Hasta hace muy poco Piedecuesta era sólo un punto en el mapa, una población que tenía notoriedad sólo por su cercanía con Bucaramanga. Fundada por el sacerdote José Ignacio Zabala por el sacerdote José Ignacio Zabala hace 246 años entre sus habitantes más ilustres se cuentan un cantante que le hace fuerza a Petro, Edson Velandia y Aquileo Parra quien fuera presidente entre 1876 y 1878 fue presidente del país. Otro de sus hijos, nacido 63 años después, aspira a ser el segundo presidente nacido en ese pueblo.
Rodolfo Hernández es el mayor de tres hermanos, Humberto Alfonso y Gabriel. Hijo de campesinos, una negociante incesante, disciplinada, obsesiva por el trabajo como Cecilia Suarez y su esposo, el sastre Luis Jesús Hernández Rojas. Cecilia era el dínamo de energía y vigor en el que se sostenía la familia. En Piedecuesta los Hernández se dedicaron a plantar tabaco, ella recogía las plantas, las metía en una camioneta. Las comerciaba. Mientras tanto Luis Jesus Hernández, con la plata que le dio su esposa abrió un almacén en el centro del pueblo. Él se dedicaba a hacerle a los hombres los trajes a la medida. Las mujeres eran cocidas por las modistas.
Don Luis Jesús tenía un sastre llamado Estanislao y juntos administraban el almacén Talao que era donde desarrolló su trabajo el papá del aspirante a presidente. Don Luis tenía fama de mujeriego y le dio más de un dolor de cabezas a doña Cecilia. Eso si, ella, con sus 92 años a cuestas, todavía recuerda todos los dolores de cabeza que le dio su esposo, pero también reconoce que aunque se aprovechó de su buen gusto al vestir a la hora de levantar mujeres, siempre fue un buen papá y sus cuatro hijos lucían los mejores vestidos del pueblo.
La mejor descripción de la relación se la dio la propia Cecilia Suarez a Daniel Samper Ospina y le confesó en una entrevista que celaba con ceño a su esposo hasta el punto que muchas veces estuvo a punto de matarlo: “Dos tiros le hice con todas mis ganas, pensando en que sí lo mataba, era mucho vagabundo. Se la pasaba en la calle. Yo trabajando y él en la calle con esos viejos hablando basura y vulgaridades”.
El sastre de gusto refinado y la comerciante sagaz era una pareja dispareja que, contrario a lo que piensan los detractores del ingeniero, viene de un hogar en donde el papá era el que alcahueteaba en la casa y vestía a los niños mientras doña Cecilia era la que llevaba la plata a la casa. Se adelantaron setenta años a lo que es, en el fondo, una relación del siglo XXI.