En el comité de Patrimonio Artístico que organiza Sergio Ferreiro, se realizó un videopresentación sobre la pintora cubana Carmen Herrera, quien fue otro fenómeno artístico particular: esta vez se segregó a ella misma, porque no era agresiva, no creía en la fama y era cubana en Nueva York.
Creyó que el machismo la tenía rezagada en tiempos de abstracción expresionista, que estaba en furor en Nueva York. Vendió su primera obra a los 84 años y, a una semana de cumplir 102 años, en la casa de Subastas Christie´s, vendió el cuadro Verticales por la suma de 751.500 dólares.
Verticales, 1915, subastado en Christie´s por 751.000 dólares
Nació el 31 de mayo de 1915 de padres intelectuales. Antonio Herrera fue el primer editor el primer periódico, El Mundo, que apareció después de la independencia de Cuba en 1901. Su madre Antonia era también periodista y feminista, lo que seguramente creó en su única hija mujer alguna fuerza interna. Empezó a tomar clases de pintura desde muy temprana edad. Estudió arquitectura en la Universidad de La Habana y conoció en 1938 a quien iba a ser su compañero de vida en La Habana: Jesse Lowenthal, quien era profesor de inglés, aunque sobra anotar que sabía 7 idiomas. Con él llegó a vivir a Nueva York, lugar que fue su segundo hogar, y estudió en la Art Students League.
Después de la Segunda Guerra se fueron a París, donde estuvo en contacto con los filósofos Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, y con los pintores parisinos de la época como Sonia Delunay o Joseph Albers. Y en París encontró su lenguaje geométrico.
Pero ya en 1954 estaban de vuelta en la Gran Manzana, porque su marido no encontró trabajo suficiente para mantenerlos a los dos. En ese momento entró en contacto con pintores como Mark Rothko y Barbara Hepworth. Encontraron la casa estudio en la calle 19 East, donde vivieron y murieron. Allí pintaba y pintaba sin parar y guardaba los cuadros en el sótano. Otros no corrieron esta misma suerte y fueron quemados: “A Herrera la salvó y la condenó el rechazar hacer parte de cualquier movimiento”.
Amarillo, 1971
Pintó pobre y en la oscuridad durante 7 décadas en su estilo más puro, en la abstracción geométrica, con un uso muy restringido del color, con el lema en la cabeza: “Más es menos”, “No hay nada que ame más que la línea recta, ¿cómo explicarlo? Es verdaderamente el principio de toda estructura y el orden que necesito.”
En 2004, cuando Herrera tenía 89 años, Tony Bechara —amigo a quien dejó su legado final — le recomendó su trabajo a la coleccionista colombiana Violy MC Causland y a su esposo Frederico Sève, propietarios de la galería Latin Collector, y promotores de artistas latinoamericanos. Mientras tanto, se organizaba una muestra de tres artistas mujeres y latinoamericanas: la colombiana Fanny Sanín, la brasileña Mira Schendel y Carmen Herrera, quien era la más desconocida del momento, según escribió en The New YorkTimes el crítico Holland Cotter.
A partir de entonces, la obra de Carmen Herrera despertó el interés de destacadas coleccionistas, como la cubana Ella Fontanals-Cisneros, la estadounidense de padresvenezolanos Estrellita Brodsky, y la mecenas estadounidense Agnes Gund, que donó una de las pinturas en blanco y negro de Carmen Herrera al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
Blanco y verde, 1966, subastado en Sotheby´s por 3,9 millones de dólares
De ahí en adelante, la carrera de la artista fue cuesta arriba: elogios en la prensa especializada y general, exposiciones individuales en Nueva York y Londres, una retrospectiva itinerante por Europa, adquisiciones para las colecciones del MoMA, el Museo Hirshhorn de Washington, la Tate Modern de Londres y el Walker Art Center de Minneapolis. El valor de sus pinturas se multiplicó y en 1965 también entró en la coleccióndel Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba).
Al periódico El País, de Madrid, le comentó Carmen Herrera: “Nunca es demasiado tarde para convertirse en una mejor versión de sí misma”. A La Nación argentina le dijo: “Cuando era más joven nadie sabía que era pintora. Ahora están comenzando a saberlo. Esperé mucho tiempo. Hay un dicho en mi país que dice: si esperas el autobús, el autobús vendrá. Y lo digo porque así es. Esperé casi un siglo para que el autobús viniera. Y vino”.
Carmen Herrera murió a los 106 años mientras dormía, el 12 de febrero de 2022.