1990.
El Casio digital en mi muñeca derecha marcaba más de las 12 del mediodía; acababa de mirarlo, como queriendo detener el tiempo, angustiado por el marcador que dejaba a Colombia por fuera del segundo campeonato mundial de fútbol que se realizaba en la tierra del carpaccio y el amaretto.
El equipo comandado por un hombre de crespos rubios perdía 1-0 con Alemania y ese marcador acababa con mi ilusión de ver en un partido más del torneo a ese 'Pibe' Valderrama, a René Higuita, a la 'Gambeta' Estrada, a Andrés Escobar y a Freddy Rincón, uno de los hombres que tres años y un par de meses después anotara dos de los cinco goles con los que los cafeteros –de visita– vencieron a Argentina en el camino a la siguiente Copa Mundo, condenándola a jugar un 'repechaje’.
Después de mirar la hora bajé mi flaco brazo, en el que sobresalía el reloj dorado que me había regalado mi papá, y levanté la mirada nuevamente hacia al televisor gigante en el que veía el encuentro junto a unos primos –todos por entonces estudiantes primíparos de universidad o ad portas de ser bachilleres– mientras retumbaba en mi cabeza la expresión de minutos atrás del narrador durante la transmisión del partido, cuando aún era de mañana y la angustia menor:
“Quien pierde un capital, pierde mucho; quien pierde un amigo, pierde aún más; pero quien pierde la fe y la esperanza, lo ha perdido todo", había dicho William Vinasco ese 19 de junio.
En ese momento vi en la enorme pantalla, en la que se marcaban las líneas características de la composición de la televisión análoga, a Leonel Álvarez recuperar un balón en campo propio y entregarlo al 'Bendito' Fajardo, quien avanzó hasta terreno teutón haciendo un pase al 10 colombiano; Valderrama caracoleó y buscó la triangulación con Rincón, a la derecha, tocando con Fajardo, que la prolongó a Valderrama para que este, por un hueco, a la espalda de la defensa alemana, se la entregara nuevamente a Rincón; Freddy corrió y ya en el área protegida por Illgner venció a éste de 'tunel'. ¡Un gol histórico!
La anotación por entre las piernas del arquero del equipo que a la postre sería el campeón en Italia 1990 clasificó a Colombia a octavos de final y me puso a gritar como loco, junto a los primos con los que me encontraba –todos por entonces estudiantes primíparos de universidad o ad portas de ser bachilleres–.
El partido terminó, el almuerzo de aquel martes de vacaciones se cambió por aguardiente y la frase de William Vinasco me marcó para siempre; tanto como para que casi 32 años después, en agradecimiento a Freddy Rincón –dejando de lado circunstancias y momentos para muchos oscuros del gran jugador– me retumba nuevamente la cabeza, ahora pensando en la recuperación de la figura de la selección: "quien pierde la fe y la esperanza, lo ha perdido todo".
La frase de Vinasco me marcó y mi Casio se perdió en la celebración por las calles del norte de Bogotá; el último recuerdo que tengo de él es haber visto que eran las 12 y pico y el gol del sublime negro que vestía una camiseta roja con el 19 a la espalda. Gracias Freddy, #FuerzaFreddy.