La sociedad colombiana ha estado mirando con cierta expectación, y diría que con bastante indiferencia, el ejercicio social al que han venido siendo sometidas algunas regiones del país, en 11 departamentos, por medio de las protestas violentas del supuesto grupo delincuencial denominado Clan del Golfo, organización muy parecida a las Águilas Negras, componentes del etéreo y pulverizado submundo delincuencial colombiano, el cual ha realizado un paro armado dizque motivados por la extradición a los Estados Unidos de su líder Otoniel, desconociendo que detrás de todo esto se puede estar desarrollando un juego de poder, auspiciado por los verdaderos antisociales que tienen cooptado al Estado en general, entre los que tengo que incluir a todos los movimientos políticos alrededor del uribismo, quienes después de más de veinte años de gobiernos consecutivos están notando las altas probabilidades de que se materialice un cambio político a raíz del deterioro moral, político, ético y económico de la estructura sobre la que se cimienta y sostiene nuestra pirámide social.
Entonces están probando la manera de ralentizar las circunstancias con las que se pretende realizar ese posible cambio, demostrando un poder a través del subterfugio de los grupos de bandidos que laboran y colaboran para su servicio, como práctica a poner en funcionamiento en plenas elecciones para presidencia y vicepresidencia, pues aspiran a mantener inamovible las condiciones que los mantienen en el poder.
Reconociendo que con el método del terror, el cual se ha venido utilizando desde hace mucho tiempo en Colombia, institucionalizándolo, se ha logrado hacer mella en nuestros inconscientes ciudadanos, siendo una útil herramienta para ser puesta una y otra vez al servicio de esas elites, quienes sobre ese miedo se han entronizado, generando dependencia social, entonces dependerá de cada individuo reaccionar para recobrar una memoria ciudadana y un impulso que permita recordar y recuperar la razón de ser del cambio que se reclama y que se necesita, para cambiar un rumbo que parece petrificado e inmodificable, además de haber sido satanizada la razón por medio de conceptos salidos de cualquier sustento irrazonable, aunque con ellos han logrado afectar la psiquis nacional, que a través de las protestas ha intentado y tratado de renacer de las cenizas a las cuales la corrupción y la violencia han sumido a todos por igual, o sea para quienes usan estos innobles métodos, y para quienes sufrimos sus terribles consecuencias.
Así que el 29 de mayo Colombia se tiene que imponer sobre el terror que nos han introducido en nuestros pensamientos para romper los hilos conductores con los que nos viene llevando a la dominación de nuestras vidas y destinos.