Se viene y se está instalando una educación del galpón en Colombia y en América Latina.
En una educación del galpón está ausente el asombro, la magia, el resplandor y esplendor de la diferencia, no existe la sorpresa, hay escasez de audacia imaginativa y mucho menos se da lugar a la celebración de los rituales.
El galpón lo asociamos con imágenes de la educación como depósito, garaje y contenedor, dispuesto a atender todo aquello que llega a la escuela y se etiqueta como lo extraño, lo diferente, lo diverso, lo vulnerable y excluido.
Un recinto, como lo indica Corea y Lewkowics (2010), para ocupar el tiempo, una situación sin espacio, “una aglomeración de materia humana sin una tarea compartida, sin una significación colectiva, sin una subjetividad capaz de lo común” (p.106).
Nombramos una educación del galpón como aquella que no es capaz de nombrar la turbiedad que se habita. Son pobres sus referencias a las metáforas, ensoñaciones y a la belleza transgresora del verso que permiten nombrar el mundo de la escuela, la corporeidad del maestro (a), las fracturas en sus relaciones.
Lo que nombra la educación del galpón es una literatura gris, opaca, tamizada con slogans del éxito, de la eficacia, la eficiencia, el emprendimiento, la calidad, la excelencia, el currículo, evaluaciones masivas, indicadores de logro, lineamientos (para todo), estándares y competencias y lo más actual la supuesta novedad en la evaluación de resultados de aprendizaje. Asfixia estas prescripciones para nombrar las presencias del (la) maestro (a) en la escuela. Una presencia llena de urgencias.
La educación del galpón ha comprado en el mercado consignas para nuestra época que se venden y se compran como imperativos del buen vivir expresados en el crecimiento interior y en el pensamiento positivo.
¡Sé feliz!
¡Eres el mejor!
¡Haz lo que quieras!
¡Sigue tu corazón!
¡Piensa positivo!
¡Tú puedes!
¡Adáptate rápido!
¡Hazlo ya!
¡Conquista todo lo que te propongas!
¡Sigue tus sueños!
¡Solo se vive una vez!
¡Aprovecha el día!
¡El cambio ocurre!
¡Anticípate al cambio!
Estas consignas se materializan en la multiplicidad de libros de autoayuda, también llamados de autoestima o autosuperación existentes en el mercado editorial y lo más preocupante en las bibliotecas escolares.
Destacamos los siguientes libros: Poder sin límites de Tony Robbins, La buena suerte de Álex Rovira, La búsqueda de la felicidad de Ben-Sahar, Viaje al optimismo de Eduardo Punset, El guerrero de la luz y El alquimista de Paulo Coelho, Aprendiendo a quererse a sí mismo, Despegarse sin anestesia y Ama y no sufras de Walter Riso y la lista es largaaa.
Es por ello que en Colombia se está fortaleciendo una educación del galpón que procura la construcción de una cultura de la mendicidad y la precarización, educación habituada a los recetarios, formatos y burocracias como pretextos para asegurar la normalidad, la sana convivencia, la efectividad y la gobernabilidad educativa.
Una educación de galpón produce sujetos desfondados, sin raíces ni alas.