El poder cambia a Gustavo Petro y así lo vivieron sus amigos. El 1 de enero del 2012 llegó a la alcaldía con un círculo de amigos y aliados con los que había construido el movimiento Progresistas y había emprendido duras batallas políticas. Algunos incluso lo habían acompañado desde la guerrilla y luego en el ascenso del M-19 en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 y posterior llegada al Congreso.
Sin embargo, aliados claves como Carlos Vicente De Roux, Daniel García Peña, Antonio Navarro, María Mercedes Maldonado y Ángela María Robledo han ido quedando en el camino, dejando en evidencia unos rasgos de personalidad y comportamiento que puede estar repitiéndose en esta campaña electoral y su lucha descarnada por lograr llegar a la Presidencia de la República.
Carlos Vicente de Roux, quien fue concejal de Bogotá durante tres períodos, (2003-2015) estuvo cerca de Gustavo Petro en momento claves de su carrera política. Fue él quien lo acompañó con el cartapacio de documentos a levantar las denuncias producto de la investigación que había liderado sobre la corrupción de Bogotá conocida como el Carrusel de la Contratación que terminó tumbando al Alcalde Samuel Moreno y a mandarlo junto con su hermano, el senador Iván Moreno, cómplice del enriquecimiento a punta de coimas, a la cárcel, donde aún todavía pagan condena.
De Roux renunció a su curul al Concejo por el Polo Democrático en el que había estado desde la creación para lanzarse 2011 con el recién creado Movimiento Progresistas que llevó a Petro a la Alcaldía de Bogotá. Un año después, en el 2013 esa vieja camaradería se acabó. De Roux dejó de ser el escudero de Petro desde el Concejo, y marcó distancia para prender las alarmas sobre las irregularidades en la contratación de su alcaldía frente al TransMilenio con las firmas SIM y EUCOL, para la instalación de paraderos de los buses SITP.
Un año después, la ruptura fue imposible de ocultar, y De Roux planteó el debate público en en los medios de comunicación señalado que el alcalde había bajado la guardia en su lucha contra la corrupción. Encontró más razones para cuestionarlo desde el Consejo como fueron las prórrogas de los megacontratos y en general la utilización de las mismas prácticas que habían denunciado juntos en el Carrusel de la Contratación.
En las elecciones de 2018, De Roux prefirió votar en blanco y por su viejo aliado y se apartó de la política activa. Petro nunca buscó aceptó las críticas, ni reconoció errores ni buscó acercamiento alguno. Un patrón de comportamiento que se ha repetido siempre cuando se le cuestiona o señala equivocaciones, porque si algo no sabe Gustavo Petro es de autocrítica o reconocer errores.
Con Daniel García Peña ocurrió algo similar. Se habían conocido desde la Asamblea Constituyente de 1991, pero pasó más de una década antes de plantarse trabajar juntos. Se reencontraron en la creación del Polo Democrático Independiente y posterior transformación en el Polo Alternativo. Petro nombró a García Peña coordinador de su primera campaña presidencial (2009) y lo acompañó en la consulta interna del Polo para la presidencia que terminó ganándole Carlos Gaviria. Siguieron juntos en la campaña para la alcaldía de Bogotá en donde García Peña se encargó de las relaciones internacionales. Entronizado en el Palacio Liévano Petro nunca volvió a ser igual, y la relación dejó de ser fluida y fresca tornándose tensa y distante. García Peña notó actitudes autoritarias de parte del alcalde quien dejó de consultarle a su equipo decisiones clave. De manera obstinada, se dedicó a sacar adelante proyectos en contravía de las recomendaciones de los asesores cuando le señalaban dificultades en la materialización de sus obsesiones. Simplemente no escuchaba.
Un año después de llegar a la Alcaldía, García Peña renunció a la dirección de relaciones internacionales, no sin antes pedirle a Petro en esta carta que hizo pública que no se fuera a convertir en un déspota, una palabra que luego el escritor Germán Castro Caicedo recogería para calificar las actuaciones del alcalde.
A pesar de la renuncia, Daniel García visitó a Petro cuando estuvo hospitalizado en la Clínica Santa Fe tras ser sometido a una cirugía delicada en la que le drenaron un hematoma de la cabeza. Sin embargo, la relación profesional de diez años no volvió a ser igual. De nuevo se repitió el patrón: Petro no tolera las diferencias ni las críticas en su ejercicio del poder, rompe e ignora a las personas.
Así le sucedió también a su asesor de campaña (2018) el publicista argentino Ángel Beccassino que salió de pelea con Petro al no poder ponerse de acuerdo en puntos clave de la estrategia de comunicaciones. Otro de los ignorados con la radicalidad en las relaciones interpersonales que lo caracteriza.
Quien era considerado uno de sus padres políticos desde los tiempos de la militancia en el M-19, Antonio Navarro Wolf, también salió aburrido. Con mucho entusiasmo recién elegido Alcalde y después de ¨su exitosa gestión como gobernador de Nariño, Petro invitó a Navarro a acompañarlo como Secretario de gobierno. Se habían conocido desde la guerrilla cuando Navarro era uno de los comandantes y Petro un guerrillero de base y juntos firmaron la paz que terminó en la Asamblea Constituyente de 1991, donde Navarro, con el M-19 en alza fue uno de como uno de los co-presidentes junto al conservador Álvaro Gómez y liberal Horacio Serpa.
La luna de miel en el Palacio Liévano duró poco. Los problemas y los roces arrancaron pronto. Y por las mismas razones. Petro no lo escuchaba y actuaba sin consultarlo, pasándoles por la faja. El primer inconveniente surgió cuando Navarro Wolf no logró el respaldo político que se requería en el Concejo para aprobar el Plan de Desarrollo de Bogotá. En el camino, apareció Álex Vernot, un poderoso asesor que en el arranque de la alcaldía le hablaba al oído a Petro, se convirtió en la manzana de la discordia en la relación del alcalde y su secretario de gobierno. Vérnot descalificó en público a Navarro Wolf y a pesar de no tener un cargo en la alcaldía, criticó muchas de sus decisiones. Petro nunca contradijo a Vernot y Navarro lo resintió.
Su permanencia en la Secretaria de Gobierno no superó los tres meses. Fue el primer miembro del equipo en renunciar, después vendrían muchos más. Un golpe del que Petro nunca se recuperó y su efecto domino terminó disolviendo en los primeros siete meses de gobierno el círculo de poder inicial.
Reconcentrado en si mismo, Petro nunca le respetó a Navarro Wolf su trayectoria y experiencia. Si bien estas tres aliadas acompañaron a Petro en el proyecto político inicial alrededor del Movimiento Progresistas que después se transformaría en la Colombia Humana, el movimiento con el que aspiró a la Presidencia de la Republica en 2018, dos mujeres claves en este esfuerzo María Mercedes Maldonado y Ángela María Robledo, su fórmula presidencial, también terminaron decepcionadas.
La economista de la Universidad Nacional, María Mercedes Maldonado, fue durante más de diez años fue una de las pupilas mas reconocidas de Petro. Fue su secretaria de Planeación con el gran reto de armonizar el Plan de Desarrollo del alcalde de Bogotá con el Plan de Ordenamiento Territorial, una tarea que cumplió al pie de la letra. A pocos meses de estar en el cargo, Petro la designó secretaria de Hábitat en reemplazo a María Claudia Valencia –nieta de Jorge Eliécer Gaitán- a quien despidió cuando su esposo Daniel García Peña renunció. Se enteró por un medio de comunicación, otro patrón de comportamiento de Petro, que no conversa con sus colaboradores y actúa sin consideración por las personas. María Claudia Valencia dejó saber públicamente su inconformidad y reconoció que Petro no tenía comunicación con sus colaboradores más cercanos.
Maldonado concluyó su trabajo en la alcaldía del que salió comprometida con el proyecto político de Gustavo Petro. Ayudó en la construcción del movimiento de la Colombia Humana y luego se convirtió en su coordinadora programática. La inconsecuencia de Petro de apoyar la candidatura del concejal Hollman Morris a la Alcaldía de Bogotá, después de éste haber sido denunciado públicamente y en los tribunales por su exesposa Patricia Casas por violencia intrafamiliar y no a Angélica María Robledo, quien había sido su fórmula vicepresidencial, llevaron a Maldonado en 2019 a dar un paso al costado.
Después de ser una de las mujeres más influyentes del petrismo María Mercedes Maldonado le dio la espalda al candidato y renunció a la Colombia Humana lo que le quitó el respaldo al candidato de muchas mujeres y especialmente las vinculadas los grupo feministas. La ruptura fue tal que en algún momento cuando Petro en un trino se refirió a ella con alguna cercanía, ésta no dudo en descalificarlo públicamente.
Igual camino tomó Ángela María Robledo, fórmula vicepresidencial de Petro en 2018, quien nunca olvidó cómo después de las elecciones en la que, aunque no ganaron, lograron más de 7 millones de votos, no le agradeció, a pesar de estar parada al lado suyo en la tarima. Como tampoco lo hizo con Antanas Mockus ni Claudia López, ni Iván Cepeda quienes se expusieron a más de una crítica por apoyarlo. Y lo peor, como muestra de falta de grandeza y de mal perdedor, no reconoció la victoria de Iván Duque. Así las cosas, está más que claro que para Gustavo Petro solo existe Gustavo Petro. Y lo demás es historia.
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