Gossaín: mezcla de quibbe con arepa e' huevo en la silla R de la Academia Colombiana de la Lengua

Gossaín: mezcla de quibbe con arepa e' huevo en la silla R de la Academia Colombiana de la Lengua

Gossaín, nuevo miembro de la Academia Colombiana de la Lengua llegó a una conclusión revelada como por arte de magia acerca de sus orígenes árabes y caribeños

Por: REMBERTO QUINTERO ANAYA
mayo 05, 2022
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Gossaín: mezcla de quibbe con arepa e' huevo en la silla R de la Academia Colombiana de la Lengua

Del oriente medio, más precisamente de la tierra de los dátiles y jazmines, a finales del siglo XIX, por cosas del destino, arribaron a la costa caribe de nuestro país unos personajes que por portar pasaporte del imperio otomano los denominaron "turcos".

En su gran mayoría provenían de Siria o del Líbano, huyendo de las dificultades que tenían por abrazar la fe católica.

Al ubicarse en estas partes tórridas de nuestra geografía, contribuyeron con sus costumbres milenarias a la consolidación de esta región, mezclándose con sus saberes en la idiosincrasia de las etnias existentes del litoral, hasta el punto que el escritor Loriquero el viejo "Deivi" Sanchez Juliao, habla, no de trietnia, sino de cuatrietnia en la formación del hombre costeño.

Del Líbano llego el señor Juan Gossain Lajud, quien surcando las aguas mansas del Golfo de Morrosquillo, penetrando por el desaguadero del río Sinú, estacionándose y sentando sus reales en San Bernardo del Viento, en donde desde el primer día mostró de que estaba hecho al meterse en la corraleja de las fiestas patronales. Allí contrajo matrimonio con una hija de su primo, trayendo al mundo a Juan Gossain Abdalla.

Juancho Gossaín, como cariñosamente lo llaman sus coterráneos, empezó a maravillarse por las enseñanzas de su padre, que leía el tremendo libro que tenía forma de ladrillo, el diccionario, como si fuera una novela. Gracias a su padre tuvo una gran devoción por la lectura, manifestando que sus libros de cabecera fueron la Biblia, el diccionario, las mil y una noche, el estallido del populismo de Vargas Llosa y Fama y Oscuridad de Gay Talese, que es la antología de aquellas crónicas que Talese publicó hace sesenta años en The New York Times, cuando él y Tom Wolfe le estaban dando forma al “nuevo periodismo” del mundo.

Son auténticas obras maestras. Por encima de todo, el valor y el calor humano de los protagonistas de cada historia.

Dice Gossaín que deberían leer este libro todos los estudiantes de periodismo. En cierta ocasión, cuenta Don Juan Gossaín, comenzaron a llegar al pueblo ciertas cajas de tamaño colosal que fueron arrumadas en los patios de la Alcaldía.

El pueblo estaba intrigado por tan misteriosa cosa. Podemos decir que hasta asustados estaban. Averiguando con unos amigos, descubrieron que se trataba de un "hospital portátil" gestionado por unas monjas españolas en Europa, que se compadecieron por la salud de los habitantes de este lugar del trópico.

"Los ingleses, que a veces sienten remordimientos de conciencia, mandaron el hospital completo: sábanas, jeringas, camas, techos, vitaminas. Lo único que faltaba eran los enfermos".

Como el destino es inescrutable, a Gossaín le entro una piquiña sobre este hecho, y cogiendo una máquina de escribir y en tres hojas escribió la historia completa de lo que había pasado.

Como el único periódico que había en el pueblo era El Espectador, que llegaba con cuatro días de retraso, remitió el escrito a nombre de su director Guillermo Cano, quien la publicó un domingo con el título de “Carta desde San Bernardo del Viento”, inventado por él". Ahora que lo pienso bien, aquel relato era bastante flojo y como insignificante, pero sospecho que a don Guillermo lo que le encantó fue el hermoso nombre del pueblo.

Me mandó una oferta de empleo que acepté dos años después. Fui por un mes a conocer y probar suerte. En esas llevo 44 años. El resto de la historia no vale la pena."

Juancho Gossaín, que se ufana de sus orígenes, como bien lo demostró en cierta oportunidad, para agradecer la hospitalidad de estas latitudes, el periodista recordó una anécdota que tuvo lugar en un popular restaurante de ‘corrientazos’ en el Centro de Barranquilla.

“Menos mal iba yo con tres personas más”, aclaró para refrendar la veracidad del hecho: en el menú del día, una inconsistencia casi natural pasaba desapercibida: “Hay comida internacional y kibbe”. “Bendita la tierra que lo recibe a uno y termina considerándolo local”, aplaudió, y el público no pudo más que seguirlo.

Así, Gossaín llegó a una conclusión parental que se le reveló como por arte de magia: “soy el hijo legítimo de un kibbe y una arepa e’ huevo”, y luego de la confesión, vinieron las risas.

Dentro de la bromatología costeña, el quibbe se hizo una madrugada de finales del siglo XIX, gracias a los inmigrantes siriolibaneses y palestinos que llegaron al puerto de Cartagena y se desparramaron por otras ciudades del Caribe, como Barranquilla, Lorica, Riohacha; y la receta oriental realizada con carne de cordero, pasó entre nosotros, a carne de ternera y vaca, y enriquecida con los ingredientes locales y los saberes indígenas y africanos.

El kibbe libanés se convirtió en quibbe cartagenero. Al principio, era como una albóndiga de carne mezclada con trigo, cebolla y ajo picados y pimienta. Una pequeña maravilla de carne a la que uno perforaba y descubría que el quibbe no estaba relleno. Con el tiempo, se hace relleno y en vacío.

Junto al quibbe, está la tradición local de la empanada con huevo, la empanada con carne, la carimañola de yuca, con queso y con carne, unas solo con queso, otras, solo con carne; la arepita dulce con anís, el buñuelo de frijolito y de maíz biche, entre otros, pero en especial esa dorada empanada con huevo, que emerge del aceite hirviendo como una luna de oro.

La luna de oro que emerge del aceite hirviendo deja ver una carimañola y una empanada con huevo. Los cartageneros, desde la época de Daniel Lemaitre, no se ponen de acuerdo y algunos la siguen nombrando arepa de huevo, pero el poeta y el cronista insisten en que es empanada de huevo. Y esta maravilla de masa, relleno y huevo frito nació “en el Corralito en una noche de parranda”, precisa Lemaitre.

Hoy Juancho Gossaín ocupará la silla Rr en virtud de sus méritos literarios y lingüísticos, así como su carrera de medio siglo como periodista en varios medios de comunicación y escritor de varios libros. Gozará del derecho a intervenir en las decisiones de la institución, participar de sus deliberaciones y exponer sus ideas sobre el idioma al ser designado miembro de número a la Academia Colombiana de la Lengua, según informó la corporación el lunes 25 de abril.

Fuentes.

Juan Gossaín, nuevo miembro de la Academia Colombiana de la Lengua. Letralia.

Mandé una carta al El Espectador y me contrataron Soho.

La Biblia, el diccionario y los libros favoritos de Juan Gossaín. Revista Diners.

Mi reino por un frito. El Universal.

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