Las elecciones presidenciales han cambiado mucho: desde hace más de una década se vota en sentido negativo, es decir, no por el candidato elegido sino para evitar que suba el candidato “más peligroso”. Apenas alrededor de 300.000 personas en todo el país cuentan con la cultura política suficiente para elegir “lo más conveniente”. No obstante, ese selecto grupo al que solemos incluirnos por antonomasia tiene intereses muy variados.
Elegir a un candidato para votar se reduce entonces a la escogencia de un mal menor, es decir, escoger al “menos malo” basándonos en cada vez más escasos elementos. Por ejemplo, los planes de gobierno que solían indicar de manera estructurada las propuestas de los candidatos se han convertido en rápidas y poco explicadas “estrategias”, que como es costumbre se vuelven después alternativas olvidadas por el presidente en ejercicio.
Sin embargo, votar en sentido negativo, es decir, para evitar que suba el “peor candidato” no es una tarea fácil. Pues más que pensar en cual hará “mejores cosas” se piensa en aquel que “joderá menos al país”.
Empecemos entonces a determinar al “menos malo” según el orden de las actuales encuestas, no por validarlas sino por adquirir algún orden. El cuarto lugar a cinco días del domingo es Fajardo, el presidente profesor que ofrece “tranquilizar” la polarización y promete quedar bien con todo el mundo, pisar la menor cantidad de callos o incluso no pisar ninguno, semejante posición no solo es imposible, sino que levanta suspicacias al respecto de los intereses que priorizaría fajardo en su eventual presidencia ¿Fajardo es tan ingenuo como para pretender no incomodar a nadie, o su discurso es una estrategia de miedo a los extremos?
Si se trata de ingenuidad ¿podemos darnos el lujo de tener un presidente ingenuo frente a las dificultades que afrontamos?, si es estrategia ¿a quién favorece como para no poder reconocerlo?
El tercero en las encuestas hoy es Fico, la mejor o más cercana referencia al establecimiento y por supuesto al expresidente Uribe, una combinación entre un tipo “de familia” muy aconsejado por su padre, pero con un aura de tipo malo, con relaciones turbias o al menos sí peligrosas, rapaz y sin mesura se atreve a decir y hacer lo que sea, establece relaciones absurdas y “dispara” contra lo que se mueva, podemos otorgarle entonces la habilidad de pragmático tanto en el malo como en el buen sentido.
Pero el pragmatismo requiere dosis importantes de conocimiento que Fico no tiene, y además se le nota que no tiene, ¿Puede Fico realmente conducir un país sin conocer los aspectos más elementales de su funcionamiento?
Recién repuntado y en segundo lugar está Rodolfo Hernández, un nuevo “abuelito bonachón” que impresiona por esa actitud decidida y contundente tan apetecida en nuestra cultura gamonal. Un “zar” anticorrupción con una corrupción propia difícil de explicar, y una actitud frente a los pobres más cínica y directa que los que dicen ostentar la propiedad de esta finca llamada Colombia.
Rodolfo se aliena al extremo opuesto de Fajardo y Fico, no es un pusilánime como Fajardo ni un idiota como Fico, Sino un cascarrabias intolerante y dictatorial que arremete contra todo aquel que le increpe y contradiga.
Aunque causa risa, Rodolfo golpeó en video y sin excusas a un concejal, es decir a un sujeto que (independiente de sus razones) contaba con la autoridad y poder para increparlo, pues hacía parte de sus funciones, ¿Cómo actuará Rodolfo contra sus opositores?, ¿Se dedicara como lo hizo Uribe a desarrollar su guerra personal? ¿Cuántas vidas costará un nuevo déspota?
El primero en las encuestas es Petro, un candidato que levanta radicalidades tanto en los que lo apoyan como en los que lo repudian, un tipo sin la plata suficiente para ser reconocido por la clase que señala, pero con los contactos necesarios para representar a las mayorías que los últimos gobiernos han engrosado, minorías y pobres.
Es un tipo que sabe hablar, y apunta directamente a la cara del sistema, llamarlo comunista es claramente una exageración propia de la contienda electoral pero su filiación con el progresismo ciertamente lo localiza más con Chávez que con Trump, el miedo a Petro existe en la sombra de Venezuela, y aunque se ha esforzado por desligarse y mostrar las contradicciones de la comparación, es la razón más influyente entre sus detractores.
No obstante, Petro es como esos villanos admirables, un tipo con el que no puedes estar completamente de acuerdo, pero no puedes negar su inteligencia y elocuencia. Del cual nos guste o no han salido los temas más importantes de la nación a tal punto que todos los demás candidatos han tenido que copiar parcial o totalmente sus propuestas.
Si usted es de los que piensa que Petro no es “lo mejor”, tiene razón, si piensa que es mesiánico, que la autoridad suele subírsele a la cabeza, que propone cosas difíciles de cumplir y que se ha aliado con personajes de la política que contradicen su postura, tiene razón.
Aunque, como es ya una triste costumbre colombiana, las elecciones no se tratan de escoger al “mejor candidato” o al que “mejor representa los intereses nacionales”, ese es un privilegio que aún no tenemos y para el que aún parece faltarnos mucho. Las elecciones se tratan de escoger la alternativa menos perjudicial para la mayoría, escoger entonces entre un pusilánime un idiota un dictador o un demagogo.
El problema de los pusilánimes como Fajardo es que sus manos no hacen nada, pero como cualquier enfermedad que no se trata tiende a empeorar. Aunque nos encontramos en un punto crítico que requiere acciones.
Los idiotas como Fico pueden ser divertidos, incluso como con el Duque podremos también reírnos cada semana con sus monerías. No obstante, no es simplemente un payaso, sino uno con serias y peligrosas relaciones criminales que evocan en el peor de los sentidos la fuerte narco-cultura que se niega a abandonarnos. Un dictador como Rodolfo es peligroso dentro de las actuales coyunturas internacionales de guerra.
Es realmente preocupante pensar en las acciones que tomará con el respaldo de un ejército fuertemente cuestionado por sus excesos y una fuerte tendencia al autoritarismo.
Afortunada o desafortunadamente es la demagogia el menor de los males que nos aqueja, pues su mayor riesgo es el incumplimiento de tanta promesa. Sin importar que Petro no tiene el respaldo de las fuerzas militares con el que contó Chávez, por el contrario, será esa su mayor talanquera y a su vez amenaza.
El general Zapateiro, que casi llama al luto nacional por la muerte de uno de los paramilitares más asesinos del país, no se molesta en ocultar su parcialidad política y siempre rodea por sospecha o cálculo las hipótesis de un golpe.
Petro, nos guste o no, será el único presidente con la cantidad de ojos encima como para evitar un exceso irremediable. Para todos los demás “existe MasterCard”.