Pasará Semana Santa y el lunes inmediato... ¿ya no es santo? ¿No se supone que todos los días son de Dios y por tanto santos? Esta cuestión me recuerda que al bosón de Higgs algunos lo llaman la “partícula de Dios”, olvidando que todas las partículas son del Todopoderoso.
Un libro recomendable sobre el tema es La partícula de Dios: si el universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?, de Dick Teresi y Leon Max Lederman; este último Premio Nobel de Física en 1988.
Debería ser entonces Semana Supersanta, para diferenciar. Si le parece, amigo Papa Francisco, usted que puede cambiar las cosas de la Iglesia católica con una encíclica y de un plumazo.
De paso habría que ver si puede hacer algo para que damas devotas cristianas sean sacerdotisas y, así mismo, que los curas puedan casarse al tirar de una buena vez eso del celibato sacerdotal a una pira encendida en una chimenea de su sacra estancia del Vaticano.
En el lunes mencionado, un ex excelentísimo expresidente de la República podrá dar a conocer su apuesta para la gran contienda electoral del 29 de mayo. No se trata de Uribe, quien ya le dio el sustentáculo a Federico Gutiérrez, a quien también respalda Pastrana. Ni Samper ni Santos, que le han hecho guiño-guiño a Gustavo Petro.
Se trata de César Gaviria Trujillo, un animal político más de la especie Homo sapiens. Que hace sus necesidades físicas y necesita satisfacer ansiedades emocionales. Como tú. Como yo. Como los 7.700.000 y pico de seres humanos que habitamos la biosfera de nuestro planeta Tierra, a los que cabe agregar los 11 humanos que se encuentran en la Estación Espacial Internacional, cuya altitud de perigeo es de 418 km ―distancia más cercana que puede estar de la faz del planeta―, en tanto que su máxima altura o apogeo ―lo que más que se puede alejar― es de 420 km.
La biosfera abarca la hidrosfera y la parte inferior de la troposfera, o sea desde unos 50 km de altitud en la atmósfera hasta el fondo de los océanos. A la fecha hay en la EEI siete tripulantes y cuatro visitantes que llegaron el pasado 9 de abril en la nave espacial SpaceX.
Gaviria es un jerarca de la oligarquía criolla con gruesas cuentas en paraísos fiscales y que trata de apuntalar una futura candidatura presidencial a su hijo delfín con nombre de pila de El Libertador.
El actual jefe del partido del trapo rojo fue primer mandatario en el cuatrienio 1990-1994, en el que la bestia desbocada del neoliberalismo salvaje clavó garras y colmillos sobre muchas empresas del indefendido Estado.
Como se sabe, llegó de carambola al solio de Bolívar merced a la candidatura servida en bandeja de plata por la familia Galán Pachón, siendo su vocero el menor de edad Juan Manuel, que leyó la controvertida postulación en pleno entierro del otrora director nacional del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán Sarmiento.
Durante la Semana Súper Santa ―o híper parranda santa, vaya uno a saber―, Gaviria decidirá sobre el tema del apoyo presidencial. Tiene cuatro posibilidades.
Número uno. Liarse la manta a la cabeza hasta lo más profundo del cerebelo, o sea el id, ello o subconciente, y de ramplán coadyuvar al todos-contra-Petro, que es como dar su vobo ―visto bueno―, al continuismo ultraderechista de “Fico” y compañía deslegitimada. Probabilidad porcentual personal y sin realizar ninguna encuestucha: 20%.
Dos. Recurrir a la parte recuperable de su córtex ―según amigos liberales, dudan que le quede algo―, que sería impulsar el cambio. O sea, el Pacto. Esto sería un verdadero baldado de agua helada para los que sabemos. Un golpe bajo a las 4000 familias más favorecidas por la diosa fortuna de la macroeconomía nacional, a las que Petro propondría que le suban el impuesto al patrimonio, que está entre el 1 y el 3 por ciento en la actualidad. Que es como quitarle un pelo a un gato. Probabilidad: 10%.
Tercera. Declarar una maquiavélica neutralidad, hacerse el loco, mirar a lo lejos, diciendo que no secundará a ningún lado y que los congresistas, diputados y concejales liberales están en plena libertad de escoger bando. Luego se podrá maniobrar de acuerdo a las circunstancias cambiantes que se van a dar por regla de tres. Probabilidad: 30%.
Cuarta. Seguir en el limbo, es decir, aplazar la decisión quizás para después del domingo 29 de mayo. Dejar embarazados a los de una orilla y a los de la otra puede ser estratégico, puesto que habría un compás de espera que a lo mejor redundaría en menos complique y un táctico acomode. Seguir recibiendo en su mansión las visitas promeseras de unos y otros siempre mojará tinta en los medios que sabemos. Puede que anuncie que tomará la decisión después del 1º de Mayo, día de los trabajadores, por decir algo. Pero cuidado: si sale con otro chorro de babas quedará como el pastorcito mentiroso y, cuando quiera treparse al último vagón de uno de los trenes, ya pocos y contados oirán su balbuceante llamado. Probabilidad: 40%.
Las dos últimas opciones serían hipotéticas gana-gana. Ninguna se convertiría en una carga para los del cambio y tampoco sería un respaldo pleno para el oficialismo. Jugar entre dos aguas puede dar dividendos.
Sea cual sea su determinación, luego del 7 de agosto tendrá que ver qué es lo que hará, y en este caso siempre estará abierto el horizonte de acontecimientos.
Puede que haya acordado-negociado el manejo de sectores institucionales con su cuota burocrática, y las cosas marchen mal que bien.
Si no es así, en el fragor de un sabotaje a la presidencia de Petro ―si es el jefe de Estado, claro está―, Gaviria apoyará un golpe militar o congresal si llega a considerar que le incumplen lo prometido. De frente o por debajo de cuerda.