Lo que le falta a Petro para ganar en primera vueltaEntretejer discursos es un arte, pues conquistar el verbo es un esfuerzo donde compagina el romance y la intelectualidad, en un idilio que no conoce límites ni fronteras.
Quien ha conquistado la palabra, se ha dejado envolver por esta y a través de su cuerpo y de su boca, transmite no solamente ideas, sino que un sinnúmero de emociones que pueden llegar a extasiar a todo aquel que pueda oír y ver.
En el terreno de la política han existido muchos enamorados de la palabra. Decía Plinio Apuleyo en 2015 para un documental sobre la vida de García Márquez, que este había estado en grandes plazas de América Latina, donde hoy icónicos y polémicos líderes habían pronunciado discursos memorables, pero que ninguno de ellos, revestía la emoción desbordante de los dichos por Jorge Eliecer Gaitán en los 40. Esa sensación casi que hacía levitar y que sin desparpajo conocido erizaba los vellos de más de uno.
El hombre, la palabra, el discurso y las emociones; es un caldo que desde el llamado giro lingüístico ha sido materia de discusión y análisis para disciplinas de las ciencias sociales, tales como la psicología social, las ciencias políticas y otras.
Ahora bien, ¿este encarnizado romance puede llevar a un líder a conquistar un cargo público? Bastará, con mostrar a la masa exacerbada el dominio expedito de la palabra, ¿para convencerla que tú eres el indicado?
Estudiosos como Van Dijk (2011), nos dan luces muy precisas sobre estos cuestionamientos en celebrados textos como “Discurso y Poder”, mismo que de paso, sugiero al lector de esta columna.
Allí, encontramos un claro esfuerzo por dar a conocer las claves encriptadas de la palabra, el tiempo y el poder. Es por ello, que podemos sustraer la premisa que todo contradiscurso, debe ser implantado casi que quirúrgicamente en las conciencias colectivas. Es decir, todo aquello que se diga, que busque demoler el orden establecido, debe saber decirse; de tal suerte, que no esté sujeto a interpretaciones vagas, parciales o tergiversadas.
Todo esto lo escribo por una razón fundamental, y es que quien hoy lidera las encuestas para la presidencia de la República de Colombia, Gustavo Petro, es sin temor a dudas, uno de esos románticos que por estos días escasean y de los que me he referido en esta nota.
Sin embargo, y a pesar de que alrededor de su figura es capaz de abarrotar plazas públicas, precisa de consolidar con un lenguaje menos sofisticado la transmisión de sus ideas. Dicho de otra manera, será la simpleza del mensaje; básico pero contundente, quien lo lleve a la presidencia, pues esas características son al mismo tiempo el escudo de aquellas interpretaciones mal intencionadas por parte de sus contrincantes políticos.
Ejemplos de aquello tenemos por montones, de los más recientes, el de las pensiones y el del perdón social. En ambos, se dejan hendijas en las que los adversarios anidan sus ataques, causando efectos adversos a los deseados en aquel galanteo de ideas. En tiempos en el que las redes sociales y los showbiz han hecho de aquellos días del emporio del discurso, un recuerdo que transita en las esferas del olvido.
Ya no es suficiente saber entretejer las palabras, al menos no, si el lenguaje con el que lo haces, es aprovechado para que otros puedan fecundar falacias y repetirlas hasta disfrazarlas de verdades.
Debe Petro llegar con su palabra a todo el que pueda oír; desde el campesino, hasta el encopetado, desde el empleado, hasta el empresario y clausurar cualquier intentona de múltiples interpretaciones.
Se debe hablar clarito, que todos sepan el trasfondo de lo que se dice, para así tener que evitarse realizar un nuevo discurso tratando de explicar lo que se quiso decir con el primero.
Sin duda alguna, las campañas sucias es una radiografía del candidato que la emplea; no hay escrúpulo, no hay honor y no hay verdad. ¿Cómo podremos confiar el país a alguien que se quiere hacer elegir sobre las cenizas del desprestigio del otro? Quienes lo hacen, solo dejan ver la pobreza de ideas y el apetito voraz por el poder.
Sin temor a equivocarme, no puede haber cambio en quienes no han cambiado, en quienes deciden que la mejor manera de construir el país es seguir perpetuando aquella consigna de pasar por encima, a toda costa a como dé lugar, de creer que es con maña como se llega y no con argumentos y con altura.
Finalmente, a Petro lo que te falta para ganar en primera, es hablar más clarito y no dar papaya a los que viven en amarguras con la palabra.