Circulan por las redes denuncias en torno a un fraude en las elecciones del domingo pasado. Según diversas voces, la clave estuvo en la manipulación del software que usó la Registraduría Nacional. Por cada cuatro votos por Gustavo Petro, el sistema contabilizaba uno menos, y por cada tres votos a Rodolfo Hernández añadía uno más. Se muestra que en seis municipios santandereanos la votación a favor del ingeniero fue idéntica, 2.302 votos.
Como si cayera el mismo número en distintas loterías en un mismo día. Algo supremamente raro. No conozco pronunciamiento alguno de Petro al respecto, pero de llegar a comprobarse algo así, se pondría en evidencia la realización de la más grande trampa cumplida en la historia de Colombia. Según las reiteradas denuncias, Petro habría ganado en primera vuelta y las votaciones por Fico y Rodolfo habrían sido mucho menores.
Lo mejor es esperar el desarrollo de los acontecimientos, algo así seguramente que no pasaría desapercibido para las múltiples delegaciones de observadores internacionales y locales. Podría tratarse de una creación mediática para hacer escándalo, cualquier cosa es posible. Lo único que sabemos es que a simple vista, el resultado electoral del domingo divulgado en tiempo record por la Registraduría, resulta demasiado sorprendente.
Está claro que el rechazo a todas las opciones políticas tradicionales es inobjetable. El actual gobierno y su partido, los partidos liberal y conservador, así como las diferentes opciones que ofrece el Establecimiento y que han jugado un papel importante en las últimas décadas en el país, quedaron completamente arrastradas por el suelo. La maquinaria política oficial resultó inútil, pese a las inclinaciones del mundo empresarial por apoyarla.
La mayoría del país está por el cambio. Dejó de creer en la clase económica y política dominante hasta ahora. La inconformidad de los colombianos con el estado de cosas vigente es tal, que la gente votó en masa por lo que fuera, con tal de que representara algo distinto. Tanto el Pacto Histórico como la propuesta de Rodolfo Hernández, independientemente de cualquier maniobra, encarnan la enorme inconformidad nacional.
Casi mitad del potencial electorado ni siquiera cree en la democracia y las posibilidades del voto. Sencillamente se abstiene, en una especie de desprecio total al régimen, mientras que en la otra mitad que sí vota, alrededor del 70 por ciento sufragó por una alternativa diferente a la predominante hasta hoy. Eso pese a que los grandes medios de comunicación se inclinaron todos en masa por Fico, el hombre del continuismo abierto.
Los más destacados presentadores y comentaristas de noticias perdieron su tiempo y esfuerzo, tratando de convencer al país de que la mejor opción era la propuesta uribista apoyada por la crema política. Poco les valió el miedo y hasta la fobia que se encargaron de difundir en contra de Gustavo Petro. Apenas consiguieron que un porcentaje de las simpatías por la diferencia, se inclinara finalmente por darle su voto a Rodolfo Hernández.
Un fenómeno sin duda en el panorama electoral, por lo nuevo en las lides de la política nacional. De alcalde en una ciudad mediana pasó a ocupar el segundo lugar en las elecciones a la Presidencia, sin haber pasado por una gobernación u ocupar un escaño en el poder legislativo. Suele decirse que la alcaldía de Bogotá transforma en presidenciable a todo aquel que la ocupa, situación que nada comparable con el desempeño al frente de Bucaramanga.
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Resulta extraña la repentina dimensión alcanzada por el ingeniero Un personaje sin programa distinto al de repetir que acabará con la corrupción de los bandidos que se han lucrado del Estado
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De ahí que resulte tan extraña la repentina dimensión alcanzada por el ingeniero. Si no fue obra del fraude, constituye un hecho digno de la más acuciosa investigación social y política. Un personaje sin programa distinto al de repetir a cada rato, que acabará con la corrupción de todos los bandidos que se han lucrado en el pasado del Estado. Burdo, carente de la más elemental decencia, agresivo, locuaz, que expresa sin pudor su admiración por Adolfo Hitler.
Que no deja de considerar que las mujeres están mejor en los oficios de la casa. Que se niega a participar en debates, con investigaciones pendientes por corrupción. Un político al que en carrera sus estrategas de campaña le elaboran a última hora un listado de veinte puntos, de corte progresista y antineoliberal, para procurar evitar su identidad con el uribismo, el mismo que sin el menor reparo corrió a endosarle su completo apoyo apenas conoció los resultados.
Del otro lado se encuentra el gran ganador del domingo, un opositor político de toda la vida. Un hombre preparado y culto, odiado sin disimulo por los todos los poderes del país, ensañados en demonizarlo desde el gobierno nacional y la gran prensa. Que ha demostrado su inocencia en todos los estrados a los que lo ha llevado la persecución oficial. Líder de un gran movimiento nacional por la dignidad y el cambio. La más elemental cordura indica que el mejor es él.
