Luis Díaz, hace siete años, era un joven flaco, desgarbado, que luchaba por ganarse un lugar en el fútbol profesional colombiano. Una Copa Indigena lo puso en el estrellato. Entre la gente que lo vio fue Carlos el Pibe Valderrama quien se lo recomendó a los Char, dueños del Junior y del Barranquilla F.C., para que lo contrataran inmediatamente. Lo vieron demasiado flaco, patas de zancudo, el fragor del hambre reflejada en su cuerpo. De niño, mientras le daba a una pelota hecha jirones, veía los camiones del Cerrejón sacar el carbón y la riqueza, nada quedaba para su pueblo.
Una de las pocas que creían en él era doña Silenis Marulanda, la mujer que lo vio nacer. Ella vio como los goles de su hijo le cambiaban abruptamente la vida. Primero en el Barranquilla, luego su ascensión al Junior, vendido al Porto en 10 millones de euros, goleador de la Copa América y vendido en 60 millones al Liverpool. Debutó el 5 de febrero en la FA cup haciéndole un pase gol al japonés Minamino y clasificando a semifinales a su equipo. Desde entonces los números de Diaz no pueden ser más impresionantes: ha jugado 21 veces con el equipo de Anfield y de ellos ha ganado 19.
Este martes 3 de mayo el alemán Jurgen Klopp no lo metió de inicialista. El Liverpool perdía sin atenuantes. Tuvo que meterlo en el segundo tiempo y Díaz encandiló con su talento. Al otro lado del mundo su mamá, Silenis, frente a un gran televisor, vio la gloria de su hijo. Diego Fajardo estuvo con ella
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