Más de dos siglos entre la élite gobiernista y un desarrollo aplazado

Más de dos siglos entre la élite gobiernista y un desarrollo aplazado

América Latina tiene una historia de saqueos, escasa productividad y dirigentes mediocres ¿Seguirá condenada o se recuperará desde la raíz?

Por: Hans Christian Rangel Moreno
junio 08, 2022
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Más de dos siglos entre la élite gobiernista y un desarrollo aplazado
Fotos: Archivo/Canva

Por estas semanas he estado estudiando sobre historia económica mundial, latinoamericana, y colombiana, tomando un poco el consejo que en algún momento Winston Churchill le dio a u estudiante estadounidense, al decirle “Estudia historia, estudia historia, la historia atesora todos los secretos de la gobernación del Estado”

Y es que por estos días en Colombia ha estado candente el debate sobre modelos económicos, por la coyuntura de las elecciones presidenciales. 

Se dicen muchas cosas en el fragor del debate, y más cuando hay candidatos con el estilo de Donald Trump, con un populismo que busca despertar emociones y no razonamientos, siendo estos últimos los que se requieren para tomar la mejor decisión.

En cuanto al modelo económico colombiano hay una realidad que nadie puede negar. Una producción industrial enclenque por lo que somos consumidores y no productores de este tipo de bienes de alto valor, un agro que no garantiza la seguridad alimentaria del país. 

Además, lleva a importar gran parte de la dieta básica (y eso que tenemos tierras fértiles de sobra), una economía que depende en gran parte de la extracción y exportación de materias primas mineras y de hidrocarburos, que mató al vecino país, pero aquí se sigue impulsando.

Sobre las anteriores premisas, habrá quienes discrepan, diciendo que no es cierto. Como el viejo aforismo que dice “si los axiomas geométricos afectaren los intereses de alguien, habría quien los refutaría”. 

Como decir que el modelo económico actual del país es un fracaso, aquellos pocos (una gran minoría que llamamos élite) que se han beneficiado del estado actual de cosas, saldrán a decir que no es así. Pero la realidad es una: tenemos una pobreza del 39%, es decir 20 millones de colombianos en esta situación inaceptable y esto no lo pueden ocultar.

Este modelo económico no es nuevo. Se implantó en Latinoamérica, desde la conquista, cuando los imperios europeos, con la capacidad de dividir la producción del mundo según sus intereses económicos, llamada división internacional del trabajo, estipularon que América Latina sería la que abastecería el mundo.

¿Cómo? Con minerales, como la plata, el oro, el cobre, estaño, hierro  (economía minera), y productora de ciertos bienes agrícolas que sólo podía ser cultivados en el trópico, (no es posible su cultivo en el norte) como el azúcar, el cacao, el caucho, el café entre otros, con el modelo de la gran plantación.

Sencillo, América Latina extraía los minerales del suelo, los exportaba a Europa, e importaba los bienes (industriales) que se requerían para que los dueños de las minas, (las élites del momento) se dieran una vida ostentosa. 

Estas élites, surgidas de exploradores que se adueñaron de las minas y las tierras para producir el azúcar, por ejemplo, llevaban una vida de lujos y excesos, importando bienes lujosos desde Europa y Asia, pero nunca se preocuparon por darle un desarrollo al territorio donde había sacado su riqueza. 

Las masas de indígenas y negros sumidos en la pobreza, sin formación alguna. ¡Ah pero eso sí! convertidos a la fe católica.

Esa fue la mentalidad de nuestra élite desde que se constituyó, la creación de riqueza para el beneficio de ellas, sin importarle el desarrollo del conjunto social donde habitaban. 

Y no les interesó darle formación a la población, toda vez que el modelo extractivo y de gran plantación no requería mano de obra calificada. Ese pensamiento, 500 años después sigue primando en nuestra élite.  

Esa misma mentalidad condenó a España a ser hoy uno de los países menos industrializados y con más pobreza de la Unión Europea. Los reyes de España, junto con la nobleza, recibían el oro y la plata que venían de sus colonias en América, y como eran medio de cambio, lo intercambiaban a Inglaterra, Francia y Alemania por bienes industrializados. 

Por ejemplo, España entregaba oro a cambio de prendas de vestir elaboradas, en las fábricas de textiles de Inglaterra, lo que arruinó la naciente industria textil española.

La élite inglesa si entendió lo estratégico de la industria, (por algo allá arrancó la revolución industrial) la cual requería de mucha mano de obra calificada, por lo tanto, se necesitaba de la formación de sus ciudadanos. 

En otras palabras, había que llevar educación a su población, con el fin de conseguir la innovación necesaria para crear una industria competitiva a nivel mundial. Ese fue el pensamiento que colonizó a Norteamérica.

Las élites criollas se dedicaron a explotar las masas de indígenas y esclavos africanos para hacer grandes fortunas, y vivir como la nobleza europea. Esta élite tampoco se preocupó por educar a la población nativa, pero eso sí, construyeron grandes y lujosos templos para convertirlos a la fe católica. 

Al final, el resultado es el conocido, mientras Europa, Norteamérica y gran parte de Asia se desarrollaron, América Latina se quedó en el subdesarrollo, y hoy en pleno siglo XXI sigue sumido en tal situación.

Todo este repaso histórico, para entender cómo nuestra élite, hoy confirmada por los dueños del capital financiero (grupo Sarmiento Angulo, grupo Suramericana, Grupo Bolívar, Grupo Ardila Lule, Grupo Gilinsky, Grupo Santo Domingo, y la Oligarquía Azucarera), tienen la misma mentalidad de aquellos dueños de minas de oro, plata y las tierras de la gran plantación.

Estas élites, tal como en la colonia, se alían con poderes extranjeros, para mantener un modelo de economía extractiva, (al capital extranjero le gusta la inversión en carbón y petróleo), sin desarrollo industrial. 

Con esto, les ofrecen un mercado de consumo de 50 millones de habitantes y con una pobre producción agropecuaria, basada en productos tropicales, mientras se importa el maíz, la cebada, el trigo la soya, el algodón y demás bienes agrícola que podríamos producir.

Por ello el crecimiento de nuestra economía, está jalonado mayoritariamente por el sector financiero y el sector minero energético, mientras que el agro y la industria están históricamente rezagados. 

Así se benefician multinacionales extranjeras y la pequeña élite criolla arraigada al capital financiero.

Está elite a través de la toma del poder político se han asegurado, que el Estado les permitan tener sus grandes riquezas en paraísos fiscales, en tener tasas efectivas de tributación muy por debajo de las tasas nominales a la que tributan el resto de colombianos, a tener un régimen laboral flexible que no le dé estabilidad a los trabajadores para poder explotarlos, a tener normas ambientales pobres que le permitan realizar todo tipo de abusos contra el medio ambiente.

Y como si de la época colonial se tratara, una escaza inversión en educación y ciencia. Presupuestos de educación pírricos. Universidades Estatales desfinanciadas. Porque el modelo minero exportador, de sociedad consumista, requiere poca formación.

Así, extraemos carbón y petróleo, los vendemos en el mercado internacional, traemos dólares al país con los que importamos bienes de consumo, como automóviles, yates, celulares, computadores, ropa, alimentos, televisores, etc, mientras en todo ese movimiento económico la élite financiera se enriquece con su actividad parasitaria, como buenos rentistas, los cuales no agrandan el pastel de la riqueza nacional, sino que la mantienen, mientras se apropian de una torreja mayor.

Como resultado de la mentalidad de nuestra élite que nos gobierna desde hace 500 años, (200 en independencia), es el país tercermundista que tenemos. 

Con 20 millones de sus ciudadanos en la pobreza. De cada 100 niños en primaria, 44 se gradúan y 39 acceden a la educación superior. 

Y los que llegan a profesionales, el sueño de muchos es irse del país para poder progresar. Por ello, lo que necesitamos es un cambio de mentalidad, que nos permita como sociedad quitarles el poder político a estas élites y hacer un cambio real en el modelo económico.

Este cambio pasa por cambiar el modelo minero exportador por un modelo de economía productiva, donde sea el agro y la industria los motores de la economía y dejemos de ser simples consumidores para pasar a ser grandes productores, sobre la base de una sociedad del conocimiento, para la que se necesita una gran inversión en educación. Así se desarrolló el sudeste asiático.

Esta inversión en educación, que requiere de billones, será posible si esta élite, poseedora de la riqueza nacional, paga los impuestos que debe pagar, ya que hoy pagan muy por debajo de lo que deberían. 

A ellas les toca sacrificar un poco sus excéntricos lujos para darle desarrollo al país el cual le dio su riqueza.

Si nuestra élite hubiera pensado así hace 500 años, la realidad del país sería otra. Pero como no ocurrió en el pasado ni está ocurriendo en el presente, el camino del progreso es quitarle el poder político a está élite que fracasó en su tarea de traer desarrollo, por un gobierno popular que le preocupe la suerte de las grandes mayorías y del desarrollo nacional.

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