Cuando Escalona transitó Colombia en sus aventuras musicales, amorosas, laborales y de otros motivos, se embriagó ante las muníficas especies que enjoyaban el camino. Le embelesaron. En su travesía hacia Leticia, le sedujo tanto el caimán del Orinoco o caimán llanero que, encantado, lo hizo parte del romance con una de sus grandes pasiones: Dina Luz. Otra de las mujeres de su vida.
Ella supo que para agenciar un regalo se expuso a peligros, anduvo agrestes trochas, revoloteó entre tribus no del todo amigables y bestias bravas. Eso sí, se maravilló con la fauna colombiana. Y todo eso no era nada si lograba que ella en un suspiro o en una mirada le cediera un trocito del corazón.
Afortunadamente el cantante no se prendó de un colmillo de un ojo, de una escama o de la piel entera del animal. Y lejos, de lo que canta: “el caimán encantado que vuelve a uno loco”, la exótica fiera no lo chifló tanto como para llevarse un trozo de su armazón como amuleto. Tampoco menciona haberse comido un huevo, como otros que devoraron miles o masacraron otros tantos, por hacerse a una porción para cambiar por dinero y a un costo inimaginable; una especie que por muchos esfuerzos en conjunto no ha podido recuperarse total ni efectivamente.
“Hice una carta pa Dina Luz
En la frontera del sur, en Leticia
Pa que no diga que es ingratitud
Que la he olvidado por otra distinta.
Quise comprarle en La Pedrea
Los amuletos que tienen tabú.
Todas las cosas me parecen feas
Pa´ regalárselas a Dina Luz.
¿Con cuál moneda te puedo comprar?
Si nunca la han hecho y si nunca la harán?
Iba buscando por to'a la frontera
Cosas muy lindas pa' ti en Villanueva.
Iba buscando por el Amazonas
Cosas muy lindas pa' ti bella mona.
Iba buscando por el Orinoco
El caimán encantado que vuelve a uno loco.
Te traje pirañas de hermosos colores
Que en el Amazonas a la gente se come” …
El caimán del Orinoco que vio Escalona y que inmortalizó en su canción “Dina Luz” se evapora al igual que cientos de especies que uno y varios siglos atrás aderezaron las extensas sabanas húmedas y secas del llano. Ocaso asociado a la desmedida sequía de grandes ríos, caños y lagunas, ríos meándricos y sabanas inundables cubiertas de vegetación acuática que son (o eran) el hábitat natural de estos gigantes depredadores, carnívoros, que incuban su cría entre ochenta y noventa días y que acechan su presa dentro del agua, equilibrando el ecosistema.
Otrora, el rey de las corrientes de Vichada, Meta, Casanare, Arauca, Guaviare y el río Inírida en el Guainía, se debilitó por la desvergüenza humana que, en afán de lucir un pieles manchadas, “finas”, costosas, desvencijó este descomunal al punto de casi desaparecerlo de la faz de la tierra. Por lo menos de la de la Orinoquía colombiana que a la fecha, se presume, no ampara los trescientos ejemplares.
Según el Libro Rojo de Reptiles de Colombia “hay dos relictos poblacionales importantes, uno en el departamento de Arauca en los ríos Lipa-Cravo Norte, y otro en el departamento del Meta, en los ríos Duda-Guayabero. La conclusión podría aclararse si lograra definirse el número de ejemplares silvestres.
En Llanuralandia, como nuestros paisanos y, ojalá, los colombianos, nos esperanzamos en que Corporinoquia, en convenio con otras asociaciones, implemente más acciones que permitan la recuperación de especies, entre ellas el caimán llanero y en que el Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS) exija el cumplimiento de la Resolución N° 0676 de 1997 en la cual se declara en peligro de extinción y se ordena la estructuración del Programa Nacional para la Conservación del caimán llanero (Procaimán).
Llanuralandia, que no es ninguna asociación ni institución ni agremiación, sino un grupo de colombianos con “faunatismo” llanero, invitamos a todos los habitantes de la Orinoquía a llevar a cabo todas las acciones que permitan preservar esta gigante pero indefensa especie.
#llanuralandia