Me permito informar a la respetable audiencia aquí presente que el suscrito columnista de Semana.com que desde el 22 de enero de 2010 les venía acompañando con un espacio de opinión, ha sido declarado cesante de dicha tarea debido a una orden emanada directamente de la presidencia de Publicaciones Semana.
Se me ha informado que el motivo de mi retiro fue la columna titulada “María Isabel Rueda y su fábrica de mala leche”, no por haber usado la expresión ‘mala leche’ sino porque se habría interpretado como insulto cuando dije de la columnista que “se está convirtiendo a pasos agigantados en la Negra Candela de la política”.
Lo primero a dilucidar es quién consideró que eso era un insulto. ¿Semana? Si así hubiera sido, la columna no se habría publicado, en sujeción a sus políticas editoriales. Y ello de ningún modo se puede considerar censura, sino acatamiento a una norma. Pero ocurre que la interpretación de insulto se dio después de su publicación. Así que, si hubo una persona a quien le pudo resultar insultante esa expresión, fue a la directamente aludida.
Y es aquí donde uno se pregunta: ¿será que si a doña María Isabel le molestó mi columna se queda tranquila y tolerante del disenso, siendo que el lunes anterior utilizó su prestigio, poder e influencia sobre los demás medios de comunicación para movilizarlos –todos a una, como en Fuenteovejuna- en una especie de tsunami de solidaridad en torno suyo? Lo que he sabido es que hubo poderosas expresiones de rechazo de personas escandalizadas ante el hecho de que Semana.com tuviera a un “columnista amarillista” en sus filas, y he de suponer que entre esos detractores debió haber más de un amigo de la susodicha, y sin olvidar que hasta el dueño de Semana es amigo de ella.
Para que se entienda mejor, alguien de toda mi confianza me dijo: “es que a usted no lo echó Felipe López, sino María Isabel Rueda”. Fue ahí cuando alcancé a dilucidar que con la columna me pasó lo mismo que al general Alzate: que di papaya. No significa esto que don Felipe no disponga de plena autonomía y libre albedrío en la toma de sus decisiones, sino que se mueve en un círculo de relaciones de poder político y económico donde recibe presiones de todo tipo, que no siempre se pueden ignorar, por aquello de que “el poder es para poder”. En el caso que nos ocupa, para poder prescindir de un columnista que no solo se sale de sus expectativas, sino que llega a la insolencia de cuestionar ese mismo poder, de fuerte raigambre política.
Don Felipe López tiene plena libertad de incorporar o retirar a quien le parezca, y siempre lo hace pensando en lo mejor para su empresa periodística, eso no se pone en duda. Yo hacia él solo puedo tener sentimientos de gratitud, lealtad y admiración, pues ha sido su portal de noticias y entretenimiento es el que durante los últimos cinco años (que estuvieron a punto de cumplirse) más ha contribuido al reconocimiento profesional que hoy me acompaña, y que espero sea tan merecido como el de María Isabel Rueda.
Fue por eso que consideré de caballeros dirigirle a don Felipe una carta con unas palabras de agradecimiento y despedida.
Hay en todo esto un lado tragicómico, pues yo casi que alcancé a vaticinar lo que se venía con una última columna que no alcanzó a ver la luz del día y que me permito compartir con mis apreciados amigos de Facebook, y en homenaje post mortem a mi columna en Semana.com.
Moraleja y conclusión: si quieres seguir opinando sin temor a que te corten la cabeza, no te metas con vacas sagradas.
Hablemos de tres vacas sagradas
Por JORGE GÓMEZ PINILLA
Pensé dedicar este espacio a una reflexión crítica sobre las explicaciones que dio el general Rubén Alzate de los motivos por los cuales se metió en la boca del lobo desarmado y en bermudas, pero en La Luciérnaga de Caracol hubo un comentario a mi última columna que me obligó a cambiar de tema.
La columna en mención se tituló María Isabel Rueda y su fábrica de ‘mala leche’, y a ella se refirió Hernán Peláez el miércoles 29 de noviembre cuando le preguntó al escritor Gustavo Álvarez: “Gardeazábal, ¿quién es el señor Jorge Gómez Pinilla?” Y Gardeazábal le respondió: “Es un columnista (…) de Semana.com que ha adoptado una actitud única en el periodismo al oponerse a María Isabel Rueda, diciendo que ella es ‘mala leche’ y que es obsesiva al querer acusar a Samper de la muerte de Álvaro Gómez. Por supuesto que cuando uno escribe una columna, tiene derecho a que los unos digan una cosa y los otros digan otra”. Y Peláez interviene: “Opiniones, que llaman”.
De ahí me llamó la atención lo de haber adoptado “una actitud única en el periodismo”, pues daría a entender que nadé contra una corriente mayoritaria de opinión. Eso me hizo sospechar que quizás yo pudiera estar loco, que es lo que ocurre cuando todo el rebaño ve al parroquiano salido de sus cabales. Nunca pensé que yo fuera el único periodista que se atreviera a criticarla, aunque sí encontré en la cuenta de Twitter del paisa Héctor Rincón (@RinconHector), de Caracol Radio, este trino: “No sé qué reacciones habrá tenido esta columna contra una de las "intocables".
Pude notar que al margen de lo expresado por Peláez y Gardeazábal –donde ninguno de los dos se atrevió a opinar si estaba de acuerdo o en desacuerdo con lo que dije- no hubo ninguna reacción mediática diferente a ese comentario de refilón, muy al contrario de lo ocurrido dos días antes, cuando la columnista conservadora María Isabel Rueda logró movilizar a medios y periodistas en una especie de tsunami que terminó solidarizándose con su causa mediática (y política, en últimas) e hicieron ver a la Fiscalía General de la Nación como una especie de KGB de donde la citaban para “amedrentarla”.
Eso sirvió para comprender que quizás me había metido con una vaca sagrada del periodismo, y no sé si además en camisa de once varas. Lo de la Luciérnaga en particular lo tomé como un campanazo de alerta, pues me pregunté si sería que de pronto le había faltado al respeto a semejante eminencia, por ejemplo al haber utilizado la expresión ‘mala leche’, que fue lo que más le sonó a Gardeazábal.
Consulté el tema con la almohada y a continuación dormí con la conciencia tranquila, pues concluí que del mismo modo que el respeto se gana, también se pierde. María Isabel Rueda es una persona respetable y tiene un merecido prestigio sustentado en una valiosa trayectoria profesional, eso no se lo cuestiona nadie. Pero hay aquellos que a pesar de su abultado palmarés, llega un día en que pelan el cobre y dejan ver una intención torcida.
A María Isabel Rueda le pregunté por qué el 4 de agosto de 2007 escribió una columna para Semana (edición 1.318) donde dijo esto: “siempre he creído en la teoría de que un crimen de Estado acabó con la vida de Álvaro Gómez, entendiendo por ello la posibilidad de que miembros de las Fuerzas Armadas, aliados muy probablemente con el narcotráfico del Valle, sin conocimiento de Samper, hubieran planeado y efectuado el magnicidio”. Siete años después, el pasado 9 de noviembre, escribió otra columna en El Tiempo sobre el mismo tema, donde resucita el odio entre partidos (“Godo bueno el que se va muriendo”) y pinta a Ernesto Samper y Horacio Serpa como un par de mafiosos que fueron dejando un reguero de cadáveres a su paso. Pero no es por eso que la traigo a colación sino porque, en flagrante contradicción con el tema del párrafo anterior, ahí dijo esto: “Luis Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’ (…) ha hablado 4 veces ante la justicia. Ya dijo quién mató a Álvaro Gómez. Ya dijo por qué”.
Hace siete años a María Isabel Rueda le sonaba más la primera línea de investigación que desarrolló la Fiscalía General de la Nación, la de “miembros de las Fuerzas Armadas” (la cual fue enviada al zaguán del olvido después de que una abundante cantidad de testigos se retractara y otros tantos fueran asesinados), pero hoy se casa con la de quienes quieren inculpar a como dé lugar a Samper y Serpa. Disculparán los lectores la reiteración en el tema, pero es que la columnista conservadora le sigue debiendo esta explicación a la opinión pública: ¿por qué hace unos años veía a Samper “sin conocimiento” sobre los autores y hoy lo culpa de estar detrás del asesinato de su líder inmolado, siendo que para ambos casos se sustenta en la misma acusación trasnochada de Rasguño?
Por eso me atrevo a pensar que cuando hablé de ‘mala leche’ me quedé cortico, porque lo que en realidad la reputada periodista destila en ocasiones es veneno informativo, unas veces para agitar la gleba desde el micrófono –como hizo el pasado lunes 27- y otras para adormecer audiencias, como durante la campaña a la alcaldía de Bogotá que ganó Gustavo Petro, cuando asesoraba a la candidata Gina Parody y a la vez mantenía en La W su espacio ‘Qué estará pensando María Isabel’, y sin darse cuenta de que le habían abierto el micrófono exclamó “¡hay que subir a Gina, ya, ya!” (Por cierto, estuve buscando ese audio en Internet y hubo gente ayudándome, pero no apareció por ningún lado. Ya ni La Silla Vacía lo tiene, aunque lo tuvo).
Creo obrar con sustento de prueba cuando digo que María Isabel Rueda anda dedicada de un tiempo para acá a hacer política partidista camuflada de periodista. En eso mismo incurrió su colega María Elvira Arango (ambas vinculadas a las empresas políticas y periodísticas de la familia Gómez Hurtado), quien dedicó uno de los segmentos del programa Los Informantes del 12 de octubre pasado a hacerle creer a su millonaria audiencia que Héctor Paul Flórez, condenado en 1997 a 40 años de cárcel por haber sido el que disparó sobre la humanidad de Álvaro Gómez, en realidad es “un chivo expiatorio”.
A la cabeza de esta campaña de propaganda negra está Enrique Gómez Hurtado, de quien el historiador y periodista Enrique Santos Molano dice que fue él y no su hermano Álvaro el líder de la conspiración contra el gobierno de Ernesto Samper. Este personaje sigue en mora de explicar el motivo de la reunión clandestina de dos horas que sostuvo en su propia casa con el coronel Bernardo Ruiz Silva por los días en que este huía de la justicia tras ser cobijado con orden de detención, acusado de haber dirigido el complot para asesinar a su propio hermano. Como dije semanas atrás, “no se trata de acusar al anfitrión, pero mientras no haya explicación a tan extraño suceso queda la impresión de un Caín en turbio lance”.
No sabemos qué consecuencias pueda traer para el suscrito columnista de Semana.com pedir sendas explicaciones puntuales a dos vacas sagradas del periodismo y a una vaca sagrada del Partido Conservador, pero esa preminencia y condición privilegiada –merecida y digna además- no les da carta blanca para ondear banderas de acción partidista encubiertas bajo el manto de causas periodísticas supuestamente orientadas a la búsqueda de la verdad, pero que en realidad apuntan al propósito contrario: a ocultarla.
DE REMATE: Algo verdaderamente llamativo después de la liberación del general Rubén Alzate es el silencio total tanto de la abogada que lo acompañaba ese día, Gloria Urrego, como de los medios de comunicación en torno a ella. Ahí pareciera que la discreción aconseja no mencionar a Watergate delante de Nixon. Pero, ¿qué pasará el día que a ella le dé por hablar? Ahí está la verdadera historia.
En Twitter: @Jorgomezpinilla