento de nuestras vidas. De nuestra vida como nación y de nuestras vidas como personas.
Al margen de los grados de hostilidad a los que pueda llegar toda campaña electoral, el estado de ánimo predominante siempre será el de la incertidumbre.
—No me refiero solamente a la incertidumbre de quién ganará.
Siempre estará presente, también, la de cómo gobernará quien gane, la de cómo será cuando llegue.
No importan el número y la solidez de las prevenciones que nos hagamos, ellas nunca podrán pasar de ser eso: prevenciones, suposiciones, hipótesis.
—Eso es lo que acaba de pasar. Ya pasó el tiempo de las suposiciones, de las hipótesis, de las prevenciones.
El pueblo hebreo tenía la tradición del jubileo. Una tradición que los llevaba a abrirse a un espacio y un tiempo para cerrar un capítulo y abrir otro nuevo.
Es muy interesante porque el jubileo no era, propiamente, una conmemoración. Allí no se celebraban hazañas ni se lloraban pasados.
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El jubileo ocurría cada cincuenta años y en él se encontraban para volver a poner las cosas en orden, para perdonarse los unos a los otros, para saldar las deudas
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El jubileo era un acontecimiento dado para el reencuentro del encuentro; para el encuentro que requiere toda nación para seguir siendo nación. El jubileo ocurría cada cincuenta años y en él se encontraban para volver a poner las cosas en orden, para perdonarse los unos a los otros, para saldar las deudas, para restaurar los desgarramientos que habían venido dándose a lo largo de esos cincuenta años.
—Y lo lograban.
Lo lograban no solo porque fuera parte de su ley o de su tradición. Lo lograban porque habían aprendido a disponer sus almas para el jubileo.
El presidente Petro dijo: He invitado a Álvaro Uribe Vélez, al que me he opuesto todo este siglo, a hablar conmigo sobre los temas del país. Pero es simbólicamente porque, adicionalmente, lo que queremos es que en realidad millones de colombianos y colombianas se pongan en modo diálogo. Diálogo vinculante, es decir, no es diálogo simplemente por hablar, diálogo para tomar decisiones.
El expresidente Uribe respondió: Agradezco la invitación del presidente Gustavo Petro. Acudiré a la reunión en representación del Centro Democrático. Son visiones diferentes sobre la misma patria.
A lo que el presidente Petro también respondió: Bienvenidos a la era del diálogo que es la base de toda humanidad. Agradezco la respuesta positiva del expresidente Uribe y estoy seguro de que Colombia agradecerá el que encontremos puntos comunes para una Patria común.
-Yo les creo.
No es el momento de las prevenciones. Es el momento de los hechos y el hecho concreto es que se abrió el tiempo de que “cesen los partidos y se consolide la unión”.
Esto no quiere decir que las prevenciones y las heridas hayan desparecido. De lado y lado. El alma humana no funciona así. Las prevenciones y las heridas no son como las gafas de sol que uno se pone y se quita a su antojo. Decir que ya desaparecieron, como por arte de magia, sonaría más a hipocresía que a generosidad.
—Uno no puede decidir quitarse una prevención de encima. Pero sí puede decidir aceptar que toda prevención tiene un margen de error. Que es posible que la realidad le demuestre a uno que estaba equivocado.
—Uno no puede quitarse un dolor de encima en un instante. Pero sí puede decidir que sus dolores no terminen imponiéndose como mastodontes en sus reflexiones ni en sus decisiones.
A estas alturas de mi vida he visto empacar maletas a muchos que han ido a los diálogos de los últimos cuarenta años de nuestro país.
Los he visto empacar sus mejores atuendos y sus mejores perfumes.
—Por si les toca lucirse.
Los he visto empacar sus libros preferidos.
—Por si les toca entregar sus mejores argumentos.
Los he visto empacar sus mejores estrategias.
—Por si les toca fajarse una faena extraordinaria por el poder.
Los he visto empacar sus mejores regalos.
—Por si les toca conquistar nuevos amigos para la faena.
Los he visto, incluso, empacar en el doblefondo de la maleta, un par de espadas.
—Por si el diálogo termina en bonche.
Pero también he visto, quién lo creyera, que a muchos se les ha olvidado empacar el corazón.
—Por si, de verdad, hay que hacer la paz.
Esta es la razón fundamental por la cual me pregunto si podemos poner el alma en modo jubileo.
No son lo mismo el jubileo y el júbilo. Hubo en la historia jubileos que terminaron en júbilo y los hubo, también, que terminaron en frustración.
Por lo pronto, nosotros, los seres humanos, siempre podemos decidir hacer hasta lo imposible por el júbilo de Colombia.