La historia no se hace por grandes hombres y tampoco por las estructuras; más bien hay que pensar que la fuerza básica que hace a la historia es el accidente o el error. Así opina el filósofo alemán Peter Sloterdijk. Cuenta que la I Guerra Mundial se debió a un error del conductor del auto donde iba el sucesor al trono. Cruzó dos veces por el mismo sitio y solo tenía que cruzar una sola vez. Pero a la segunda se produjeron los disparos fatales.
Después de la muerte del heredero al trono, nadie creía que iba a seguir una guerra. El emperador austríaco se fue por 4 semanas de vacaciones a su chalet en los alpes. El emperador alemán –dice Sloterdijk- partió en su yate por tres semanas rumbo a los fiordos noruegos. Dos días antes de la declaración de guerra, el emperador Guillermo y el zar Nicolás intercambiaron telegramas donde rebozaba amistad, no había atisbos de beligerancia.
A fines del XIX, a un desequilibrado mental le dio por asesinar a la emperatriz Sisí –tan admirada como Nefertitis en la antigüedad o poseedora de la fascinación de Ingrid Bergman en la modernidad- mientras caminaba por Ginebra, el fatal hecho no desencadenó ninguna guerra. Salvo la sorpresa y el dolor, el desenlace trágico de JFK en Dallas no cambió en nada el devenir de la nación, su historia continuó como el río que va a la mar.
Así pues, el magnicidio de príncipe heredero no causó la Primera Guerra, y no tenía por qué provocarla. Se concretó por la suma de pequeñas tonterías y errores que se convirtieron en una cadena causal y por una diplomacia tonta que enhebró, una tras otra, razones efímeras. “En ninguna parte había una coerción real”, concluye Sloterdik.
La guerra de Ucrania sigue el mismo patrón
Errores, displicencias, orgullos a destiempo, galimatías difíciles de encajar sobre todo cuando tienes al frente a un hombre como Putin que es “impredecible” como dice Jürgen Habermas. Pero la cadena de errores no comenzó el 24 de febrero con la “operación militar especial” desencadenada por el líder del Kremlin.
Debe repetirse: este reacomodo del mundo –que es lo que ha desencadenado Vladimir Putin- tiene sus raíces próximas tanto en la caída del muro de Berlín, como en la desaparición de la URSS. Es en este momento de la historia cuando inicia la construcción de este edificio de despropósitos en que se convirtió la política europea.
Los equívocos de Reagan y Bush papá a Gorbachov, las tretas de Bill Clinton a Boris Yeltsin, las jugarretas de Bush hijo a Putin son peccata minuta ante una multitud de errores chiquitos que parecen inocuos. El error más gordo y visible a simple vista ha sido darle vida a la OTAN más allá de los 20 años para los que fue diseñada en el acuerdo firmado por los 12 países fundadores, es decir, de 1949 a 1969. ¿Por qué resistió hasta hoy?
De Gaulle prorrumpe un 'no' disonante
Para dominar a Rusia e impedir su desarrollo, como piensan los rusos. Porque en la Europa oriental temen los pasos del oso ruso, que les quite su soberanía por la que han luchado. Para poder ejercer el control de Europa, que es lo único que le importa a EE.UU. Ya en 1963, Charles de Gaulle de forma estentórea hizo sentir su creencia: “La OTAN es una falsificación. Gracias a la OTAN, Europa está bajo la dependencia de Estados Unidos sin que lo parezca”, decía De Gaulle presa de la contrariedad.
O por la razón más trivial y estúpida que imaginar se pueda: OTAN es un nido de burocracia, es una millonaria carroña que los buitres no pueden desperdiciar. Su sede en Bruselas es un bello edificio futurista que se inauguró en 2017, a un costo de 1.000 millones de euros, y mima en sus entrañas a 4.200 funcionarios y empleados. Con un bello presupuesto que despierta las ensoñaciones más puras: 2.500 millones de euros.
Pero la voz inconforme del héroe francés no fue una rueda suelta de un viejo cascarrabias. Es un estado emocional, enclaustrado en instituciones y think tank de la vieja Europa, que miran con cautela e impotencia una forma de imperialismo del Tío Sam. Durante décadas, la oposición a la OTAN fue “un grito de guerra para la izquierda de Europa occidental”, piensa Thomas Meaney en The Guardian, que la veían como un instrumento al servicio de la dominación de las élites conservadoras, y, en cambio pensaban que el temor soviético era una coartada para mantener el control férreo por parte de Estados Unidos.
Los verdes alemanes tejen el disparate sin rubor
En su primoroso amanecer, el 13 enero 1980, los Verdes (Die Grünen) prometían el oro y el moro, con jugosas rentas para todo el que depositara sus afectos en el nuevo partido. Su propuesta acogía el pacifismo como la nueva arma para conformar una sociedad pujante e inclusiva, respetuosa de la vida humana y de la naturaleza como productora de oxígeno. El gozne de su política se apoyaba en el abandono de la OTAN.
En 1998 llegaron al poder mediante una coalición con el decimonónico SPD. Joshka Fischer, Verde, que arrojó ladrillos en la ‘revolucioncita’ de 1968, tomó posesión de su cargo de primer ministro en zapatillas deportivas. Ohhh!! fue el grito que imprimieron los periódicos al día siguiente, “¿será verdad?” Y llegó el momento de la verdad. Bombardear o no bombardear Serbia. Fischer –a nombre de los Verdes- firmó el decreto que autorizaba a los aviones alemanes arrojar bombas en Belgrado, bajo el paraguas de la OTAN. A Fischer le quedaron manchadas de sangre las manos y los Verdes dejaron de ser verdes.
Ucrania está en el 82° Día de Guerra, mayo 16. Casi 25 años después de Fischer los verdes reverdecen laureles en el poder. Hacen parte de la coalición semáforo que gobierna Alemania, su pacifismo, evidentemente, está en el ataúd sellado con grandes clavos. Annalena Baerbock, Verde, ministra de Asuntos Exteriores alemana, grita con frenesí por enviar armas pesadas a Ucrania. Ha puesto contra la pared al canciller Olaf Scholz, SPD, que ve inconveniente la medida.
Los verdes alemanes perdieron su razón de ser, ¿dónde quedan las reducciones de energías fósiles que pregonan en sus programas? o ¿es que han dado paso a un desafortunado nazismo? No se puede decir que se vendieron por un plato de lentejas. Más bien su pacifismo se transformó en pesadilla, por lo que se ve.
Finlandia a las puertas de las Horcas Caudinas
En Europa, en mi opinión, prima el descalabro democrático, hay ausencia de una realpolitik seria, objetiva, consistente, autóctona, a la cual renunció desde hace 100 años. Todos estamos viviendo la historia hoy, en vivo y en directo, con la guerra de Ucrania. Otra cosa es quien tiene las ideas claras porque los medios están absolutamente sesgados. En este momento no hay libertad de pensamiento. Voltaire diría “no estoy de acuerdo con él, pero defenderé su derecho a decirlo”. Goethe nos recordaría “que hay una gran sombra donde hay mucha luz”.
Claro, el sofisma de distracción se escuda en que detrás está la soberanía de Finlandia. Pero su error es el sentido de la inoportunidad. No está el horno para bollos, dicen en Andalucía.
Finlandia enterraría, con su membresía a la OTAN, la neutralidad que ha mantenido desde 1945 y las derrotas frente a la Unión Soviética de Stalin. Son 75 años de paz y progreso, lujos al alcance de pocos. Y tiene 1.340 kilómetros de frontera con Rusia. Según el Índice Global de Felicidad dado por la ONU el 19 marzo 2022, Finlandia y su capital Helsinki, ocupan por 5° año consecutivo el ranking de ser ‘el país más feliz del mundo’.
El gran misterio es por qué Finlandia escucha los cantos de sirena que le susurra, con voz meliflua, Estados Unidos. Joshka Fischer es una de sus víctimas. Esto demuestra que no aprendemos. El ser humano es una criatura cerril, con fuerte inclinación al borreguismo. Habló el oráculo de la Casa Blanca, su portavoz, Jen Pzaki, “EE.UU. apoyaría una solicitud de entrar en la OTAN de Suecia y Finlandia”. Agregó que su inclusión contribuiría a la seguridad de los estadounidenses.
El presidente finlandés, Sauli Niinisto, es incapaz de ¿separar la paja del trigo? Esto es lo que llamo historia viva, el hecho desnudo sin más. No filtrado por ninguna agencia de noticias, ni emitida por el Pentágono. Moscú, como no podía ser de otra manera, ve la adhesión de su vecino a la organización, como un paso para poner en peligro “la seguridad de su territorio”.
Esta situación sería análoga, poniéndonos en la esfera de lo descabellado, a si la OEA decide instalar en las fronteras de Tijuana y Ciudad Juárez en México, lanzaderas de misiles con ojivas nucleares, para defender a los países de habla española, de un posible ataque de Estados Unidos.
Qué dirá Olof Palme en su tumba viendo renquear a Suecia que pide ingresar a la OTAN
Suecia acude al diván del psiquiatra:
- Por qué está deprimida, dice el médico.
- Desde hace varios meses veo a Putin detrás de las cortinas de mi casa, responde Suecia.
- Haz recibido visitas de amigos, por casualidad.
- Sí, precisamente de una familia de Idaho, son cinco personas, para ellos solo existe la raza blanca, los demás son prescindibles.
- Cuál es el credo religioso de esta familia, interroga el psiquiatra
- No, el padre, Joshua, dice ser agnóstico, desde que su padre fue víctima del reverendo Jim Jones. Defiende que su destino es adquirir riquezas y todo lo que se oponga a esto él lo rechaza. El dólar lo puede todo, dice Joshua.
- Qué fue lo que más aprecio usted de este individuo Joshua.
- Suecia titubea y dice: Su convicción para defender algo. Por ejemplo, es implacable al decir que el comunismo es manejado por Lucifer. A pesar de su agnosticismo dice estar convencido que la vida es la batalla entre el bien y el mal, pero en este mundo, porque para él todo termina en el cajón.
- Usted cree eso, dice el psiquiatra con voz amable.
- Yo nunca había pensado en eso. Pero Joshua me contó historias de su padre, que había conocido a Nikita Jruschev, este lo invitó a visitar Moscú y su padre quedó desencantando del comunismo que vio. No solo eso, era tajante en afirmar que había que exterminarlo.
- Desde cuándo ve a Putin en su casa.
- Todo empezó desde hace varios años, cuando ingresó a Crimea en 2014. Las noticias del telediario me empezaron a alarmar. Yo relacionaba todo esto con lo que me había referido Joshua. Y la imagen se convirtió obsesiva en mí. Ha interferido en mi vida hasta el punto de estar envenenándome. Por eso estoy aquí, doctor, dice Suecia bastante preocupada, deme algún remedio para recobrar el ánimo.
- Lo primero, el problema recurrente de su paranoia existe, pero no lo veo grave, para que esté tranquila. ¿Utiliza redes sociales?
- Sin ellas no puedo vivir, dice Suecia.
- Le recomiendo una cosa haga un viaje de 15 días a Norrköping, allí hay aguas termales, unos bosques que ahora en primavera florecen, imprégnese de su olor, deje que la vida entre en su cuerpo. No mire noticias, desconéctese de las redes sociales. En vez de televisión lea Los tres mosqueteros de Dumas. A Putin déjelo en su guerra de Ucrania. ¿No le parece que esa no es su guerra? Aquello es una sucesión de despropósitos. Ahh, disfrute la comida de mar. La espero aquí a su regreso del viaje ¿si?