Entre los jóvenes afros de los barrios periféricos de Quibdó corre el rumor de que algo grave debió ocurrirle a Chan. No aparece desde hace varios días, y desaparecer es el paso previo, dada su experiencia, a la noticia de su asesinato. Los muchachos lo lamentan, creció con ellos, podría ser cualquiera de ellos. Como los otros 82 a quienes manos criminales les arrebataron la vida en lo corrido de este año. Una práctica que se generaliza en todo el Chocó.
En Quibdó han perdido la vida violentamente 1.220 afros en los últimos diez años, la mayoría muy jóvenes. Algo que ya muchos califican como un exterminio étnico. Una violencia desenfrenada se ha tomado la ciudad, en la que se acrecienta un conflicto urbano que reproduce, en sus propias lógicas, los conflictos que se libran en las zonas rurales del departamento. ELN, Clan del Golfo, los mejicanos, transnacionales de la minería.
Chocó ocupa el segundo lugar más pobre entre los departamentos de Colombia, superado apenas por la Guajira. Según los índices de pobreza en 2021 entregados por el DANE esta semana, el índice de pobreza monetaria en el país es del 39,3% y el de la pobreza monetaria extrema de 12,2%. En el Chocó la pobreza monetaria alcanza al 63.4 de su población, al que hay que añadir un índice de 33.3% de pobreza monetaria extrema.
Sin embargo el Chocó es un departamento de enormes riquezas. Aporta la mayoría de la madera que se produce en Colombia, y son reconocidos sus yacimientos de oro, plata y platino. La lista de compañías extranjeras que operan en el Chocó es muy larga. Se encuentra en una de las regiones con mayor biodiversidad en el mundo y es el único departamento colombiano con aguas en los océanos Atlántico y Pacífico.
Por eso mismo duele la pobreza de la inmensa mayoría de su población, sometida al dominio transitorio de uno u otro clan político que se van sucediendo en el tiempo, ajenos por completo a la suerte de las comunidades negras e indígenas que suman el ochenta y cinco por ciento de sus habitantes. La corrupción de su indolente clase política es legendaria y su ubicación geográfica lo convirtió en región a dominar por las mafias del narcotráfico.
Los jóvenes del Chocó llegaron a Bogotá para alzar la voz por su departamento
La juventud chocoana carece de futuro, algo evidente en la capital del departamento. El desempleo alcanza una cifra tan alta que obtener un título profesional no sirve de nada. Resulta paradójico, cuenta con una universidad pública cuya matrícula es gratuita, pero que implica a los estudiantes permanecer varios años en Quibdó, pagando su sostenimiento. El índice de deserción universitaria resulta exagerado.
Hay quienes creen que si se tratara únicamente de las condiciones materiales, en el Chocó están dadas todas para un estallido revolucionario. Sin embargo, como en Haití, de donde se podría predicar algo semejante, algo así no se avizora en el horizonte. La dominación política de los clanes transitorios genera verdadera dependencia, que incluye la utilización de creencias y costumbres funcionales para su permanencia tranquila en el poder.
Por desgracia, la situación general del Chocó se deterioró en picada aún más con la firma de los Acuerdos de Paz de La Habana. La presencia de las FARC en su sector rural imponía un orden en gran medida justiciero. Con la dejación de armas y su salida de esos territorios, otros actores armados, con intereses económicos y políticos más inmediatos, ocuparon el vacío que se comprometió falsamente a llenar el Estado colombiano.
No es un secreto que el Clan del Golfo se apoderó de ese departamento. Se dice que los sectores económicos, políticos y sociales predominantes, en una especie de simbiosis, se acomodaron a esa situación porque también les resulta funcional a sus propósitos. Comerciantes y clase política se benefician del control que aquella agrupación impone. Al parecer los mejicanos nacieron como una reacción a eso, dando origen a una dolorosa guerra.
Los jóvenes de los barrios de Quibdó creados tras el desplazamiento de miles de campesinos de los sectores rurales, crecen en invasiones con todos los problemas derivados de la miseria. Por eso muchos de ellos terminan en algún grupo armado, la única oportunidad que les brinda la sociedad para salir adelante. El resultado final es la estela de asesinatos impunes. Es lo que denuncian los jóvenes del Chocó que viajaron a Bogotá esta semana. Se llaman Paro Cívico Juvenil 2022.
Son casi una treintena de muchachas y muchachos afros que aspiran a ser escuchados en el parlamento y el alto gobierno. Que claman por atención social para el Chocó. Conmueve su dignidad al verlos agrupados en la plaza de Bolívar, la Colombia afro exige atención y respeto en medio del crudo invierno. Con suerte, quizás Duque simulará ayudarlos, como siempre. Ellos, en el fondo, saben que su única esperanza está con Petro y Francia.