Tan solo a unos meses después de que se identificara por primera vez el coronavirus SARS-CoV-2 (China, marzo de 2020), la Organización Mundial de la Salud declaró al covid-19 como una emergencia de salud pública de importancia internacional. Epidemia de covid-19 que infectaría a un poco más de 500 millones de personas, acabando con la vida de 6,5 millones en todo el mundo, a la vez que impone a los gobiernos estrictos confinamientos con permanencia en el hogar, que paralizaron la economía mundial.
Se centró en los países más ricos en sí mismos, cuando ya lograron mantener el control de la pandemia dentro de sus fronteras. Se resistieron a tratarla desde un punto de vista global, mediante un suministro justo y equitativo de vacunas, preocupados más por mantener el statu quo (estado de cosas) al determinar 'destinatarios adecuados' para sus actos de solidaridad. Este hecho hace que dos años después sea un gran motivo de preocupación mundial, al permanecer intactas la disparidad norte-sur y las desiguales estructuras de poder principalmente para atender problemas de sanidad mundial u otros desafíos como el del acentuado cambio climático.
Se extendió actualmente cuestiones fundamentales, que se deben considerar, para lograr abordar con éxito tras el coronavirus, la llamada ‘nueva normalidad’. Tales como recuperar el concepto de familia humana, considerando que somos seres interdependientes, no aislados. A fin de imponer en las mutuas relaciones, no solo los sentimientos de empatía hacia algunos pocos, sino el máximo de cooperación entre las distintos pueblos o naciones.
La naturaleza (esa que está presente cuando miramos el paisaje y nos asombramos por su belleza), además de formar parte de nuestra vida cotidiana, también fija el soporte de todo lo que existe en el mundo. Seres vivos y todo el conjunto de cosas que existen se producen o se modifican sin la intervención del ser humano, incluso hasta la materia inerte.
Así, es importante dejar claro que nuestra relación con la naturaleza es intrínseca, ya que no podríamos existir sin ella. Cuyo cuidado de todos los recursos y elementos que ha creado en millones de años de evolución, es una necesidad ética. Puesto que sin lo que ella nos brinda y la hace tan perfecta, en mayor medida depende de nosotros, como parte de un ecosistema que debemos proteger por el propio bienestar. Evitando desequilibrios que puedan terminar con nuestra supervivencia y la de los demás seres vivos que la habitan, que sufren estos cambios sin poder hacer nada al respecto.
Pandemia del coronavirus que puso por delante la aceptación de la vulnerabilidad del ser humano, frente a su excesiva arrogancia. Como también, lo crucial de valorar lo positivo que tenemos y nos rodea, y la gran necesidad de profundizar en una conciencia ética y en la dignidad humana, como base incuestionable sobre la cual tomar las decisiones.
Por ello, es imprescindible no perder de vista algunos valores fundamentales como el respeto, la valoración del esfuerzo ajeno, la comunicación amable, la contención, el registro de los tiempos del otro y la capacidad de espera. Socializando el sufrimiento, lo que nos hizo conscientes de la inmensa capacidad de respuesta humana ante la adversidad. Pero que también evidenció que no todos tenemos o contamos con los mismos recursos personales para enfrentarnos a infortunios o fatalidades.
Estos factores incrementaron las desigualdades, disminuyendo la lucha global contra la pobreza, pero añadiendo el aprendizaje de la importancia del acompañamiento a las personas y de la necesaria integración o pertenencia a comunidades.
Lo anterior ha implicado una eclosión de la complejidad y de las grandes paradojas globales: salud o recuperación económica; control social o libertad individual.
Como también la necesidad de seguir manteniendo la motivación y la capacidad para superar circunstancias traumáticas (resiliencia), aún en circunstancias inciertas o adversas. Pese a dinámicas individualistas, que han potenciado la angustia, la alarma social y el miedo, al sufrir las vidas de la población un sorpresivo paréntesis.
Inesperada interrupción de actividades que, al no contar la mayoría de la gente con suficientes recursos para afrontar la inmensa incertidumbre y la ambigüedad con la que se encontró, puso en evidencia una inmensa resistencia al cambio dentro de las distintas instituciones.
Lo que ha subrayado la relevancia de aprender a gestionar el tiempo, tanto en cantidad como en calidad, sumada a la importancia de tener un mayor conocimiento de sí mismo y de los procesos de autorregulación. Al haber tenido con el encierro, la posibilidad de salir de las áreas de confort, permitiendo ser conscientes sobre que existen nuevos esquemas de relación, así sea en remoto.
Contexto en el que la crisis tendrá efectos negativos en distintos sectores sociales, incluidos particularmente la salud, la educación, el empleo y, por consiguiente, la evolución de la pobreza. Que, en el caso del trabajo femenino, las restricciones afectaron más a sectores productivos con una alta presencia de mujeres (servicios, comercio, restaurantes, entretenimiento y turismo, entre otros).
La Unesco identificó grandes brechas en los resultados educativos, que se relacionan con una desigual distribución de los docentes, en general, y de los docentes mejor calificados. En particular, en desmedro de países y regiones con menores ingresos y de zonas rurales, las que además suelen concentrar a población indígena o migrante. Población que, por lo general, presenta un enorme déficit en la integración de medios y herramientas digitales.
Referencias
I. The conversation : Artículo de Elena Auzmendi Escribano - Vicerrectora de Ordenación Académica, Innovación Docente y Calidad, Universidad de Deusto (País Vasco, Bizkaia, España).
II. Artículo de Nuria María Garcia Dopico, Investigadora predoctoral en Neurociencias de la Universitat de les Illes Balears.
III. Informe de objetivos de la Agenda 2030, aprobada por Asamblea General de la ONU: “La erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, la lucha contra la desigualdad dentro de los países y entre ellos, la preservación del planeta, la creación de un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, y el fomento de la inclusión social (que) están vinculados entre sí y son interdependientes”.