No puede ser más evidente la destrucción interna y externa que representa el Centro Democrático. A la seguidilla de derrotas electorales y en los tribunales que enfrenta ese partido se suma ahora una nueva ruptura en las entrañas de Antioquia, de cuenta de un intento de silenciamiento de ese partido a cuatro concejales que se ganaron sus curules a pulso.
Albert Corredor, una de las caras jóvenes de ese partido en Medellín, descubrió que el partido al que le pidió el aval es de todo menos democrático, como su nombre debería indicarlo. Evidencia de ello es que intentaron silenciarlo por no obedecer ciegamente las órdenes de Uribe para quienes se afirman en oposición en la capital de la montaña.
Pedir la renuncia de Uribe al partido que fundó va mucho más allá de la lucha por una curul; como han querido plantearlo Paloma Valencia y el también concejal del medioevo, Julio González, célebre por sus citas de autor de la alta edad media y de la literatura de la inquisición; sino que expresa una ruptura profunda de las nuevas generaciones con el “ala fundadora”, por así llamarla.
Aunque hay varios ejemplos de partidos nacionalistas en el mundo, que han resucitado después de años, esa realidad estaría lejana en Colombia, pues no hay una condición social que justifique una resurrección de una tendencia política excluyente. Por el contrario, ese partido político, que pretende comportamientos de ejército y no de un nicho de la democracia, está, sin duda, en franca decadencia y sin posibilidades de una renovación si pretende seguir siendo dirigido como si se tratase de una dictadura.
Uribe trató de silenciar nuestra voz y la voz de las miles de personas a las que representamos desde el Concejo. La justicia nos dio la razón. Ahora el que debe irse es él. No vine a representar a un partido o un expresidente. Estoy aquí para trabajar por Medellín. #NoMásUribe pic.twitter.com/fWuMsEvG6M
— Albert Corredor (@AlbertCorredor) May 10, 2022