Atentos a esto colombianos, sobre todo a quienes hemos sostenido con nuestros impuestos, tanto en el consumo, como en todo lo que pagamos directamente al fisco de la nación.
En esta campaña, se ha desbordado la agresión y la desfachatez de los que se presentan a sí mismos como “la clase empresarial”, y que, en sus palabras, son los que “sostienen la economía del país”.
Ellos, sin sonrojo alguno pugnan por imponer al candidato que más les conviene, y esto ya nos debe dejar claro lo evidente: no quieren que las cosas que más nos afectan en este país, realmente se resuelvan o se cambien, sino que se mantengan, esto como mínimo.
Y no conformes con salir a amenazar a quienes son sus empleados, se sienten con el derecho de menospreciar el ordenamiento jurídico y salir a hacer campaña con la amenaza de que “o votan por su candidato, o los echo a la puta calle”.
Así, miserables como Mario Hernández (“voten por quien les dé la puta gana”) Sergio Araujo (“Un empleado que vote por Petro no cabe en mi esquema empresarial, y simplemente, se tiene que ir”), o el presidente de Colanta… Y eso que no contamos a los que no publican su intención, y “simplemente”, la ejercen a voluntad y con desprecio del derecho de quienes trabajan para ellos.
Tanto más, imagínense el desespero mayúsculo, que incluso los partidos políticos, quienes deberían ser ejemplo de respeto a los valores democráticos, conminan a sus militantes y a sus miembros a que sea “obligatorio” votar por quien las directivas han decidido apoyar.
A la usanza descarada de la más vulgar de las dictaduras, se quiere imponer que nos mantengamos, por vías de hecho, pasivos y “obedientes” ante la grosera corrupción y la criminal violencia con la que nos han gobernado en toda nuestra vida republicana.
Aquí, colombianos, es evidente que todo este “terrorismo mediático” que parece ser la última opción, tiene que llevarnos a la convicción que nos amenazan porque saben que la ciudadanía, si nos consolidamos como mayoría, somos quienes tenemos realmente el poder para cambiar el destino de este país.
Y algo que debe quedarnos claro es que no es el sector empresarial “el que manda” en este país. El poder es de la ciudadanía, que consume lo que nos venden “los empresarios” (es lo que sostiene el comercio y la economía del país), que paga impuestos por todo lo que tiene (desde el estrato 6 al 1), que paga por sus derechos en la seguridad social y lo que debe responder en esta política que le han impuesto de manera lesiva en la Ley 100.
No podemos seguir viviendo con miedo ciudadanos, no podemos seguir aceptando que esta sea la respuesta y nuestra única opción. A esa “clase empresarial” que actúa más como una clase “gamonal” le debemos responder con libertad en el voto.
Ellos no pueden seguir sometiéndonos, ni con su prepotente accionar de imponernos a los políticos que les convienen, para mantener este nefasto sistema social, ni mucho menos con su “terrorismo gremial”, que nos desconoce cómo personas libres y con derechos en este Estado social. A ustedes también los vamos a derrotar en las urnas. Y si quieren “irse con sus empresas”, mucha suerte: el cambio en Colombia, también lo podemos hacer sin ustedes.