Ayer 18 de abril de 2022, hace 24 años, fue asesinado Eduardo Umaña Mendoza.
Fue un crimen anunciado: Eduardo me pidió que convocara en el Centro Gaitán, días después del 50 aniversario del asesinato de mi padre, a una amplia rueda de prensa, pues quería denunciar públicamente, ante los medios de comunicación, que estaba amenazado de muerte porque había tomado en sus manos, a nombre de la familia Gaitán, la investigación sobre el crimen de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, para lo cual tenía documentos fidedignos que demostraban que era un crimen cometido por la CIA, en complicidad con la oligarquía colombiana liberal-conservadora. Terminó diciendo: “Para callarme me quieren matar, pues no me callaré y saldrán a la luz los responsables del crimen”. Sus palabras deben poder encontrarse en los archivos de los medios de comunicación tradicionales que asistieron a la rueda de prensa.
Eran tiempos en que no existían las redes sociales. Por ello solo asistieron periodistas de los grandes medios de prensa, radio y televisión, quienes pudieron escuchar las denuncias que hizo Eduardo, con la valentía que siempre lo caracterizó. Insistió en que tenía en su poder las pruebas inequívocas de este complot criminal.
Al terminar la rueda de prensa me pidió que, al martes siguiente que era 21 de abril, fuera a su oficina, ya que quería hacerme conocer el material de investigación que él poseía y que estaba ordenando y analizando. Me pidió que continuara enviándole el expediente del “caso Gaitán”, cuyo original -por cierto- “desapareció” del juzgado que había estado a cargo de la investigación. Afortunadamente, mi madre había pedido que se le entregara en fotocopia. Un empleado del juzgado le contó a mi madre que el juez les había ordenado lanzarlo al río Bogotá, diciéndoles que eran folios ya inútiles.
Al conocer el expediente, saltaba a la vista que la investigación había sido víctima de prevaricato. Cada vez que se encontraba una pista certera, la investigación cambiaba de rumbo, alejándose de toda inquietante huella.
Le insistí a Eduardo que no siguiera trabajando en su oficina, porque no tenía vigilancia. Yo podía facilitarle una oficina en el Centro Gaitán, donde estaría resguardado. Se negó rotundamente.
Quien le llevaba las copias a Eduardo era la mensajera del Centro Gaitán (COLPARTICIPAR). El viernes 17 de abril la mensajera le llevó una parte del material y Eduardo me mandó a decir con ella que no fuera a faltar a nuestra cita del siguiente martes, pues su muerte era inminente. Le comenté a la mensajera que me parecía irresponsable que, sabiéndolo, no se cuidara y le dije palabras que me han dolido hasta hoy: “Que Eduardo haga como mi papá, que se creyó inmortal y lo mataron. Se lo he advertido. No me preocuparé más”.
Al día siguiente lo asesinaron. Sus padres, Eduardo Umaña Luna y Celina Mendoza, me contaron que, al llegar ellos a la oficina, lo primero que hicieron fue buscar los documentos sobre el asesinato de Gaitán. Habían desaparecido. Fue lo único que desapareció de la oficina de Eduardo.