El 12 de febrero del 2003, mientras sobrevolaba la selva del Guaviare, una avioneta del Departamento de Estado de los EEUU, en la que iban cuatro contratistas norteamericanos y un piloto colombiano escucharon un ruido raro en el motor. Pasaron unos minutos antes de que la aeronave cayera a tierra. Entonces la guerrilla de las FARC, hizo prisioneros al analista de sistema Keith Stansell, al veterano piloto de la guerra antidrogas, Thomas Howes y al procesador de imágenes Mark Goncalves. En un momento la selva se los tragó. En la primera noche se darían cuenta del horror al que estarían expuestos durante los próximos años junto a Ingrid Betancourt. En el accidente el colombiano Luis Alcides Cruz y otro norteamericano Thomas Janis, resultaron seriamente heridos. Las FARC decidieron ejecutarlos en el acto.
En unas pocas semanas Goncalves, Howes y Stansell se juntaron con el grupo que manejaba Martin Sombra y en donde habían 45 personas, muchas de ellas políticos de renombre. Allí se encontraba la secuestrada más influyente que tenían las FARC y con la que esperaban llegar a un acuerdo para liberar a los 300 miembros de esa guerrilla pudriéndose en las cárceles colombianas: Ingrid Betancourt, candidata y congresista por el Partido Verde secuestrada el 23 de febrero del 2002 mientras se disponía a viajar hasta San Vicente del Caguan, el corazón de la zona de distención, fue detenida por guerrilleros y metida en la selva. En el momento en el que conoce a Goncalves tenía más de un año secuestrada.
Ingrid Betancourt, como cualquier secuestrada con dignidad, no era una persona fácil. Incluso Keith Stansell llegó a asegurar que Betancourt era “el peor ser humano que conocí en mi vida”. Sin embargo, Ingrid tenía una disciplina a prueba de quebrantos. Era la primera en levantarse, intentaba hacer ejercicios para mantenerse en forma y leía cada vez que podía. Los únicos libros que llegaron a las celdas de los secuestrados eran un tomo de Harry Potter, un diccionario y una biblia que le proporcionó en una visita el comandante guerrillero Jorge Briceño, mejor conocido como el Mono Jojoy. Ni siquiera podían conversar a plenitud. Sin embargo la indomable Ingrid, quien intentó dos veces escaparse de sus captores. Una vez la atraparon por culpa de Clara Rojas, su asesora de campaña. Nunca le perdonó la impertinencia.
Romance de Ingrid Betancourt mientras estaba cautiva
Su consuelo fue Mark. En él encontró la ternura, la abnegación, la confianza que había perdido después de saber que su esposo, Juan Carlos Lecompte, ya tenía otra pareja con la que salía en Bogotá. La relación entre Ingrid y Mark había sido un misterio hasta que la propia Betancourt se lo confesó a Oprah en su entrevista del 2010. En su libro, No hay silencio que no termine, Ingrid confesó lo que era un secreto a voces.
La relación fue tortuosa de llevar ya que, según Goncalves en entrevista con Maria Elvira Arango, directora de Los informantes, la guerrilla lo impidió: “Las Farc no permitieron que nos amáramos. Nos pasamos cartas en secreto, pero no tuvimos contacto afuera: fue difícil porque construimos una relación, escribiendo cartas, hablando de sueños, de nuestras esperanzas, de la situación como secuestrados”.
Una vez salió de la selva abandonó su trabajo de inteligencia y se dedicó a la finca raíz. Es el dueño de su propia empresa. Durante el proceso de paz que sostuvo el gobierno Santos con las FARC, Goncalves fue un duro contradictor. Una carta suya a la administración Obama, sirvió para que Simón Trinidad no recuperara su libertad. Con Ingrid jamás se volvió a hablar a pesar de ser uno de los amores de su vida.
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