Es fácil ser breve y conciso en el tema electoral diciendo de frente por quién se va a votar y las dos o tres razones que respaldan esa decisión. Resulta menos fácil hacerlo si se desea analizar el proceso que ha llevado a tomar partido por un candidato y su propuesta, pero después de meses de estar mirando esta campaña electoral desde la barrera debo aprovechar la invitación de Claudia para escribir sobre mi proceso independientemente de lo extenso del escrito.
(Para quienes no quieran leerse toda esta historia, la versión corta es que votaré por Rodolfo Hernández porque me parece que, en las actuales circunstancias, no es solo la mejor sino la única alternativa viable para el país).
Antecedentes
Hasta hace unos pocos días esta campaña electoral no me producía mayor entusiasmo, como tampoco me la produjeron las cuatro anteriores: una ganada por Uribe, dos por Santos y la anterior a esta por el actual presidente. Mi actitud en la primera elección de Uribe fue distinta en virtud del mensaje importante de su candidatura: o el país daba un timonazo o iba derecho a un negro y profundo abismo. Contra la opinión de la mayoría de mis familiares y amigos apoyé, junto a un gran número de compatriotas, a Uribe, que asumió la presidencia con un mandato claro que cumplió a cabalidad.
Mi entusiasmo por Uribe empezó a decaer cuando al final de su primer mandato se enredó con sectores de la clase política tradicional para lograr la reelección. A pesar de lo anterior, voté por el segundo mandato de Uribe que no tuvo el brillo ni los logros del primero. Por Santos voté dos veces, rompiendo mi promesa que nunca lo haría por él y por Duque lo hice porque la alternativa, Petro, me sonaba como me sigue sonando: a suicidio de país.
Esta campaña
Al comienzo de la misma, alcancé a entusiasmarme con el mensaje de algunos amigos sobre la voluntad del centro político de hacer una campaña que si iba a enfrentar los retos de construir una nación capaz de lograr el progreso y la felicidad de los colombianos. El entusiasmo fue pasajero, el centro se agarró del mensaje cansino y pasado de moda que le había valido una votación importante en 2018, pero que cuatro años y una pandemia más adelante no generaba fervor de ningún tipo.
A ese pobre mensaje, unieron unas peleas internas que terminaron en unas votaciones paupérrimas en la consulta y en la primera vuelta. A pesar de lo anterior reconozco que, a falta de una alternativa mejor, mi voto en ambas ocasiones fue por Fajardo.
Con tristeza fui testigo, como todo el país, de la forma como Fajardo & Cia. terminaron de enterrarse la semana pasada con su propuesta de 27 puntos para adherir a la campaña de RH, demostrando que nunca pasaron de kínder en la difícil escuela de la política. Afortunadamente, RH tiene más criterio y no perdió el tiempo que debe dedicar a la gente, malgastándolo en discusiones inútiles con un Centro que murió en la consulta y se enterró en la primera vuelta.
Alternativas para el 19/06
Con un centro suicidado, quedaron abiertas para mí cuatro alternativas: no votar, votar en blanco, votar por RH o votar por Petro. La primera, no votar, la descarté por civismo, votar es más una obligación que un derecho, con lo que de cuatro opciones iniciales quedaron tres.
Pensé seriamente las razones que podrían llevarme a votar por Petro y, francamente, no encontré ninguna. Alguien puede aducir que hay dos: las hijas de mi hermano Carlos que son congresistas por el Pacto Histórico. En mi casa y en mi caso, esas no son razones válidas: respeto sus ideas y que luchen por ellas, pero no las comparto como se lo he manifestado a ambas en múltiples ocasiones.
Lo que sí encontré fueron muchas razones para no votar por Petro: una, lo conozco desde 1992 cuando participamos en una campaña de varias semanas por Cundinamarca. No pudimos hacer equipo, pues ni él me cayó bien ni yo le caí bien. Me pareció un mal tipo y desde entonces sus acciones y comportamientos han reforzado esa mala impresión inicial; dos, lo sufrí, como vecino que fui de Bogotá, durante su muy mala alcaldía entre 2012 y 2016; tres, leí su autobiografía escrita en tono de “yo mayor”, donde acomoda los hechos para ser siempre el protagonista.
Después de leerla me convencí de que si algún día llega a la presidencia de este país va a ser difícil bajarlo de la misma, pues tiene los rasgos típicos de un autócrata, como los tenía Chávez y los tienen Maduro y Putin; cuatro, su afán de ganar lo ha llevado a aliarse con personas que, a los ojos de la mayoría de los colombianos, representan lo peor de nuestra clase política; quinto, su programa, es un cúmulo de promesas donde garantiza que, de ser elegido, su gobierno proveerá lo divino y lo humano, creando nuevos ministerios y burocracia con recursos que nunca deja claro de dónde saldrán.
Descartado votar por Petro las alternativas se reducen a dos: votar en blanco, una posibilidad si el otro candidato, RH, no llena las expectativas; o votar por RH, en el evento de que si lo haga.
¿Dónde estoy? Reconozco que hasta el domingo 29 de mayo Rodolfo Hernández me parecía un personaje folclórico, del que solo sabía que había sido alcalde de Bucaramanga y que siéndolo había cacheteado a un concejal en su oficina. A partir de esos dos datos lo descarté como una opción electoral válida, y me dispuse a buscar las razones para no votar por él y confirmar mi voto en blanco. ¿Cómo votar por un contemporáneo mío de quien aseguran es misógino, admirador del Führer, que agarra a golpes a sus contradictores y que además está siendo investigado por corrupción?
El primer hallazgo fue un comparativo de cómo salieron Petro y RH de sus respectivas alcaldías: el primero con un rechazo cercano al 70%, mientras el segundo con una aprobación superior al 80%.
El segundo, fue el testimonio de una mujer, amiga de un amigo, que trabajó con RH en un cargo en el área cultural. Ella dejó clara tres cosas: durante la Alcaldía, RH se rodeó de mujeres; dos, es una persona que escucha a su equipo, oye sugerencias y cambia de parecer si lo convencen; tres, es un hombre de principios.
El tercero, consistió en la respuesta que recibió un amigo de su familia en Bucaramanga, que resumo así: redujo a cero el déficit fiscal de 230.000 millones que encontró al comienzo de su mandato; disminuyó en 15 mil millones el nivel de endeudamiento de la ciudad; invirtió más de 20.000 millones en cultura; dejó funcionando 24 centros de salud que cubren la ciudad incluyendo los sectores de mayor pobreza.
Sobre la investigación por corrupción en un contrato que no está claro que haya llegado a celebrarse, tengo claro que es apenas una investigación que aún no ha sido fallada y, por lo tanto, persiste la presunción de inocencia así algún columnista insista en condenarlo en esta etapa del proceso.
Es, sin duda, un hombre de carácter lo que es una fortaleza si quiere enfrentar a los politiqueros y a los corruptos, pero no es un seguidor de Hitler ni de la doctrina nazi. Lo que, sin duda, va a tener que mejorar son su memoria y sus citas, pues de Einstein a Hitler hay años luz de diferencia.
La votación de la primera vuelta dejó una conclusión evidente: los colombianos queremos un cambio, pues estamos hartos de tener un paisita cuando podemos y debemos tener una gran nación. Lo que vamos a resolver el 19 de junio es qué tipo de cambio queremos: un cambio aparente y retrogrado que impongan desde arriba, con un Estado controlador, autoritario y fuerte, que mantenga todos los mecanismos para que subsista la corrupción como ocurre en Venezuela o en Nicaragua; o un cambio que se construye desde abajo con el trabajo de todos los colombianos, eliminando los privilegios de la casta política e invirtiendo los presupuestos en acabar con la pobreza y en dotar de oportunidades de educación, salud y trabajo para todos los colombianos. Este segundo cambio es más real, profundo y radical, pero también mucho más difícil de conseguir pues implica que todos nos involucremos.
En resumen, voy a votar por Rodolfo Hernández no porque sea más fácil sino porque es más difícil realizar los cambios que propone dentro de un régimen democrático, que respeta a las personas y sus derechos pero que paralelamente impone obligaciones a todos los ciudadanos. Con Petro el Estado nos va a “salvar”, con RH nos salvamos con nuestro trabajo y poniendo el Estado a nuestro servicio.