Jesús está resucitado y nosotros esperamos resucitar junto con él

Jesús está resucitado y nosotros esperamos resucitar junto con él

Alegrémonos pues por estos días santos que estamos viviendo y sintamos que Dios también nos quiere rescatar de nuestros sufrimientos

Por: Edwin Alexander Llanos Franco
abril 18, 2022
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Jesús está resucitado y nosotros esperamos resucitar junto con él
Foto: Cortesía

La celebración de la Pascua es la fiesta más importante para el pueblo judío como para la grey cristiana. De hecho, es una de las fiestas más antiguas en el mundo, pues según algunos estudios Jesús está resucitado y nosotros esperamos resucitar junto con él.

Los relatos bíblicos señalan que la liberación de Israel de manos de los egipcios tuvo lugar alrededor del año 1250 a.C., tal vez poco antes, porque el libro del Éxodo en el versículo 11 del capítulo primero señala que los israelitas fueron obligados a construir las ciudades de Pitom y Ramsés, ciudades que fueron construidas después de que Ramsés II tomara el poder en Egipto, acontecimiento que se dio en el año 1279 a.C., hasta el año 1213 a.C., que fue el año en que murió. Entonces se puede decir que la Pascua se lleva celebrando por los judíos unos 3100 o 3200 años.

La Pascua es el acontecimiento más importante para los judíos, pues es cuando Yahvé Dios, o el Adonay como lo llaman por respeto para no mencionar su nombre, se muestra con mano fuerte para liberarlos del yugo que tenía Egipto sobre ellos.

Y es por esto que el relato bíblico señala que será para ellos el primer mes de todos los meses, conocido como Abib en el antiguo calendario, o como Nisán, nombre que se le dio en el calendario postexílico de origen babilonio, que en nuestro calendario actual del mundo accidental tiene lugar entre los meses de marzo-abril, es decir, es el primer día de la primavera.

Esta fecha, exactamente el día 14 de Nisán, sucede la luna llena después del equinoccio vernal, la cual tiene un significado muy fuerte en esta celebración, aspecto que se analizará más adelante.

Los judíos celebran por todo lo alto este acontecimiento, con unas disposiciones muy precisas que les trae la Torá, es decir, la ley judía consagrada en los primeros cinco libros de la Biblia o Pentateuco, a saber: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, que es la que recoge el conjunto de prescripciones que regulan la vida moral, social y religiosa del pueblo hebreo.

Así las cosas, para celebrar la Pascua o Pesaj o Pesah, en el caso de la primera Pascua, la de la misma noche en la que Israel salió de Egipto, las prescripciones son, según el libro del Éxodo en el capítulo 12: “el día diez de este mes [el 10 de Nisán o Abib por la época del relato] cada uno tomará un cordero por familia, un cordero por casa (…) será un cordero sin defecto, macho, de un año (…) lo guardaréis hasta el día 14 de este mes; y congregada toda la comunidad de Israel, lo inmolará entre las dos tardes [para los fariseos y el Talmud  es entre la caída y la puesta del sol, y para los samaritanos es entre el ocaso y la noche cerrada] (…) Esa noche comeréis la carne. La comeréis asada al fuego, con ázimos y con hierbas amargas (…) La comeréis con la cintura ceñida, los pies calzados y el bastón en la mano”.

Hasta este punto se deja evidente que hay unas descripciones precisas de cómo debe hacerse el sacrificio, a saber: un día específico, un animal específico y a una hora específica; la forma de preparar la cena pascual y la forma en cómo se deben vestir, es decir, esta fiesta tiene una ritualidad muy específica, la cual deben seguir al pie de la letra.

Esta fiesta es además tan importante para los judíos que la celebran durante siete días seguidos, así lo señala Yahvé en el libro del profeta Ezequiel así: “Aquel día el príncipe ofrecerá por sí mismo y por todo el pueblo de la tierra un novillo como sacrificio expiatorio. Durante los siete días de fiesta, ofrecerá en holocausto a Yahvé siete novillos y siete carneros sin defecto, cada uno de los siete días, y un macho cabrío diariamente como sacrificio expiatorio”.

Finalmente mencionar que esta fiesta es para la perpetuidad, es decir, todas las generaciones harán esta conmemoración y es por eso que el libro del Deuteronomio prescribe que: “Cuando el día de mañana te pregunten tus hijos: «¿Qué son estos estatutos, estos preceptos y estas normas que Yahvé nuestro Dios os ha prescrito?», les responderás: «Éramos esclavos del faraón en Egipto, y Yahvé nos sacó de Egipto con mano fuerte. Yahvé realizó en Egipto, ante nuestros ojos, señales y prodigios grandes y terribles, contra el faraón y toda su gente. Y nos sacó de allí para traernos y entregarnos la tierra que había prometido a nuestros padres bajo juramento»”. Esto demuestra cuán importante es esta celebración en la vida del pueblo hebreo.

Para el pueblo cristiano, esta celebración es el manantial de vida de toda la Iglesia, de la noche santa, la noche más grande, la noche de las noches es que la Fe cristiana toma vida, pues es la noche en la que se conmemora la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos. Por eso es que la Iglesia canta en esa noche, en la Vigilia Pascual el pregón, un canto antiquísimo con el que se anuncia la Resurrección, la destrucción de la muerte con el triunfo de la vida.

El pregón pascual dice en algunos apartados:

Exulten los coros de los ángeles,
exulte la asamblea celeste,
y un himno de gloria,
aclame el triunfo
del Señor resucitado.
¡Alégrese la Tierra,
inundada por la nueva Luz!

¡El esplendor del Rey,
destruyó las tinieblas,
destruyó las tinieblas,
las tinieblas del mundo!

Que se alegre
nuestra Madre la Iglesia,
resplandeciente
de la Gloria de su Señor,
y que en este lugar resuene unánime
la aclamación de un pueblo en fiesta.

Realmente es justo y necesario,
exaltar con el canto
la alegría del espíritu,
y elevar un himno
al Padre Todopoderoso,
y a su único Hijo, Jesucristo.

Él ha pagado por todos,
al eterno Padre,
la deuda de Adán, y con Su sangre,
derramada por amor, ha cancelado
la condena antigua del pecado.

¡Ésta es la Pascua,
en que se inmola el Cordero!

¡Ésta es la noche,
en que fueron liberados
nuestros padres de Egipto!

¡Ésta es la noche,
que nos salva de la oscuridad del mal!

¡Ésta es la noche,
en que Cristo ha vencido a la muerte,
y del infierno retorna victorioso!

¡Oh admirable
condescendencia de Tu amor!

¡Oh incomparable ternura y caridad!

¡Por rescatar al esclavo
has sacrificado al Hijo!

Sin el pecado de Adán,
Cristo no nos habría rescatado.

¡Oh feliz culpa que mereció
tan grande Redentor!
¡Oh feliz culpa!

¡Oh noche maravillosa,
en que despojaste al faraón
y enriqueciste a Israel!

¡Oh noche maravillosa!
Tú sola conociste la hora
en que Cristo resucitó.

¡Oh noche que destruyes el pecado
y lavas todas nuestras culpas!

¡Oh noche realmente gloriosa,
que reconcilias al hombre
con su Dios!

¡Ésta es la noche,
en que Cristo ha vencido a la muerte,
y del infierno retorna victorioso!

En esta noche acepta, Padre Santo,
este sacrificio de alabanza,
que la Iglesia te ofrece,
por medio de sus ministros,
en la liturgia solemne de este Cirio,
que es signo de la nueva Luz.

Te rogamos, Señor, que este Cirio,
ofrecido en honor de tu Nombre,
brille radiante, llegue hasta Ti,
como perfume suave,
se confunda con las estrellas del cielo,
lo encuentre encendido
el lucero de la mañana,
esa estrella que no conoce el ocaso.

Que es Cristo, tu Hijo resucitado,
resucitado de la muerte.
Amén, amén, amén.

Como podemos evidenciar, se exalta esa la alegría de todo el mundo, de todas las edades, porque ha triunfado Jesucristo, porque ha hecho renacer a todas aquellas personas que habían perdido la esperanza, porque la culpa que nos tenía atados, las cadenas que nos tenían unidos a la muerte fueron destruidas por la sangre del nuevo cordero, no ese macho cabrío sino el mismo Dios hecho hombre se entrega a la muerte por amor a todos.

Ya el mundo podrá decir: «Éramos esclavos del mundo, del pecado, de la muerte, y Dios, en la persona de Jesucristo, muerto y resucitado, nos sacó de ese infierno en el que nos encontrábamos con mano fuerte. Dios realizó en nuestras vidas, ante nuestros ojos, señales y prodigios inimaginables, contra nuestro opresor, autor del pecado y de la muerte, y contra esos faraones que en la vida nos causan sufrimiento y sentimiento de muerte. Y nos sacó de allí para traernos y entregarnos la tierra que había prometido a nuestros padres, nos ha abierto de nuevo el paraíso, la vida eterna, el cielo».

Alegrémonos pues por estos días santos que estamos viviendo y sintamos que Dios también nos quiere rescatar de nuestros sufrimientos, de nuestras tristezas, de esas circunstancias en las que vemos que nos estamos ahogando, porque Dios nos quiere sacar de esa profundidad, de ese abismo, para llevarnos a lo alto junto con Él.

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