En enero del 2016, cuando Federico Gutiérrez recién se posesionaba como alcalde, los narcotours en Medellín estaban en pleno furor. Un extranjero podía llegar a la ciudad y, por 1.449 dólares, visitar Mónaco, la Catedral, los lugares en donde los sicarios de Pablo Escobar mataron a mas de 400 policias entre 1990 y 1991, las esquinas donde se activaron carros bomba, la casa en donde el Bloque de Búsqueda y los PEPES lo asesinaron sobre un tejado. Por esos seis millones de pesos pagados a una empresa llamada Bared Travel, de Puerto Rico, podías terminar el recorrido en una cena con el mismísimo Popeye:
Este no era el Tour más importante que había sobre Pablo Escobar en Colombia. Existía uno, lanzado en el 2017, que llevaba a la gente a la hacienda Napoles, a Guatapé y hasta a Bogotá, para ver el semáforo donde Popeye mató a Guillermo Cano, director de El Espectador, o al lugar en donde un bus atestado de dinamita estalló frente al edificio del DAS. En Guatapé pastaban en las ruinas de la hacienda La Manuela que fue destruida en 1993 por los Pepes. Los últimos dos días del Tour, van a Medellín y veían el Ovni, Mónaco y Dallas, los edificios más modernos que tuvo en su momento Colombia y que fueran destruidos por la guerra que el Cartel de Cali le declaró a Escobar, las caletas provistas de cámaras de oxígeno, la virgen de los sicarios, la casa en el barrio Los Olivos en donde fue abatido y, por supuesto, una visita a al cementerio Montesacro para ver su tumba, la segunda más visitada en Latinoamérica después de la de Evita Perón.
El Tour valía 750 dólares –que no incluía pasajes aéreos- por persona y terminaba en el hogar en la Ceja de el Osito, el hermano de Pablo Escobar que perdió el 70% de la visión después de que una carta bomba lo destrozara en 1992 mientras estaba encerrado en la cárcel de Itagui. Acá uno de los turistas orgullosos posa con el hermano mayor del capo:
En el 2018 Federico Gutiérrez se propuso borrar el recuerdo de Pablo Escobar del imaginario de la gente Medellín y en especial de los jóvenes. La llegada del rapero Whiz Khalifa, a Medellín, a tomarse fotos en el edificio Mónaco, desató una especie de conflicto internacional en donde Federico Gutierrez decidió tomar el toro por los cuernos. Demoler el edificio que habia sido el cuartel del Capo, donde vivía cuando sobrevivió a una bomba del Cartel de Cali: El Mónaco.
El 4 de abril del 2018 los entonces Ministros de Defensa y Justicia, Luis Carlos Villegas y Enrique Gil Botero asistieron a la demolición que el Alcalde Gutierrez convirtió en un acto simbólico al que asistieron muchas de las víctimas de la guerra de Escobar contra Colombia. La implosión pudo verse a la distancia desde la explanada del Club Campestre, donde estuvieron presentes miles de invitados, incluido prensa nacional e internacional. En diciembre del 2018 la estructura cayó al suelo completamente.
La cruzada de Federico Gutiérrez continuó. No sólo combatió a otros artistas como el reguetonero Farrucko y Victor Manuel quienes en una canción hacen mención a la cocaína de Medellín, o contra el reguetonero J Alvarez quien se presentó en público luciendo una camiseta de Pablo Escobar. Lo hizo con método, Gutierrez contrató a la agencia Dieste con sede en Estados Unidos quienes se crearon una serie de cinco capítulos que tenía como fin limpiar el nombre de Medellín, enlodado con el de Pablo Escobar.
Otro de los golpes durísimos que le propinó la alcaldía de Federico Gutiérrez a la memoria del capo fue acabarle el museo que tenía Roberto Escobar, alias el Osito, en la casa que quedaba vía Las Palmas en Medellín. Nada más en su alcaldía Federico Gutiérrez invirtió $ 40 mil millones para borrar del imaginario de los antioqueños y muy especialmente de los jóvenes, la visión heroica de Pablo Escobar. Además de los hechos simbólicos, en el Museo de la Memoria quedó una gran exposición que registra el horror de la huella que dejó la guerra contra el cartel de Pablo Escobar en Medellin y en el país. El esfuerzo del Alcalde que hoy aspira a ser Presidente de Colombia fue grande pero dejó frutos, como lo reconocen hasta sus contendores políticos, como su sucesor Daniel Quintero.
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