Hace unas semanas escribí las columnas “Por qué irse de Colombia I y II”, interpretando el sentir de muchos colombianos que ven con desazón el desarrollo de mal llamado Proceso de paz y la corrupción que cada día toma más ventaja. Hablando con un amigo de estos temas, me dijo: “Mire, mientras muchos estamos considerando irnos del país, otros vinieron, se amañaron y están trayendo inversionistas a “Bogotá, la ciudad encantada”.
¡Sí señores! Yo me sorprendí igual y hasta pensé que era un chiste, y aclaro que adoro Bogotá no solo porque es la ciudad donde nací, sino porque me ha dado todas las oportunidades. Calificar a nuestra apaleada capital de “encantada” supera la lógica, pero como hay que ser justos, hay extranjeros que viven felices en Bogotá y no se irían por nada del mundo.
Entonces mi amigo me presentó a Toby De Lys y a Tigre Haller, un par de aventureros neoyorquinos que después de vivir en muchas ciudades cosmopolitas de Europa y Estados Unidos,llegaron y quedaron totalmente fascinados con la ciudad que Petro llama “el mejor vividero del mundo”. Por cinco años la investigaron, la recorrieron, la vivieron, la sintieron y decidieron quedarse y publicar ¡Bogotá!: A Bilingual Guide to the Enchanted City/Una guía bilingüe de la ciudad encantada.
Hablé por largo rato con Toby y no paré de preguntarle una y otra vez, e imaginarme con la gracia de lo absurdo, a un neoyorquino encantado con nuestro caótico tráfico, huecos en las calles (y en los presupuestos distritales), inseguridad y despreocupación de sus habitantes por una ciudad que “es de todos y no es de nadie”. Pero su opinión es un derroche de positivismo, tal vez porque él sí se ha preocupado por conocer Bogotá más a fondo que cualquiera de sus hijos célebres (y no tan célebres también). Y vino el otro sacudón a mi paradigma:
“Primero que todo me gusta la gente; todo Colombia es un paraíso con un corazón humano extraordinario y Bogotá es el lugar donde encontramos personas de todas las regiones del país, todos los departamentos y Bogotá, para ser una urbe tan grande, tiene gente extraordinaria. Uno va a otras ciudades de este tamaño y nunca encuentra la amabilidad que hay en Bogotá, la gente tan limpia, tan pulcra… Esto no es así en el resto del mundo. Aparte de la gente lo más bello para mí es tanta cultura; esta es una ciudad extrema en cultura, en todo”. ¡Plop! Si bien es cierto que aquí nos bañamos con mayor frecuencia que en muchos países europeos, también hay quienes como europeos no se bañan… Y en cuanto a la amabilidad, no hay duda de que somos un “pan dulce” con los extranjeros. ¿Pero entre nosotros?... Bueno… le doy el beneficio de la duda.
En lo cultural, me dejó unas cuantas sorpresas gratas, algunas conocidas pero otras que ni me hubiera imaginado: ¿Que Bogotá tiene 90 museos? ¿Que Bogotá tiene una cadena de pastelería francesa para diabéticos, que ni en París existe? ¿Que Bogotá es la capital del mundo con mayores oportunidades de ver pájaros? Hay tantos en los humedales de Bogotá, que son tesoros por los que la gente viaja y paga miles de dólares por ver, pero aquí no nos damos cuenta. Dice Toby que la ornitología es muy fuerte en Inglaterra, así como el amor por las flores, pero que Bogotá es la capital con más especies de flores en el mundo. Solo que aquí es todo tan común, que no nos damos cuenta de nuestras riquezas, ¿o será que ya nos sentimos tan saqueados, que ni lo notamos?
¿Que Bogotá es anfitriona del Festival de Teatro más grande del mundo?, creo que lo sabíamos muchos. Pero mi última sorpresa fue saber que Bogotá se ganó el premio de la Unesco como la ciudad más creativa de música en el mundo. Dice Toby que no entiende por qué no se le dio la importancia que merecía, siendo un premio que por su carácter de permanente es más importante que el que obtuvo Medellín como ciudad innovadora, por tan solo un año; mirando fechas, coincidió con el escándalo de las basuras de nuestros célebre alcalde.¿Qué tal?
No dudo que muchas de las quejas que tenemos los capitalinos pueden obedecer a que “el prado siempre es más verde en el jardín del vecino”, pero tambiénporque no nos hemos detenido a ver las cosas buenas,como sí lo hizo este neoyorquino al que no le importa el tráfico, ya come sancocho, chigüiro, chunchullo, morcilla, toma chicha, baila cumbia y hasta reguetón.
Y si todo esto es cierto, la preocupación de este “loco aventurero” por darnos una mejor imagen y promocionarnos hasta el punto de atraer inversión, es como para prenderle una velita este próximo 8 de diciembre;¡o a nosotros por aguantarnos este caos!
Para los que en algún momento pudieron haberme tildado de apátrida (y para aquellos que estuvieron de acuerdo también), les dejo este hermoso regalo que, en aras de la justicia y el equilibrio de opinión, habla de por qué hay que quedarse, y particularmente por qué SÍ vivir en Bogotá.
¡Feliz resto de semana!