Algunos oficiales del Ejército terminan premiados sin merecerlo, y todo gracias a la palanca de su comandante máximo Eduardo Zapateiro. Para lograr un ascenso, los candidatos son evaluados por un comité de cinco generales nombrados por Zapateiro quien los escoge con una sola condición: ser de su entera confianza. Basta un comentario desfavorable suyo para que el comité evaluador le baje el pulgar a cualquiera.
En plena pandemia, el coronel Fredy Alberto Baquero Jaimes firmó un contrato por $200 millones con la empresa Pacific Group and Business para la compra de tapabocas, cada uno a $45 mil mientras que en el mercado tenían un valor de $5 mil. El negocio iba viento en popa hasta que la prensa destapó los sobrecostos. Sin embargo, una amistad de vieja data que tiene sus orígenes en la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova en donde Zapateiro era director y Baquero comandante de la unidad encargada del presupuesto, evitó que terminara expulsado del Ejército.
Cuando el escándalo salió a la luz, Zapateiro lo separó del cargo durante unas semanas dejando que el tiempo apagara el incendio. Y lo logró, los medios no volvieron hablar del coronel Fredy Alberto Baquero. En 2020, Zapateiro lo nombró jefe de contratación y actualmente es comandante de Brigada de Apoyo Logístico N. 2 ubicada en Bogotá.
Sin mucho ruido, el coronel Nelson Vanegas Acosta, del círculo íntimo de Zapateiro, se ha mantenido en el Ejército gracias a una conducta que muchos aseguran corresponde a decisiones amañadas. Vanegas tenía todo listo para ascender a general, hizo su comisión del servicio en Estados Unidos, una agregaduría militar requerida para los que aspiran llegar al generalato. Aunque finalmente no logró su ascenso, su camaradería con Zapateiro lo salvó. Terminaron ubicándolo en el escalafón complementario y ahora escampa en un cargo administrativo en el que sin ser general le da un sueldo equivalente a uno. Además, regresó a Estados Unidos, un viaje atípico, quienes han viajado al exterior y no ascendieron, no pueden ser enviados de nuevo.
En 2019, el teniente coronel Andrés Londoño Ospina también resultó premiado, no por irregularidades en contratación sino por su presunta relación con Gonzalo Prado Paz, alias ‘Sábalo’, de las disidencias de las Farc. En el batallón de infantería Batalla de Boyacá en donde Londoño era comandante, información de inteligencia y contrainteligencia sospechaban de sus vínculos con esta estructura militar en la que se veía beneficiado con dinero y regalos con el fin de “no pisarse las mangueras”. Hasta al despacho de Zapateiro llegó la información sobre las andanzas de su pupilo que semanas después terminó en un mejor cargo: oficial de operaciones en la Tercera División. Actualmente, Londoño Ospina es coronel.
Por su parte, al teniente coronel Álvaro Santana Forero lo benefició estar más que bien informado sobre el funcionamiento del Batallón de Aviación No. 5 y lo supo usar a su favor para ascender. A pesar de no tener el perfil para estar en la lista de aspirantes y que el comité evaluador lo declaró no apto para ascender, bastó una llamada a Zapateiro advirtiéndole que hablaría sobre lo que sucede al interior del Batallón de Aviación, para que automáticamente ascendiera a coronel.
Mientras algunos oficiales pasan de agache, otros enfrentan las consecuencias de haberse negado a cumplir órdenes. Así no se tengan procesos penales, disciplinarios, administrativos, casos abiertos en la JEP o problemas con Procuraduría y Contraloría, si la orden de un superior no se cumple, tarde o temprano ‘la desobediencia’ pasará factura. Como castigo, suboficiales y oficiales son enviados a territorios en guerra o en consecuencia son dados de baja cuando aspiran a tener cuatro soles en el uniforme. En el Ejército, el pasado no perdona.
No es un secreto que entre más resultados, resumidos en bajas, se muestren más se estará cerca de escalar. Aunque el teniente coronel Hernán Javier Gutiérrez tenía el mérito para ascender, su único error en 26 años y 6 meses de carrera militar fue no cumplir las órdenes del general (r.) Juan Carlos Ramírez Trujillo cuando era su subalterno en el Batallón de Artillería n.º 4, la unidad militar más cuestionada por falsos positivos en Antioquia. En 2018 cuando Gutiérrez era comandante del batallón aguantó las presiones del general que le recriminaba sus pésimos resultados: cero bajas. Gutiérrez se negaba a ceder ante las presiones del general Ramírez que le aconsejó buscar un guía -persona de la zona que le avisa al Ejército los pasos del adversario- le pusiera uniforme y armamento de un guerrillero no sin antes darle de baja. Gutiérrez se negó. A los seis meses fue trasladado de batallón por orden expresa del general Ramírez que declaró que desobedecía sus órdenes.
En el 2020, cuando el teniente coronel Gutiérrez intentó ascender, el general Ramírez, quien en el momento era inspector encargado de procesos disciplinarios y denuncias dentro de la institución, dió un concepto desfavorable sobre él. Gutiérrez enfrentó a Zapateiro quien aceptó el error que se cometió pero se rehusó a enmendarlo.
Por su parte, a Heiner Cubides ser oficial del Ejército no solo le costó su carrera si no también su familia. En 2001, se desempeñaba como teniente del Batallón Energético Vial en Medellín, su jefe era Edgar Alberto Rodríguez, hoy general mayor, que si bien, carga con la sombra de falsos positivos en su paso por el Batallón del Magdalena y recientemente con la masacre del Putumayo, se ha sabido mantener en la institución. Para entrar al Ejército, Cubides dejó en su pueblo a su esposa e hija, a quienes llamaba y visitaba cada vez que podía. El matrimonio terminó de manera inesperada cuando su pareja lo llamó una noche y le confesó que se iba a vivir a Bogotá con el general Rodríguez.
Veinte años después cuando Heiner Cubides estaba listo para ser coronel se encontró con que el general Alberto Rodríguez sería uno de los miembros del comité evaluador que se encargaría de estudiar su ascenso y a pesar del pasado que compartían no se declaró impedido para ser su evaluador. Como era de esperarse, el general Rodríguez dio un concepto negativo de Heiner Cubides y poco tiempo después terminó fuera del Ejército.
El coronel Hoover Yarley Ríos Román, empoderado por Zapateiro, también se ha hecho sentir cuando de ascensos se trata. El teniente coronel José Ricardo Sanjuanes que, con una carrera de 25 años en el Ejército, estudios en ciencias militares, cinco especializaciones, 35 cursos y seminarios más once condecoraciones estaba listo para ascender. Negarle un favor a un miembro del círculo de Zapateiro bastó para darle fin a su carrera militar. En diciembre de 2018, el teniente coronel Sanjuanes terminaba su periodo como comandante del Batallón de Desminado Humanitario 4 ubicado en Granada, Meta en el que había estado desde junio del 2016, sin ningún inconveniente. Cuando era trasladado del batallón, el coronel Ríos Román entraba a comandar la Brigada de Desminado Humanitario.
Sanjuanes se cruzó con Ríos Román en la ceremonia de entrega de mandos. Era la primera vez que se cruzaban y le resultó particular el pedido del coronel quien exigió una camioneta con chofer para ponerla a disposición de su exesposa, el nuevo esposo, sus exsuegros e hijos en Villavicencio. Sanjuanes se negó a cumplir la orden y ambos siguieron sus caminos. Cinco años después cuando Sanjuanes aplicó para ser coronel, Ríos Román reapareció dando un concepto negativo sobre él en el que declaraba la desconfianza que le inspiró cuando estuvieron en la Brigada de Desminado Humanitario en donde solo se cruzaron una vez.
La influencia del coronel Ríos Román en el proceso de ascensos es mayúscula. El sargento primero Néstor Chica estaba en el departamento de contratación de la Brigada de Desminado Humanitario cuando Ríos Román era comandante. Desde un principio tuvieron problemas cuando Chica se opuso a entregarle un contrato a la empresa recomendada por Ríos Román que no cumplía con los requisitos y lo cedió a una que si lo hacía. En el momento de quiso ascender a sargento mayor, el coronel Ríos Román hizo todo lo posible para evitarlo y lo relevó de la oficina de contratación. Como castigo Néstor Chica terminó en una oficina administrativa y semanas después fue llamado a calificar servicios.
Estos son algunos de los casos que muestran cómo de manera discrecional opera la corrupción de los ascensos dentro del Ejército. La voz cantante la lleva el comandante Eduardo Zapateiro quien no mira otro atributo más que la obediencia a sus ordenes para premiar a quienes las cumplen con premios y viajes garantizandoles subir dentro de la institución o, en su defecto, destruir la carrera de oficiales que se oponen a sus intereses que terminan saliendo por la puerta de atrás.
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