“Cualquiera menos Petro” dice un grafiti en varias paredes del norte de Bogotá; probablemente también está grabado en el corazón de muchos votantes.
El punto es que ya no se va a expresar la antipatía o el rechazo a un individuo sino se va a escoger un presidente. No basta con decir cual no gusta sino evaluar cual sería la alternativa.
La mayoría de los votos por ‘Fico’ y buena parte de los que apoyaron a Fajardo lo hicieron pensando más en una opción diferente a Petro que por lo que proponían como candidatos.
Pero ese tipo de decisiones no solo tienen el defecto de ser puramente emocionales, es decir de prescindir de la racionalidad, sino que son irracionales en el sentido de ser más que peligrosas.
Una cosa es estar en desacuerdo con las propuestas del candidato del Pacto Histórico, bien sea por considerarlas no viables, bien sea porque, asumiendo que sí lo son, se ve que a uno lo perjudican; pero otra cosa es, sin argumento más válido que la sensación que despierta la persona, optar por votar por una alternativa sin saber lo que ello puede significar.
La protesta o voto protesta ya se dio y se repartió entre dos aspirantes. El cómo se concreta es la decisión de ahora.
Desde el año 2000 ha existido una constante política que es el poder de Álvaro Uribe desde el Centro Democrático y el de César Gaviria desde la Dirección del Partido Liberal. Respecto a los actuales. Candidatos estuvieron contra Petro en todas las instancias, y son quienes directa e indirectamente son responsables de la candidatura de Rodolfo Hernández.
Si depende del voto ‘politiquería’ o ‘antipolitiquería’, mucho pesa la alineación del expresidente César Gaviria. El voto de quienes se autocalifican como liberales siempre ha sido mayoritario y determinante; pero ese voto del liberalismo está radicalmente dividido entre ‘oficialismo’ y ‘antigavirismo’.
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Es probable que lo que determinó el triunfo de Rodolfo Hernández haya sido en buena parte la adhesión del oficialismo liberal – de César Gaviria- a la campaña de Federico Gutiérrez
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Y, si como se siente tanto entre quienes aún se declaran liberales como en quienes se retiraron por no estar de acuerdo con las orientaciones del expresidente, es una mayoría la que vota en contra de sus directrices, es probable que lo que determinó el triunfo de Rodolfo Hernández haya sido en buena parte la adhesión del oficialismo liberal – de César Gaviria- a la campaña de Federico Gutiérrez.
Y para el uribismo ‘Fico’ fue la gran esperanza para derrotar a ‘la izquierda’ hasta cuando las encuestas mostraron que no podrían ganarle, y saltaron entonces a ese ‘cualquiera menos Petro’.
Por eso ahora para nadie es un secreto que cuando María Fernanda Cabal, Paloma Valencia o Jose Obdulio Gaviria salen a declarar su voto por ‘el ingeniero’ están expresando lo que la mayoría de los votantes del Centro Democrático entiende como una guía. No solo porque la vean como voceros del expresidente sino porque son quienes mejor se han sintonizado con el comportamiento autocrático y caudillista que identifica a Uribe y que Rodolfo Hernández encarna.
El voto ya no se definirá por ser ‘contra la corrupción’. Nunca ha existido un candidato que la promueva; y en el caso de los actuales aspirantes basta conocer su hoja de vida y trayectoria para saber no solo su posición sino su actividad al respecto.
Cada votante tiene alternativas o motivaciones para escoger entre diferentes escenarios: puede optar por el que tenga mejor humor, o según qué tan fea sea la cara; incluso se da la posibilidad por algunos temas menos aparentes en el momento como Rodolfismo vs. Antirodolfismo, o Uribismo vs. Antiuribismo. No existen o no se dan escenarios para tomar decisiones como estar a favor o en contra de la corrupción, ni el de comparar propuestas o programas de gobierno, porque se evadió la posibilidad de exponer y confrontar las posiciones de los candidatos. Por eso lo que realmente arrastrará el voto solo será alrededor de: o continuismo vs. cambio; o Petrismo vs. Antipetrismo.
Solo toca escoger sobre cuál es más importante decidir.