No pudo el miedo. No pudo la desinformación. No pudo la triquiñuela corrupta. Ganó la esperanza. Triunfó la convicción de transformar la politiquería tradicional. Tenemos un viraje fundamental en la política de nuestro país.
Lo que viene no será fácil para el presidente Petro, en un país que ha sido dividido con la mezquina meta de estar por encima de la ciudadanía, por encima de quienes necesitan el apoyo de un Estado que sido el gran ausente en los momentos decisivos.
Se materializa una esperanza que se aferra a la educación, a la ciencia, a la cultura y al desarrollo justo y solidario, con paz, que hace que el antiguo lema del grupo insurgente hoy valore las urnas y podamos cambiar las armas por los votos: ¡Con el pueblo, con los votos al poder!
Con lágrimas en los ojos, tenemos que reconocer que se inicia un camino que exigirá la grandeza de todos los colombianos: o nos unimos con la voluntad de construir un país más equitativo y solidario o se nos desmoronará lo que han construido generaciones de trabajadores y han dilapidado generaciones de políticos: la esperanza.